Efectos electorales
La informalidad, instalada de la mano de la llamada nueva pol¨ªtica, se ha normalizado. Cada vez resulta m¨¢s dif¨ªcil sorprender genuinamente al votante
Desde la irrupci¨®n de la nueva pol¨ªtica en 2015 y la universalizaci¨®n de las redes sociales, nos hemos acostumbrado a la b¨²squeda del efectismo por parte de nuestra clase pol¨ªtica, especialmente durante las campa?as electorales, pero no solamente. Recordemos el shock que caus¨® la entrada de Podemos en el Congreso tras las elecciones de diciembre de 2015: de la noche a la ma?ana, y ante la mirada at¨®nita de las viejas generaciones de la C¨¢mara, el tuteo, las coletas, las rastas, las camisetas y los carritos de beb¨¦ pasaban a formar parte de las instituciones. Podemos volvi¨® a acaparar la atenci¨®n de los medios en las elecciones de junio de 2016 con el famoso programa electoral en formato de cat¨¢logo de Ikea, una apuesta original que permit¨ªa m¨²ltiples lecturas de la formaci¨®n.
Quiz¨¢ porque en esta campa?a es la derecha la que se encuentra en la oposici¨®n, el mayor esfuerzo creativo parece haberse desarrollado de este lado del arco pol¨ªtico. Al principio de la campa?a, vimos al PP montar una agencia de viajes, Viajes Falcon, en la calle Ferraz con la que las Nuevas Generaciones del partido pretend¨ªan denunciar un presunto uso abusivo por parte de S¨¢nchez del avi¨®n oficial del Gobierno.
Con un mensaje similar, esto es, resaltar el supuesto gusto del actual presidente por las prerrogativas m¨¢s fr¨ªvolas del poder, Ciudadanos despleg¨® una enorme pancarta sobre una avenida madrile?a, interpelando a S¨¢nchez sobre su confesado cambio de colch¨®n cuando lleg¨® a La Moncloa. Si el arranque de la campa?a estuvo protagonizado por Vox y su simb¨®lica elecci¨®n del santuario de Covadonga para lanzar su reconquista de Espa?a, Rivera no quiso dejar de sorprender a sus simpatizantes, con un recurso utilizado por otros l¨ªderes fuera de Espa?a, e inici¨® la suya en Pedraza de la Sierra, un tur¨ªstico pueblo segoviano, mientras su holograma aparec¨ªa en la sede de Ciudadanos en Madrid.
En contraste con el hiperbolismo y la hiperactividad de la derecha, y m¨¢s all¨¢ de la proyecci¨®n por unas horas de los papeles de B¨¢rcenas sobre las fachadas de la plaza Mayor de Madrid, Unidas Podemos parece haber optado por realizar una campa?a basada en la moderaci¨®n y el sosiego. La Constituci¨®n, tomada literalmente, ha pasado a ocupar el lugar del cat¨¢logo de Ikea, con su sugerente simbolismo mercadot¨¦cnico, en la nueva estrategia de la coalici¨®n morada. Frente al enfant terrible que, por momentos, parece buscar encarnar Albert Rivera, con su tono desenfadado a la par que agresivo y apelaciones a la revoluci¨®n, Pablo Iglesias, el otrora rebelde con causa, emerge como el hermano mayor, sensato y responsable, como si de verdad la paternidad le hubiera hecho, como ¨¦l mismo dice, mejor persona.
La informalidad y el efectismo, que se instalaron en nuestra ¨¢gora de la mano de la llamada nueva pol¨ªtica, se han normalizado. Cada vez resulta m¨¢s dif¨ªcil sorprender genuinamente al votante.
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