El reto del siglo
Fabricamos mitos individualistas para luego asistir al espect¨¢culo de su destrucci¨®n

Al saber que hoy se decide el futuro de la Orquesta de Granada, abandonada en su financiaci¨®n, a uno le invaden dudas sobre si el ascenso del individualismo no resulta ya insostenible. A menudo los espectadores se preguntan en voz alta por qu¨¦ no funcionan demasiado bien las ficciones sobre f¨²tbol y s¨ª en cambio sobre disciplinas individuales en deportes menos populares. La respuesta es sencilla, la ¨¦pica en el espect¨¢culo necesita de un protagonismo ¨²nico para poder ser representada y compartida. Desde las religiones hasta los relatos heroicos, la figura del icono individual se apodera del relato. Las epopeyas colectivas son dif¨ªciles de narrar. Y nosotros nos moldeamos a la manera del relato, del mismo modo que nos convertimos en lo que nos obliga a convertirnos la publicidad, sin darnos cuenta de que el proceso convendr¨ªa que fuera inverso. En un tiempo anterior no ten¨ªa tanto peso en la sociedad la cultura del espect¨¢culo, exist¨ªa la cercan¨ªa y la experiencia vivida. Al d¨ªa de hoy, la transmisi¨®n de todo lo real a trav¨¦s de pantallas, fuerza a que los relatos sean transmitidos como ficciones elaboradas. Por eso el individualismo se ha reforzado.
Tanto es as¨ª que hasta en la pol¨ªtica existe un relato individualizado. La Transici¨®n espa?ola son dos personas y la relevancia que han cobrado los salvapatrias, desde Trump hasta Putin pasando por Salvini, es referencia directa al pap¨¢ autoritario que viene a poner orden en el hogar. Ejemplos como el de Macron apuntalan la idea de que pueden existir liderazgos sin partido. El lema zafio de Vuelve el hombre nos cal¨® para mal. Hace pocos d¨ªas eliminaron al Barcelona en la Copa de Europa y hubo una crisis de relato colectivo. Si Messi era invencible, como se nos dec¨ªa en cada titular durante los meses anteriores, ?c¨®mo resultaba posible que alg¨²n rival lo venciera? Muy sencillo, en lugar de valorar que su equipo andaba ganando por encima de sus posibilidades reales, se insist¨ªa en ese valor individual tan sostenido en lo medi¨¢tico. Semanas antes hab¨ªa sucedido con Cristiano Ronaldo, eliminado una ronda anterior, pero bajo el mismo ensalmo glorificador a su persona. En el pasado Mundial, fue risible leer en la prensa, tras la eliminaci¨®n de ambas estrellas con sus selecciones, que el tiempo de las individualidades hab¨ªa terminado. Al d¨ªa siguiente, el jugador de Francia Kylian Mbapp¨¦ hizo un partido llamativo y esos mismos titulares corrieron a coronarlo como el nuevo Pel¨¦.
Necesitamos que individuos representen el m¨¦rito absoluto. Sucede as¨ª porque el consumo es inducido a trav¨¦s de la representaci¨®n particular. La publicidad no es m¨¢s que otra rama de la ficci¨®n, como la autobiograf¨ªa y la f¨¢bula. Ya apenas quedan relatos sostenidos de un esfuerzo colectivo, de la importancia de afrontar los debates y los conflictos con todas las sensibilidades incorporadas. En la cultura del superh¨¦roe, los ni?os son educados en figuras del salvador y del m¨¢rtir, en lugar del acuerdo y la estrategia de grupo. Somos un caos que algunos pretenden resolver a fuerza de francotiradores. Pero no es as¨ª. La empresa colectiva permanece inalterable como la ¨²nica soluci¨®n posible. Fabricamos mitos individualistas para luego asistir al espect¨¢culo de su destrucci¨®n. Fauna de usar y tirar, que encadenamos de manera incansable. Mov¨¢monos hacia las orquestas, al ejercicio de afinaci¨®n general, de cadencia grupal, y las cosas nos saldr¨¢n mucho mejor. Podr¨ªa ser el reto del siglo.
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