Marcha sobre Mil¨¢n
La Europa unida empieza a reaccionar contra las amenazas de la ultraderecha
El l¨ªder de la ultraderecha italiana, Matteo Salvini, convoc¨® ayer a la ultraderecha europea a una demostraci¨®n de fuerza en Mil¨¢n. Salvini y sus correligionarios de una docena de pa¨ªses quisieron presentar la iniciativa como un desaf¨ªo a la Uni¨®n y sus principios fundacionales con la vista puesta en las elecciones europeas del pr¨®ximo domingo; en realidad, no pudieron evitar rendirles un involuntario homenaje, al reconocer que las instituciones comunes son el m¨¢s s¨®lido baluarte contra la realizaci¨®n de su programa.
Destruir la Uni¨®n, debilitarla, es el ¨²nico objetivo en el que coinciden los partidos de ultraderecha que est¨¢n proliferando en los diversos Estados de la Uni¨®n, porque m¨¢s all¨¢ de ¨¦l solo pueden ofrecer lo mismo que ya conoci¨® el continente: una rivalidad irracional entre sentimientos de superioridad identitaria sin otro fundamento que haber nacido en el interior de unas fronteras, hablar una u otra lengua, o profesar un credo u otro. La estrategia com¨²n que les ha llevado a Mil¨¢n tiene l¨ªmites estrechos, porque detr¨¢s de la coincidencia t¨¢ctica en oponerse al proyecto europeo se esconde la insalvable divergencia de exaltar los respectivos sentimientos nacionales. Y en la inevitable espiral sectaria a la que conduce una opci¨®n que se limita a poner la propia pertenencia por delante de todas las dem¨¢s, la xenofobia que hoy exhiben contra inmigrantes y refugiados se volver¨ªa contra unos u otros europeos, de desaparecer la Uni¨®n.
Los avances de la ultraderecha en Europa no son resultado de la fatalidad, sino de los graves errores estrat¨¦gicos cometidos por las fuerzas democr¨¢ticas. Fue sin duda un error aceptar la austeridad como ¨²nica pol¨ªtica econ¨®mica posible y debilitar as¨ª el consenso pol¨ªtico en torno al Estado de bienestar; como tambi¨¦n aceptar como una realidad incontestable la idea de que los populismos que prendieron entre los sectores sociales abandonados a su suerte por esta decisi¨®n planteaban correctamente los problemas, aunque ofrec¨ªan soluciones equivocadas. Lo que los populismos suelen ofrecer son recetas ideol¨®gicas incompatibles con el sistema democr¨¢tico, en la seguridad de que tarde o temprano acabar¨¢n por acorralarlo en la alternativa saducea de no poder ofrecer una alternativa o tener que traicionarse para hacerlo.
En este sentido, el sistema democr¨¢tico no puede precipitarse sin destruirse en especulaciones pol¨ªticas acerca de la identidad y la naci¨®n, porque su territorio es el de la ciudadan¨ªa y el Estado. Y no es cierto tampoco que la fidelidad a supuestas esencias colectivas tenga m¨¢s capacidad para movilizar las emociones que el compromiso con la libertad, la igualdad y la justicia social que inspira el proyecto de la Europa unida. La presencia que ha llegado a obtener la ultraderecha en las instituciones tanto internas como comunitarias demuestra el error de intentar arrebatarle electoralmente ciertas banderas, como la de preservar la homogeneidad frente a la inmigraci¨®n o la de asociar ¨¦sta con la inseguridad. Sencillamente porque esas banderas son las suyas, y de nadie m¨¢s.
El europe¨ªsmo de Macron y la recuperaci¨®n electoral de partidos socialdem¨®cratas y comprometidos con la Uni¨®n en Espa?a y Portugal podr¨ªan ser los primeros s¨ªntomas de que los ciudadanos han cobrado conciencia de lo mucho que est¨¢ en juego, tan solo a la espera de que Alemania resuelva la sucesi¨®n de la canciller Angela Merkel. La eventual salida del Reino Unido y los avances de los partidos de ultraderecha en las instituciones no son fen¨®menos distintos, sino un mismo fen¨®meno, que es el que trata de capitalizar Salvini. Frente a ¨¦l y sus correligionarios las fuerzas democr¨¢ticas no pueden mostrarse divididas ante el temor a ser acusadas de debilidad por defender la Uni¨®n, sus garant¨ªas y sus leyes, sino inequ¨ªvocamente comprometidas en la defensa de Europa y de los principios que la han hecho posible. El pr¨®ximo domingo los ciudadanos tendr¨¢n en su mano evitar que la marcha sobre Mil¨¢n se transforme en el inicio de una nueva marcha sobre Roma.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.