Culpas hist¨®ricas
Espa?oles y mexicanos debemos mantenernos en el terreno de los principios, y, como Estados democr¨¢ticos que somos, con el respeto a los derechos humanos como piedra angular
Con mi m¨¢s sincero y profundo respeto, presidente L¨®pez Obrador: me ha defraudado usted. Y no como pol¨ªtico, sino como historiador, pues usted ha trabajado y publicado en este campo. Supon¨ªa, por eso, que consideraba la historia un saber serio, que ense?a que todo pasado es complejo, plagado de hechos tr¨¢gicos, con v¨ªctimas y verdugos, pero de imposible proyecci¨®n sobre personas o grupos actuales. Y, sin embargo, su personalidad pol¨ªtica se ha impuesto y ha decidido manipular la historia, simplificarla y convertirla en un relato maniqueo al servicio de objetivos inmediatos. Ha decidido explotar conflictos, hoy imaginarios, entre una ¡°Espa?a¡± atemporal, eternamente explotadora, y un M¨¦xico tambi¨¦n esencial y perennemente victimizado.
No quiere admitir, en resumen, la ¨²nica ley cient¨ªfica que la historia ense?a: que las cosas cambian. En este caso, que los espa?oles actuales no tenemos nada que ver con los que, hace quinientos a?os, conquistaron el imperio azteca. Como ustedes, por supuesto, los mexicanos actuales, tampoco tienen que ver con aquel imperio. ?O es que usted se considera, presidente, heredero de Moctezuma? ?Y pedir¨¢ perd¨®n a los tlaxcaltecas o mixtecas, a los que sus guerreros apresaban y cuyos corazones sus sacerdotes extra¨ªan en lo alto de las pir¨¢mides para ofrend¨¢rselos, palpitantes a¨²n, al sol sediento de sangre?
Pocas cosas se prestan m¨¢s a abusos que las reclamaciones en nombre de lejanos antepasados que sufrieron afrentas o injusticias, tanto por la discutible divisi¨®n de los sujetos de aquellos hechos en v¨ªctimas y verdugos como por la arbitraria identificaci¨®n de los actuales reclamantes con tales antepasados. Su mismo rostro, presidente L¨®pez Obrador, presenta m¨¢s rasgos criollos que ind¨ªgenas. Al exigir a los espa?oles actuales un reconocimiento de culpas genocidas, nos plantea la inevitable duda de si no ser¨¢ usted m¨¢s probable descendiente de los conquistadores que nosotros, cuyos tatarabuelos nunca cruzaron el charco. Expl¨ªqueme, por favor, ?por qu¨¦ he de pedir disculpas yo por algo que no hicieron mis abuelos a alguien cuyos abuelos seguramente s¨ª lo hicieron?
Con todo respeto, presidente, en su planteamiento reivindicativo demuestra usted una mentalidad hist¨®rica tradicional, conservadora, esencialista; nacionalista e indigenista, en su caso. No s¨®lo presupone que los espa?oles actuales heredamos la personalidad y las culpas de los conquistadores, sino tambi¨¦n que aquella conquista consisti¨® en un enfrentamiento entre dos comunidades, la espa?ola y la ind¨ªgena, homog¨¦neas, sin fracturas internas; que la primera mantuvo su dominio sobre la segunda durante tres siglos, sin permitir mestizajes; que, pasados esos siglos, aquel pueblo sometido se sublev¨® y logr¨® su independencia; y que la actual rep¨²blica mexicana, que usted dignamente encabeza, es la heredera de aquellos ind¨ªgenas, libres un d¨ªa, sojuzgados m¨¢s tarde y felizmente due?os otra vez de sus destinos.
Muchos espa?oles recordamos y agradeceremos siempre a M¨¦xico la acogida dada a los republicanos exiliados
Lo cierto es que hace quinientos a?os exist¨ªa un imperio azteca o mexica que, como todos los imperios, oprim¨ªa a otros pueblos, en este caso con un grado de violencia algo superior a la media. Que muchos de los sojuzgados por aquel imperio se aliaron con Cort¨¦s y colaboraron en su derrocamiento. Que durante los siglos de dominio espa?ol se produjo un profundo e irreversible mestizaje. Y que la independencia de hace doscientos a?os fue un proceso complejo, dirigido en definitiva por los criollos que dominaban y siguieron dominando la jerarqu¨ªa social. Porque los primeros movimientos de protesta, m¨¢s indigenistas, de Hidalgo y Morelos, fracasaron; mejor dicho, fueron aplastados por la autoridad central, apoyada decididamente por los criollos. Mientras que en 1821, en un fugaz momento liberal en Espa?a, las conservadoras ¨¦lites mexicanas, Iglesia y Ej¨¦rcito a la cabeza, acordaron distanciarse y coronaron a Iturbide. Los ind¨ªgenas, por cierto, se mantuvieron al margen de aquel proceso; probablemente porque se sent¨ªan m¨¢s protegidos por la corona espa?ola que por las ¨¦lites blancas locales.
