Melancol¨ªa o chuler¨ªa
Los ciudadanos deber¨ªamos reaccionar ante estos bravucones poseedores de una ¨²nica raz¨®n, la suya
Dicen que no conoces bien a tu hermano hasta que no llega el momento de repartirse una herencia, ni a tu pareja si no te ves en la situaci¨®n de acordar un divorcio. Todos los dichos populares se me antojan deprimentes por la idea miserable que muestran del ser humano. Pero admitamos que si existen es porque reflejan situaciones recurrentes. Este de las herencias y los divorcios lo le¨ª en un reportaje del Expresso portugu¨¦s sobre el bullying entre hermanos. ?Hay que admitir que cualquier amor puede degradarse, sea filial o sentimental, cuando se trata de ceder algo para alcanzar un punto de acuerdo? Escuch¨¦ hace bastantes a?os al magistrado Mart¨ªn Pall¨ªn afirmar que las organizaciones vecinales deb¨ªan evitar que los conflictos entre vecinos acabaran en un juzgado. Esta idea, escuchada en mis a?os de formaci¨®n, se me viene a la mente cada vez que observo c¨®mo esa incapacidad emerge en la vida p¨²blica y sacude nuestra convivencia.
Estos d¨ªas pasados en Suecia he comprobado c¨®mo su concepto de democracia, en el que por sistema cualquier decisi¨®n se discute, ha surgido en la conversaci¨®n en varias ocasiones. Muchas veces en comparaci¨®n con la est¨¦ril vehemencia espa?ola. El que pierde, en una democracia activa, no es el que se sale con la suya, sino el primero que tira la toalla y se levanta de la mesa. El ejercicio tenaz del consenso es pesado, todas las decisiones resultan lentas, y requieren de la santa paciencia de los interlocutores que asumen que hasta las infraestructuras requieren a?os de debate. Concebir que no se trata de ganar sino de estrechar las manos del adversario al final de un proceso requiere un compromiso ¨¦tico. Tienen alguna l¨ªnea roja, desde luego: la extrema derecha, por ejemplo, est¨¢ excluida de cualquier acuerdo. Y eso es algo que se deja claro antes y despu¨¦s de unas elecciones.
Me pregunto qu¨¦ es entonces lo que ocurre en Espa?a y qu¨¦ quieren decir algunos cuando se declaran a s¨ª mismos europe¨ªstas. En los ¨²ltimos tiempos, lo que muestra nuestra clase pol¨ªtica, dispersa en partidos que habr¨¢n de llegar a grandes o puntuales acuerdos si no quieren convertir el pa¨ªs en un disparate, es una especie de empe?o ciego y ego¨ªsta en frustrar el curso de cualquier entendimiento. Mala pedagog¨ªa para el pueblo. Genera desapego en los ciudadanos, que vemos c¨®mo solo prevalecen los intereses partidistas. Y es que hasta para hacer una buena oposici¨®n, desde la derecha, la izquierda o el activismo, debe haber un Gobierno.
Contamos, adem¨¢s, con una tozuda nostalgia de aquella primera etapa de la democracia, que algunos definen con insistencia como m¨¢s s¨®lida que la de ahora, con pol¨ªticos m¨¢s instruidos e instituciones m¨¢s respetadas. ?No ser¨¢ que quienes sostienen esa imagen idealizada del pasado reciente se han hecho mayores y no quieren recordar los vergonzosos episodios que cada ¨¦poca contiene? ?No hay en esa melancol¨ªa una falta de generosidad y una actitud autoindulgente?
En este presente que vivimos la negociaci¨®n permanente va a ser la norma, y ay de aquel que no lo entienda. Los ciudadanos deber¨ªamos reaccionar ante estos bravucones poseedores de una ¨²nica raz¨®n, la suya. Es la cerraz¨®n de los perezosos, de los arrogantes, de los que viven del l¨ªo. ?A qu¨¦ Europa se refieren cuando hablan de Europa? La composici¨®n pol¨ªtica europea es hoy trabajosa, pero resulta ineludible considerar un deber moral no levantarse de la mesa. Ser chulo deber¨ªa dejar de ser en Espa?a, de una vez por todas, una cualidad.
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