Mal amor
Tras ver las reacciones a la Do?a Francisquita de Llu¨ªs Pasqual, para m¨ª una versi¨®n prodigiosa, pienso que es un triste destino el de la zarzuela
UNA AMIGA M?A me dijo que le hab¨ªan ofrecido entradas, que me animara, que iban a venir Fulanita y Zutanita, que despu¨¦s podr¨ªamos irnos a cenar y re¨ªrnos un rato. Cuando le dije que s¨ª, no ten¨ªa ni idea de lo que iba a ver. Una zarzuela, s¨ª. Do?a Francisquita, s¨ª, pero nada m¨¢s.
Hablo de ese montaje que est¨¢ criticando medio mundo, la misma obra que algunos espectadores maleducados patean y adornan con gritos de ?fuera!, ?fuera!, la funci¨®n paralela que determinados medios de comunicaci¨®n se apresuran a grabar para difundir al d¨ªa siguiente. Yo la vi el d¨ªa del estreno y, cuando termin¨®, aplaud¨ª de pie, durante mucho tiempo, a los cantantes, a la orquesta, y a Llu¨ªs Pasqual, director de una versi¨®n que me hab¨ªa parecido prodigiosa, toda una haza?a.
Nunca hab¨ªa visto una zarzuela en un teatro, pero cuando era ni?a, en la primera cadena de TVE, cada s¨¢bado por la noche sol¨ªan emitir una, grabada en blanco y negro, con actores y actrices conocidos que simulaban cantar sobre una grabaci¨®n. Cuando era peque?a me aburr¨ªan mucho. M¨¢s tarde, al entrar en la adolescencia, desarroll¨¦ una aversi¨®n militante contra el g¨¦nero chico que no era muy distinta de la que me llev¨® a repudiar, hasta bien entrada la juventud, todas las manifestaciones de la cultura espa?ola. Los ni?os del tardofranquismo ¨¦ramos as¨ª de tontos, de incultos, de injustos. Con el tiempo reconoc¨ª las dimensiones de mi error en libros y en pel¨ªculas, en obras de teatro, y hasta en las coplas que cantaba mi madre, canciones que me encantaban hasta que decid¨ª que eran casposas, franquistas y p¨¦simas, pero nunca me reconcili¨¦ con la zarzuela.
Sin embargo, en los primeros a?os del siglo XXI, cuando empec¨¦ a investigar lo que hab¨ªa pasado en Espa?a en la primera mitad del XX, vi bastantes, filmadas durante la II Rep¨²blica, el mismo periodo hist¨®rico donde se sit¨²a el primer acto de la versi¨®n de Pasqual. Eran zarzuelas en blanco y negro, como las de mi infancia. Con actores y actrices que cantaban sobre una grabaci¨®n, igual que aquellas. La misma m¨²sica, los mismos parlamentos, la misma ciudad y un sentido absolutamente distinto. Aquel Madrid popular, plebeyo, noct¨¢mbulo y chispeante de las vecinas en zapatillas, los chulos discutiendo con las guapas, las familias asomadas al balc¨®n, no ten¨ªa nada que ver con el acartonamiento pazguato, domesticado y rancio de las zarzuelas de TVE. Aquellas pel¨ªculas republicanas eran manifestaciones, exitosas y alegres, de una cultura intr¨ªnsecamente popular, ansiosa de libertad, una s¨ªntesis admirable de modernidad y tradici¨®n. Tal vez por eso, Pasqual proyecta im¨¢genes de la pel¨ªcula de 1934 en el tercer acto de la versi¨®n que se representa ahora mismo en La Zarzuela, mientras que el segundo est¨¢ situado en uno de los plat¨®s de televisi¨®n donde se grababan aquellas zarzuelas que tanto me aburr¨ªan en los a?os sesenta.
Yo aplaud¨ª su versi¨®n con fervor por diversas razones. La primera, decididamente ego¨ªsta, porque antes de que empezara cre¨ªa que me iba a aburrir y me divert¨ª mucho, cre¨ªa que no me iba a gustar y me hab¨ªa encantado. La segunda, porque la puesta en escena, que juega con el tiempo y suprime los parlamentos de una manera que me pareci¨® brillante, no s¨®lo es audaz. Tambi¨¦n es inteligente, porque encuentra un camino original para procurar la supervivencia de un g¨¦nero que estaba agonizando. Esa es mi tercera raz¨®n. Viendo Do?a Francisquita en 2019, comprend¨ª que una zarzuela, basada en una comedia de Lope de Vega y estrenada en 1923, puede resultar atractiva para espectadores de 30 a?os. Nunca se me hab¨ªa ocurrido hasta que los vi en el patio de butacas. Eran pocos, pero aplaud¨ªan mucho. Les hab¨ªa gustado tanto como a m¨ª.
Al salir del teatro, me encontr¨¦ con algunos amigos, mayores que yo, muy disgustados. Se quejaban de que el director hubiera metido demasiada mano en la obra original. No lo entend¨ª. Tampoco pude discutir mucho con ellos porque ten¨ªa que irme a cenar con mis amigas, pero lo ¨²ltimo que esperaba era que su reacci¨®n se multiplicara a tanta velocidad, con tanta virulencia.
Desde entonces pienso que es un triste destino el de la zarzuela. Porque quienes m¨¢s la aman, est¨¢n dispuestos a que muera con ellos.
Mal amor es ese.?
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