Claro que ense?ar esto en las escuelas mexicanas ser¨ªa hacer un ejercicio de humildad impropio de los arrogantes Estados-naci¨®n que hoy protagonizan el escenario pol¨ªtico internacional y monopolizan el relato hist¨®rico escolar. Lo f¨¢cil es decir que los mexicanos, inspirados por ideales de ilustraci¨®n y progreso, se rebelaron un¨¢nimemente contra la arcaica y opresora Espa?a y emprendieron el camino que les ha llevado a su venturoso autogobierno actual.
Esta versi¨®n no s¨®lo es autocomplaciente y permite presentarse como v¨ªctimas de injusticias pasadas, sino que sirve para arrojar nubes de humo sobre los problemas de hoy, como la violencia existente en M¨¦xico, en particular con los pueblos ind¨ªgenas, que siguen adem¨¢s viviendo en intolerable atraso, como acaba de recordar Vargas Llosa. El M¨¦xico actual tiene mucho m¨¢s que ver con los setenta a?os de monopolio del poder por el PRI, sus pr¨¢cticas autoritarias y su gigantesco entramado clientelar y corrupto, que con la conquista espa?ola. Las ¨¦lites blancas mexicanas han contado con doscientos a?os para solventar la supuestamente ominosa herencia del imperio espa?ol y mejorar la situaci¨®n de los ind¨ªgenas.
El M¨¦xico actual tiene mucho m¨¢s que ver con los setenta a?os de monopolio del PRI que con la conquista espa?ola
Alg¨²n mal actual hay en el que podr¨ªa concentrar sus esfuerzos, presidente, por ejemplo, en el istmo de Tehuantepec, con ind¨ªgenas perjudicados por intereses de grandes compa?¨ªas, entre otras espa?olas. Pero es m¨¢s f¨¢cil seguir hablando del pasado remoto. O en el terreno internacional, en el que tiene que lidiar diariamente con el inc¨®modo Mister Trump. Un vecino a quien, por cierto, puestos a exigir justicia hist¨®rica, podr¨ªa reclamar usted presentaci¨®n de excusas y devoluci¨®n de territorios por la guerra de 1846-1848. Pero con ese no se atreve.
La guerra con Estados Unidos, por cierto, es un agravio mucho m¨¢s reciente que el de Cort¨¦s. Y hechos recientes, como los cr¨ªmenes nazis como mejor ejemplo, son los que justifican exigir reparaciones. Remontarse, en cambio, a conflictos remotos como el de la conquista de hace medio milenio es abrir la caja de Pandora. ?Deber¨ªa el actual Gobierno espa?ol exigir disculpas y reparaciones al franc¨¦s por las tropel¨ªas de los ej¨¦rcitos napole¨®nicos? ?Debe exig¨ªrselas el franc¨¦s al italiano por la conquista de las Galias por Julio C¨¦sar? ?O el sudan¨¦s al egipcio por las razias de Rams¨¦s II? ?D¨®nde est¨¢ el l¨ªmite?
M¨¢s sensato ser¨ªa, presidente, mantenernos en el terreno de los principios, y, como Estados democr¨¢ticos que somos, con el respeto a los derechos humanos como piedra angular, condenar toda agresi¨®n de un pueblo a otro, toda conquista, toda violaci¨®n de libertades, todo genocidio, todo desplazamiento forzoso de poblaciones. Eso es lo que debemos hacer, tajante y diariamente. Espa?oles y mexicanos. Con lo que nadie podr¨¢ defender la conquista de M¨¦xico por Cort¨¦s, que reuni¨® muchos de esos rasgos.
En nuestro caso, presidente, ?no ser¨ªa mejor evocar recuerdos menos conflictivos, m¨¢s provechosos para las relaciones entre nuestros pueblos? Por ejemplo, la acogida dada a los republicanos exiliados por el presidente C¨¢rdenas ¡ªuno de sus ¨ªdolos, presidente L¨®pez Obrador; y m¨ªo, si me lo permite¡ª, de la que se cumplen ahora 80 a?os. Eso s¨ª que debe ser recordado. Muchos espa?oles lo haremos y se lo agradeceremos siempre a M¨¦xico.
Jos¨¦ ?lvarez Junco es historiador.
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