?Qu¨¦ quieren verdaderamente los europeos?
Europa, hoy, est¨¢ amenazada por una epidemia de nostalgia. Muchos votantes creen que el mundo pasado era mejor. Tienen miedo de que sus hijos vivan peor que ellos, pero no saben c¨®mo impedirlo
Dentro de dos semanas, los europeos depositar¨¢n sus votos para elegir al nuevo Parlamento Europeo. Quien lea los grandes peri¨®dicos y escuche a los dirigentes pol¨ªticos del continente acabar¨¢ creyendo que el electorado europeo est¨¢ radicalmente polarizado y los votantes se disponen a hacer una elecci¨®n trascendental. Estos comicios, nos dicen muchos, son una especie de refer¨¦ndum. La extrema derecha cuenta con que sean un refer¨¦ndum sobre la inmigraci¨®n (o, mejor dicho, sobre la ineptitud de Bruselas para abordarla), mientras que los progresistas y europe¨ªstas las conciben como un plebiscito sobre la supervivencia de la Uni¨®n Europea. Los estrategas de extrema derecha conf¨ªan en que las elecciones se parezcan a la victoria de Donald Trump en 2016, y los progresistas esperan que recuerden a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2017 en Francia, cuando Emmanuel Macron derrot¨® a Marine Le Pen. Ambos bandos, al parecer, est¨¢n de acuerdo en una cosa: nos encontramos ante una guerra tribal entre populistas-nacionalistas y europe¨ªstas comprometidos.
Salvo que nada de todo esto es verdad.
Un sondeo electoral detallado de casi 50.000 personas en 14 de los Estados miembros m¨¢s poblados de la Uni¨®n Europea, realizado por la empresa YouGov para el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, ha llegado a la conclusi¨®n de que existe una gran diferencia entre la descripci¨®n que hacen los medios de comunicaci¨®n sobre el ¨¢nimo de los europeos en v¨ªsperas de las elecciones y la realidad.
Eso no quiere decir que la situaci¨®n sea necesariamente m¨¢s esperanzadora; sencillamente, es distinta. La idea de la extrema polarizaci¨®n de los votantes encaja en Polonia, donde la divisi¨®n entre el Gobierno nacionalista populista y la oposici¨®n es tal que cruzar la l¨ªnea que los separa es tan improbable como desertar al bando enemigo en una guerra. En el resto de los pa¨ªses, sin embargo, el problema no es que no sea posible cambiar la opini¨®n de los votantes; es que ellos no tienen claro qu¨¦ opini¨®n tienen.
La frontera entre los proeuropeos y los antisistema euroesc¨¦pticos es hoy la menos protegida de Europa
A medida que se acercan las elecciones, he estado pensando en una frase humor¨ªstica de un cuento absurdo que recuerdo de cuando era ni?o: ¡°Lord Ronald no dijo nada; sali¨® corriendo de la sala, mont¨® de un salto sobre su caballo y se fue cabalgando como loco en todas direcciones¡±.
Una inmensa mayor¨ªa de europeos desea cambios, pero ese deseo puede manifestarse de formas muy distintas. En Holanda, por ejemplo, en las elecciones provinciales de marzo, los votantes apoyaron a un partido de extrema derecha y antiinmigraci¨®n. Ese mismo mes, los eslovacos escogieron como presidenta a una liberal despu¨¦s de muchos a?os de que su pa¨ªs se considerase un basti¨®n populista inquebrantable. Ambos fueron votos en contra del statu quo, pero ese statu quo, que en Holanda eran los partidos tradicionales, en Eslovaquia lo constitu¨ªan los populistas.
Lo que est¨¢ sucediendo no es que los votantes convencionales est¨¦n y¨¦ndose hacia los extremos, sino que se mueven en todas las direcciones, hacia la izquierda y la derecha, hacia los antisistemas y hacia los partidos tradicionales. El cruce constante de las fronteras ideol¨®gicas es una nueva versi¨®n de la crisis migratoria. Excepto que, en el caso de la migraci¨®n de votantes, la tasa de retorno parece ser infinitamente m¨¢s elevada. M¨¢s de la mitad de los que dicen que piensan votar a partidos nuevos dicen tambi¨¦n que pueden cambiar su voto. En estas elecciones hay una incertidumbre casi total. De acuerdo con nuestra encuesta, la mitad de la poblaci¨®n piensa abstenerse. Al menos el 15% no tiene todav¨ªa claro si va a votar. Y entre los que s¨ª lo tienen claro, el 70% est¨¢ indeciso. Es decir, hay 97 millones de votantes a los que los partidos a¨²n tienen que captar.
No obstante, s¨ª puede haber quiz¨¢ una cosa que une a los votantes de toda Europa.
Los electores europeos parecen vacilar entre su deseo de cambio y su nostalgia del pasado
En 1688, el m¨¦dico suizo Johannes Hofer acu?¨® el t¨¦rmino ¡°nostalgia¡± para designar una nueva enfermedad. Su s¨ªntoma principal era un ¨¢nimo melanc¨®lico derivado del anhelo de regresar a la tierra natal. Los que la sufr¨ªan sol¨ªan quejarse de que o¨ªan voces y ve¨ªan fantasmas. Pues bien, Europa, hoy, est¨¢ amenazada por una epidemia de nostalgia. Los votantes europeos est¨¢n enfadados, confusos y nost¨¢lgicos. Muchos creen que el mundo pasado era mejor, pero no saben con certeza a qu¨¦ pasado se refieren. Tienen miedo de que sus hijos vivan peor que ellos, pero no saben c¨®mo impedirlo.
La paradoja europea es que sus ciudadanos comparten la convicci¨®n de que el mundo pasado era mejor, pero no se ponen de acuerdo en cu¨¢l fue esa edad de oro. Los partidos antiinmigraci¨®n sue?an con la ¨¦poca de los Estados ¨¦tnicamente homog¨¦neos ¡ªcomo si alguna vez hubieran existido¡ª, mientras que, en la izquierda, muchos tienen nostalgia del sentimiento de progreso que defini¨® la integraci¨®n europea.
Los electores europeos parecen vacilar entre su deseo de cambio y su nostalgia del pasado. Europa no se divide entre los que creen en Bruselas y los que creen en sus naciones-Estado ¡ªel grupo m¨¢s numeroso es el de los que se muestran esc¨¦pticos tanto sobre la Uni¨®n Europea como sobre la naci¨®n-Estado¡ª, sino que est¨¢ unida por los que tienen miedo de que el ayer haya sido mejor que el hoy y que el hoy sea mejor que el ma?ana.
Hay que preguntarse si las elecciones parlamentarias europeas van a reforzar la dolencia y a agravar el malestar nost¨¢lgico del continente o si van a representar la primera etapa de la recuperaci¨®n y un giro hacia el futuro. Solo hay una certeza: la frontera entre los grandes partidos proeuropeos y los partidos antisistema euroesc¨¦pticos es hoy la menos protegida de Europa. Estas semanas van a ser cruciales para hacer que el electorado decida d¨®nde ¡ªa qu¨¦ lado de esa frontera¡ª van a refugiarse las mayor¨ªas.
Ivan Krastev es columnista de opini¨®n, presidente del Center for Liberal Strategies, investigador permanente en el Instituto de Ciencias Humanas Sciences de Viena y autor, entre otros libros, de After Europe.
? 2019 The New York Times.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.