Votar contento
Por cada torero que ficha la derecha, la izquierda fabrica un partido
Una de las caracter¨ªsticas m¨¢s notables de muchos votantes de izquierdas es que no les gusta votar nada con lo que no est¨¢n de acuerdo, y por eso los partidos de izquierda se han ido subdividiendo hasta ofrecer, mediante una aplicaci¨®n m¨®vil, un partido pol¨ªtico hecho a medida para cada ciudadano, una especie de colecci¨®n primavera/verano con la que todo el mundo vaya elegante y sin trascendencia, como en un c¨®ctel. Lo que ocurre es que se quiere votar ya no sin pinza, como es habitual, sino siquiera sin guantes, algo ins¨®lito en una democracia, definida can¨®nicamente como lo menos malo. De ah¨ª que en cuesti¨®n de semanas se pase de cabalgar contradicciones a exigir un grado de pureza tal que en lugar de candidatos habr¨ªa que presentar diamantes. Y bajo esa explicaci¨®n te¨®rica (la pr¨¢ctica es m¨¢s prosaica: cargos, puestos, nombres), cualquier victoria exige una haza?a.
Esta pr¨¢ctica can¨ªbal se ha ido sofisticando con el tiempo hasta conseguir plantar cara al adversario: por cada torero que ficha la derecha, la izquierda fabrica un partido. La imagen es menos fr¨ªvola de lo que se cree. Toreros y periodistas, anta?o reunidos en partidos de f¨²tbol contra la droga, han encontrado un nuevo punto de reuni¨®n en las listas del Partido Popular, donde dan color y folclore; no solo tienen en com¨²n ser rostros populares y nombres reconocidos, sino que son figuras entrenadas en plat¨®s y plazas de toros, los dos lugares en los que mejor se entrena la cultura del zasca, predominante hoy en d¨ªa en pol¨ªtica. Eso lo ha entendido Casado, a quien le tira todo ya de un pie de tal forma que no ser¨ªa de extra?ar que empezase a remontar en las encuestas. Si lo hace, que al menos deje que sea Su¨¢rez Illana (otro torero, este de capeas) el que negocie los sillones con la ultraderecha espa?ola, aunque solo sea por ver la reacci¨®n de los guardianes de las esencias de su padre, ese al que persegu¨ªan e insultaban al grito de traidor los padres ideol¨®gicos de Vox.
La respuesta de la izquierda m¨¢s all¨¢ del PSOE ha sido m¨¢s bases, m¨¢s primarias, m¨¢s escisiones y m¨¢s siglas. La respuesta del abaratamiento pol¨ªtico de la derecha, directa y al grano, tirando de fama, ha sido un encarecimiento imposible para cualquier votante de izquierdas que quiera llegar el 28-A a las urnas sin que le explote la cabeza. Problemas que los m¨¢s pragm¨¢ticos suelen resolver hist¨®ricamente, para aliviar el dolor de cabeza, votando al PSOE mediante una lecci¨®n fundamental: no hace falta compartir posici¨®n en todos los puntos del universo ideol¨®gico, ni convertir en pol¨ªtico lo personal al punto de no votar a quien no le guste las mismas cosas que a ti; se vota, a izquierda y a derecha, contra quien crees capaz de acabar con esas cosas. Y contra esto, que toda la vida se ha dado en llamar voto ¨²til, tendr¨¢n que pelear esos partidos de izquierda; pelear para hacer parecer ¨²tiles unos votos que, en circunstancias normales, ya tendr¨ªan que serlo de por s¨ª. Y tragar con que el PSOE, alcanzada esa ventaja puesta en bandeja por sus futuros socios, haga y deshaga a su antojo, en programa y listas, porque oponerse a ello ser¨ªa, seg¨²n la endiablada estrategia, hacerle el juego ya no a la derecha sino a los ultras; como para protestarles algo.
Nada nuevo: todo viejo, viej¨ªsimo. Pero multiplicada la gravedad porque la experiencia habitualmente es para aprender, no para reincidir.
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