Asaltar Europa
La coordinaci¨®n de la extrema derecha es una amenaza para las democracias
La coordinaci¨®n cada vez m¨¢s evidente de los movimientos ultraderechistas de cu?o populista en todo el mundo constituye una amenaza organizada para el normal funcionamiento de los sistemas democr¨¢ticos y para nuestras libertades. En Europa, su estrategia pasa ahora por el aprendizaje de la ca¨®tica experiencia del Brexit, materializada en el deseo de una de las principales potencias del continente de abandonar el club de la Uni¨®n. Fruto de su traum¨¢tico resultado, la extrema derecha ha dejado ya de buscar la ruptura. Su nuevo objetivo consiste en resignificar el proyecto comunitario para vaciarlo de contenido, reducirlo a su m¨ªnima expresi¨®n y desmontar el andamiaje de protecci¨®n que otorgan nuestras democracias liberales. A pesar de que sus intereses no son siempre coherentes o complementarios, este populismo autoritario en auge ha identificado con precisi¨®n un reto com¨²n: asaltar y desnaturalizar las instituciones europeas.
M¨¢s all¨¢ de declaraciones puntuales o de los indisimulados halagos cruzados entre sus cabezas visibles ¡ªMatteo Salvini y Viktor Orb¨¢n, pero tambi¨¦n Marine Le Pen y Santiago Abascal¡ª, hemos de atender cuidadosamente a los tecn¨®logos pol¨ªticos que, formados en el arte de fusionar autoritarismo y entretenimiento, dotan a este movimiento de sustrato ideol¨®gico, haci¨¦ndolo adem¨¢s de manera abierta. La entrevista concedida a EL?PA?S por Steve Bannon, antiguo estratega jefe de Trump y conocido vocero de la alt-right, es buena prueba de ello. Con independencia de su peso espec¨ªfico en la estrategia de la incipiente coalici¨®n ultra europea, Bannon confirm¨® que la amenaza es real, y que consiste en parte en imponer marcos pol¨ªticos espec¨ªficos antes de las inminentes elecciones europeas del 28 de mayo. Sus declaraciones reproducen la consabida verborrea ultra: nacionalismo excluyente, apelaci¨®n a viejas soberan¨ªas, el fetiche de las fronteras y el nosotros primero, la homogeneidad racial y la tendenciosa proyecci¨®n de un falso pasado glorioso como enmienda a las frustraciones del presente. El impacto de esta ret¨®rica es bien conocido: guerras comerciales, proteccionismo y fin del multilateralismo.
El nuevo Parlamento Europeo no ser¨¢ inmune al ascenso de estas fuerzas pol¨ªticas reactivas, que emplear¨¢n los recursos institucionales para intentar provocar la par¨¢lisis de la legislatura, bien sea dificultando la reforma del euro, reduciendo el presupuesto comunitario o rompiendo la unidad de acci¨®n en pol¨ªtica exterior. La presencia de estos partidos en la Euroc¨¢mara puede ser contrarrestada, pero solo desde la asunci¨®n de estrategias conjuntas de cooperaci¨®n entre aquellos que afirman querer avanzar en el camino de la integraci¨®n europea. El Tratado de Lisboa prev¨¦ mecanismos suficientes para impugnar el intento de veto que actuales y futuros Gobiernos ultras aspiren a imponer para bloquear esa senda.
La amenaza de una Europa con nostalgias autoritarias exige de las familias proeuropeas ¡ªconservadores, socialistas, liberales y verdes¡ª que protejan con decisi¨®n la dignidad democr¨¢tica de las instituciones, apostando decididamente por construir un horizonte de futuro com¨²n. Pero aquellos que quieren avanzar en el proceso de integraci¨®n no deber¨ªan permitir que la ¨²nica l¨ªnea divisoria del conflicto pol¨ªtico sea definida por el populismo. El dif¨ªcil equilibrio entre cooperaci¨®n y contraste de pareceres exigir¨¢ colaboraci¨®n y lealtad mutuas al tiempo que se muestran y defienden las leg¨ªtimas diferencias program¨¢ticas.
La experiencia del Brexit no solo ha constituido un ejemplo aclaratorio para reorientar la estrategia ultra; tambi¨¦n ha mostrado que la Uni¨®n Europea tiene capacidad de resiliencia, determinaci¨®n para fijar una agenda propia y fuerza suficiente para exigir el estricto cumplimiento de sus normas. Frente al auge mundial de los populismos autoritarios, el camino a transitar lo constituye esa dif¨ªcil combinaci¨®n entre ambici¨®n, visi¨®n y liderazgo. Porque Europa nunca ha exigido unanimidad de programas pol¨ªticos, pero s¨ª la defensa leal del consenso democr¨¢tico b¨¢sico que la dota de identidad.
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