Espa?a-M¨¦xico
Ambos pa¨ªses deben celebrar juntos las efem¨¦rides que llegan
El estruendo que ha ocasionado en ambos lados del Atl¨¢ntico la invitaci¨®n al rey Felipe VI del presidente mexicano, Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador (AMLO), a que Espa?a pida perd¨®n por los atropellos de la conquista pone de manifiesto al menos tres anomal¨ªas de las que ni un Estado ni otro pueden sentirse especialmente orgullosos.
La primera es que Espa?a, colectivamente, no ha reflexionado a fondo sobre los sufrimientos causados durante la conquista, y que quiz¨¢ por ello desconoce o minusvalora la intensidad de esos sentimientos en muchos ciudadanos americanos. Que sea evidente, y en esto coinciden historiadores de ambas orillas, que el actual Estado espa?ol ¡ªque no exist¨ªa como tal¡ª no es el que cometi¨® los actos de brutalidad en una naci¨®n ¡ªque tampoco era la Rep¨²blica mexicana actual¡ª no borra por ensalmo su presencia en la historia.
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En esa l¨ªnea, considerar, como ha expresado el l¨ªder del PP, Pablo Casado, que la llegada de los espa?oles a Am¨¦rica supone el momento m¨¢s brillante de la historia de la humanidad, escamoteando los enormes costos humanos causados por ella, o juzgar que la carta de AMLO al Rey supone ¡°una afrenta a Espa?a¡±, muestra la ligereza con la que se aborda el asunto desde ciertos sectores en Espa?a, lo que tiene su importancia porque en alg¨²n momento volver¨¢n a gobernar y deber¨¢n enfrentarse a esas sensibilidades distintas. La reacci¨®n del Ejecutivo socialista de ¡°rechazar con firmeza¡± la petici¨®n del mandatario mexicano revela la dificultad pol¨ªtica y el estrecho margen de maniobra de cualquier Gobierno espa?ol en este tema.
La segunda anomal¨ªa la encarna el propio AMLO. El presidente ha utilizado, con oportunismo, un sentimiento innegable de parte de sus compatriotas para hacer pol¨ªtica a favor propio. Si su objetivo hubiese sido lograr un consenso con vistas a la doble celebraci¨®n en 2021 (bicentenario de la independencia de M¨¦xico y 500 a?os de la ca¨ªda de Tenochtitlan a manos de Hern¨¢n Cort¨¦s), habr¨ªa mantenido sin estridencias, de forma reservada, el di¨¢logo que ya hab¨ªa abierto con el Gobierno espa?ol.
A estos comportamientos, en M¨¦xico y en Espa?a, se suma la torpeza del procedimiento y el p¨¦simo momento elegido para darlo a conocer, en plena precampa?a electoral espa?ola. Resulta por ello lamentable que se emborrone de esta manera una iniciativa, la de conmemorar conjuntamente estas efem¨¦rides, no solo dignas de consideraci¨®n, sino absolutamente imprescindibles para cimentar el sentimiento de pertenencia de dos naciones unidas por un idioma compartido y unos lazos sentimentales profundos.
La toma de Tenochtitlan concentra, en el imaginario colectivo mexicano, el conjunto de cr¨ªmenes cometidos durante la conquista, as¨ª como la humillaci¨®n y sojuzgamiento de los pueblos originarios de M¨¦xico. Espa?a har¨ªa mal en ignorar esos sentimientos. Los tiempos han cambiado y en todo el mundo, desde hace unos pocos a?os, el dolor de las v¨ªctimas y la empat¨ªa con sus descendientes est¨¢n logrando el merecimiento que el tiempo y las circunstancias les negaron.
Urge por ello iniciar un acercamiento, un camino y una reflexi¨®n que permitan superar para siempre la anomal¨ªa hist¨®rica que suponen estos resentimientos mutuos. Los pueblos originarios de M¨¦xico son las verdaderas v¨ªctimas, tambi¨¦n del propio Estado mexicano surgido de la independencia, especialmente en el siglo XIX, como denunci¨® el premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa en C¨®rdoba (Argentina), en la inauguraci¨®n del Congreso de la Lengua, cuando afirm¨® que la carta dirigida por AMLO al Rey deber¨ªa hab¨¦rsela enviado a ¨¦l mismo. A ellos, a los pueblos ind¨ªgenas, se les debe la petici¨®n de perd¨®n. El objetivo no puede ser otro que la reconciliaci¨®n de todos, para lo que se deben empe?ar los mejores esfuerzos. Es cierto que ese arduo camino no pod¨ªa haber empezado m¨¢s calamitosamente: con una pol¨¦mica divisiva. Pero en los dos a?os que faltan, M¨¦xico y Espa?a ¡ªy especialmente sus representantes¡ª deben demostrar que est¨¢n a la altura de lo que la historia y los ciudadanos esperan de ellos.
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