Tiempo de conectores
Los resultados electorales muestran que la conversaci¨®n social est¨¢ menos crispada y polarizada que la que protagonizan algunos l¨ªderes
La esfera p¨²blica es el espacio donde tienen lugar nuestras conversaciones. En tiempos de hipercomunicaci¨®n, ?cu¨¢ntos espacios coexisten en un mismo territorio y c¨®mo se relacionan entre s¨ª?
Los resultados electorales del 28-A nos han mostrado que la conversaci¨®n social est¨¢ menos crispada y polarizada que la que protagonizan algunos l¨ªderes pol¨ªticos a golpe de tuit y titular. Todo un s¨ªntoma de madurez democr¨¢tica de nuestra sociedad, que contrasta con el estado de constante irritaci¨®n pol¨ªtica en el que hemos vivido durante, al menos, este ¨²ltimo a?o.
Quienes han hecho un seguimiento preciso de los argumentos m¨¢s manejados en la campa?a y reflejados en los medios de comunicaci¨®n han comprobado c¨®mo el asunto estrella en los titulares era irremediablemente el conflicto catal¨¢n, seguido de un tema tan autorreferencial como los debates televisados. Dos aspectos alejados de las preocupaciones ciudadanas, que no aparecen ni en las conversaciones cotidianas ni entre las primeras inquietudes de los espa?oles que refleja el CIS, pese a que el debate pol¨ªtico sigue estando en la calle. Esta clara diferencia entre la opini¨®n p¨²blica y la publicada nos habla de un ecosistema pol¨ªtico-medi¨¢tico que puede estar perdiendo su capacidad de pulsar la realidad m¨¢s all¨¢ de su propio ¨¢mbito.
Adentr¨¢ndonos en su conversaci¨®n se comprueba, como indica un reciente trabajo publicado en EL PAIS, que los l¨ªderes pol¨ªticos tienden tambi¨¦n a crear comunidades cerradas de relaciones que acaban convirtiendo la red en una c¨¢mara de eco, perdiendo buena parte de su capacidad para conocer lo que existe m¨¢s all¨¢ de su c¨ªrculo m¨¢s cercano y creando guetos virtuales. No s¨®lo eso, sino que esta l¨®gica de fragmentaci¨®n salta del espacio virtual al f¨ªsico y configura todo un modelo de sociedad con c¨ªrculos cada vez m¨¢s cerrados y aislados. Lo vemos a las claras en el conflicto catal¨¢n, pero tambi¨¦n en la desaparici¨®n de los discursos de transversalidad pol¨ªtica que emergieron con fuerza hace apenas cuatro a?os.
Este mismo esquema se reproduce entre los seguidores de un club deportivo, los fans de un grupo musical o los adictos a Juego de Tronos, por poner algunos ejemplos. Y si esto es grave en t¨¦rminos de capital social, lo es mucho m¨¢s en lo que respecta a los l¨ªderes pol¨ªticos, que necesitan conocer los estados de ¨¢nimo y de opini¨®n del conjunto de la sociedad para poder cumplir con su funci¨®n. De lo contrario, su trabajo carecer¨¢ de eficacia y nos sumir¨¢ en una espiral de progresiva p¨¦rdida de legitimidad democr¨¢tica.
Cada vez es m¨¢s perentoria la necesidad de conectores que sean capaces de poner en relaci¨®n a esas esferas que progresivamente se van cerrando sobre s¨ª mismas. La sociedad red funciona si los nodos est¨¢n conectados, pero hoy vemos c¨®mo las conexiones tienden a debilitarse, cuando no a romperse de forma estruendosa. En tiempos de crisis de la intermediaci¨®n, se precisan instancias de conexi¨®n que nos ayuden a tejer red. La l¨®gica de la competici¨®n pol¨ªtica no invita a ello, pero, ?Y la de la cooperaci¨®n de la sociedad civil?
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