May, amortizada
El fiasco del Brexit le quita credibilidad para negociar un pacto de futuro con la UE
La primera ministra brit¨¢nica, Theresa May, est¨¢ amortizada. Debe irse cuanto antes. La dirigente conservadora ha logrado el incre¨ªble r¨¦cord de concitar en su contra a todos los actores de la pol¨ªtica dom¨¦stica. Sucesivos ministros de su Gobierno le han dado plantes con su marcha, y entre los que quedan menudean las posiciones insurgentes. Numerosos dirigentes de su partido la desprecian y desacreditan, llegando a compararla con el apaciguador Chamberlain frente al resistente Churchill. Los eurohostiles se mofan y la traicionan; los eur¨®filos la ignoran. Y casi todos votan contra sus propuestas.
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Sus aliados parlamentarios del partido unionista norirland¨¦s desconf¨ªan de ella, y le exigen, semana s¨ª, semana tambi¨¦n, juramentos, prendas y actos de sumisi¨®n. Ni un solo l¨ªder en la fragmentada y desnortada oposici¨®n laborista quiere mezclarse con May, y no porque ella misma no lo haya intentado, ni se le haya pasado por la cabeza. Y hasta el l¨ªder de la C¨¢mara la humilla cuanto puede en defensa de los derechos del parlamentarismo, que May ha tratado repetidamente de pisotear. Nadie est¨¢ seguro, siquiera, de que su testarudez en defender un Brexit personal¨ªsimo que a nadie convence ni satisface no sea un desesperado intento para afirmar su autoestima, a la b¨²squeda de un lugar en la historia de la (presunta) firmeza.
Todo ello es grav¨ªsimo para los intereses de los ciudadanos brit¨¢nicos. Pero no constituye el motivo principal que recomienda su abandono. Ello es que su pa¨ªs ha quedado reducido a cero en la diplomacia europea (y, por ende, mundial), por culpa de sus p¨¦simas prestaciones. Y que ¨²nicamente podr¨¢ recuperar un puesto a la altura de su prestancia hist¨®rica prescindiendo de sus servicios. Dicho de manera prospectiva. Con la acumulaci¨®n de reiterados fracasos, trampas, enga?os, maniobras de torpe alcance, soberbios ultimatums y chantajes que ha desplegado, ?alguien puede creer que, incluso si la dirigencia brit¨¢nica alcanza en los pr¨®ximos d¨ªas un pacto interno sobre el Brexit, est¨¢ Theresa May en condiciones de activarlo de forma convincente? ?Sospecha alguien que pueda ser una interlocutora v¨¢lida para negociar un acuerdo de relaci¨®n futura con la UE, con sus actuales socios comunitarios? Su pat¨¦tico desempe?o en la ¨²ltima sesi¨®n del Consejo Europeo, en la que fue incapaz de balbucear respuesta concreta alguna a sus pares, supone el punto final a la presunci¨®n de credibilidad de que dispone todo primer ministro en ejercicio.
El punto es final, porque los hubo previos: su intento de renegociar el acuerdo de retirada en el que se hab¨ªa comprometido con su firma; su incapacidad de orquestar mayor¨ªas en Westminster; el abismo entre la dureza de su implacable ret¨®rica y su incapacidad pr¨¢ctica de abanderar soluciones flexibles.
May debe irse, tanto si esta semana la C¨¢mara diese el apoyo (que pocos esperan) a su Brexit en tercera votaci¨®n como, a¨²n m¨¢s, si lo vuelve a tumbar. En ambos casos, el derrumbe de su credibilidad no tiene remedio. Pero debe irse en buena hora en forma m¨¢s digna de aquella con la que ejerci¨® su mando, asegurando que enseguida llega algo mejor: un sustituto, una pol¨ªtica, una luz, aunque sea lejana, para el oscuro t¨²nel del Brexit.
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