Un nuevo humano en la familia
El 'Homo luzonensis' habr¨ªa vivido en la isla filipina de Luz¨®n hace solo unos 67.000 a?os
Seg¨²n el WorldFact Book de la CIA (Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos), en el mundo nacen unas 370.000 personas al d¨ªa. A pesar del n¨²mero elevado y las muy diversas circunstancias en las que esto ocurre, es dif¨ªcil imaginar que alguna de ellas haya sido recibida con indiferencia. La llegada de un nuevo miembro a una familia es siempre un catalizador de emociones y as¨ª, entre turbados y conmovidos, recibimos el nacimiento de una nueva especie humana, Homo luzonensis, nombrada a partir de los restos f¨®siles, principalmente dientes y falanges, encontrados en la remota cueva de Callao, en la isla filipina de Luz¨®n.
Esta poblaci¨®n habr¨ªa vivido en la isla hace solo unos 67.000 a?os, ¡°anteayer¡± en t¨¦rminos geol¨®gicos, y a pesar de ello presenta un n¨²mero importante de rasgos primitivos, particularmente en manos y pies, que suelen ser t¨ªpicos de los homininos que todav¨ªa se desplazaban por los ¨¢rboles hace entre 2 y 3 millones de a?os. Sus dientes tienen un aspecto m¨¢s avanzado; en algunas caracter¨ªsticas podr¨ªan incluso parecerse a los nuestros, pero salpicados entre estos rasgos m¨¢s modernos, asoman algunas caracter¨ªsticas que se estilaban hace cientos de miles de a?os. Sorprende el tama?o de estos dientes, muy peque?os, tan peque?os o m¨¢s que los de Homo floresiensis, la especie diminuta que habit¨® la isla de Flores (Java), aproximadamente al mismo tiempo, y a la que el mundo apod¨® como ¡°el Hobbit¡±.
Las islas son como c¨¢psulas del tiempo donde pueden encontrarse reliquias, formas ancestrales que perviven aisladas del resto del mundo y sobre las que la naturaleza, como en un laboratorio frankesteiniano, obra experimentos que alteran su aspecto original. Adem¨¢s del efecto que puedan tener en estas poblaciones aisladas los altos niveles de endogamia, tenemos que tener en cuenta los procesos de enanismo insular, un mecanismo de adaptaci¨®n por el que muchos animales, ante los recursos limitados de las islas, reducen su tama?o. Cabe esperar que la confluencia de ambos procesos hubiera tenido un efecto importante en el desarrollo de estas poblaciones. As¨ª, es posible que en Homo luzonensis estemos observando, como en un espejo de feria, el retrato deformado de uno de nuestros ancestros m¨¢s remotos.
Con el descubrimiento de Homo floresiensis, los denisovanos y, ahora, Homo luzonensis, asistimos perplejos a la soledad de nuestra especie frente a la eclosi¨®n de especies humanas que existieron justo antes de que nos hici¨¦semos globales
Con frecuencia hablamos con fascinaci¨®n y algo de pena de esa oportunidad que perdimos, por poco, de conocer a nuestros hermanos los neandertales, a los que sabemos que nos parec¨ªamos tanto. Produce ahora fascinaci¨®n y no s¨¦ si miedo pensar que, por poco, podr¨ªamos haber conocido tambi¨¦n a otro pariente en el que quiz¨¢ nos apetezca menos vernos retratados, a medias entre lo que reconocemos como humano y lo que nos resulta simiesco.
Con el descubrimiento de Homo floresiensis, los denisovanos y, ahora, Homo luzonensis, asistimos perplejos a la soledad de nuestra especie frente a la eclosi¨®n de especies humanas que existieron justo antes de que nos hici¨¦semos globales. Hoy somos muchos, pero m¨¢s de lo mismo, frente a un tiempo en el que los humanos eran menos, pero m¨¢s diversos. Ahora es inconcebible que pueda existir una poblaci¨®n completamente aislada del resto del mundo, pero tampoco hace falta vivir en una isla para sentirse desconectado. ¡°Ahora somos m¨¢s, pero no mejores¡±, escribi¨® Miguel Delibes en Un mundo que agoniza. ¡°Estamos m¨¢s juntos (¡), pero no m¨¢s pr¨®ximos¡±.
Mar¨ªa Martin¨®n-Torres es directora del Centro Nacional de Investigaci¨®n sobre la Evoluci¨®n Humana (CENIEH).
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