¡®Do?a Francisquita¡¯, otra vez ser¨¢

Pese a tratarse de uno de los grandes cl¨¢sicos del g¨¦nero, tampoco son tantas las ocasiones en que Do?a Francisquita ha subido a las tablas del teatro de la Zarzuela. Lo ha hecho en nueve, contando esta que se present¨® el martes y la primera versi¨®n de 1924, apenas unos meses despu¨¦s del estreno en el Apolo el a?o anterior. Y como es t¨ªtulo que los aficionados paladean con fruici¨®n y esperan pacientemente, las decepciones suelen ser dolientes. Ya ocurri¨® con la anterior de 2010 y se esperaba esta firmada por Llu¨ªs Pasqual como un gran momento.

Pero parece que tenemos dificultades con nuestros cl¨¢sicos y Do?a Francisquita se ha vuelto a escurrir de entre los dedos. Como no es por falta de talento ni ganas, queda indagar qu¨¦ ha sucedido. Pasqual propone una suerte de espect¨¢culo en torno a¡­, los tres actos originales se suceden en otros tantos momentos de nuestra historia, 1934, 1964 y nuestros d¨ªas. En ellos la zarzuela se interpreta en estudio de grabaci¨®n en plena rep¨²blica, se lleva a un estudio de TV en el franquismo y concluye en una sala de ensayo actual. Un productor animador conduce la acci¨®n diciendo que solo quedan los cantables y que los textos hablados son sustituidos por su propio relato y, adem¨¢s, se sugiere que poco o nada se puede hacer con la vieja historia escrita por Romero y Fern¨¢ndez-Shaw. Puede que tenga raz¨®n y que el argumento original se resista a cualquier modernizaci¨®n, pero dejar solo la m¨²sica como residuo de la pieza hist¨®rica afirma la profunda desconfianza que a¨²n produce el g¨¦nero. Los cantables aislados de su contexto son apenas una antolog¨ªa de la obra original y si Pasqual ha querido modernizar esta zarzuela, se queda en una modernizaci¨®n de la antolog¨ªa de esta zarzuela.

En el intento queda un pu?ado de excelentes ideas teatrales, mucho magisterio en la conducci¨®n esc¨¦nica y quiz¨¢ un exceso de texto de nuevo cu?o y demasiadas gracietas prescindibles. En el tercer acto se produce uno de los momentos cumbre de esta producci¨®n: aparece Lucero Tena, la gran dama de las casta?uelas, y hace un solo con el c¨¦lebre fandango, el teatro se cae de aplausos con el merecido homenaje de este pedazo de historia viva, pero la ficci¨®n teatral desaparece, es la antolog¨ªa de la antolog¨ªa, la pobre historia de los madrile?os enamorados se esfuma definitivamente y el p¨²blico queda encantado de participar en una gala, bastante bien hecha, por cierto. Vives queda ¨ªntegro, pero se le quita su soporte, eso no es modernizar un cl¨¢sico, es, m¨¢s bien, proyectar sobre ¨¦l toda la desconfianza de una ¨¦poca hacia su raz¨®n de ser. Qu¨¦ se le va a hacer, otra vez ser¨¢; quiz¨¢ dentro de pocos a?os, en 2023 con motivo de su centenario.

Dicho esto, la producci¨®n es muy buena y, c¨®mo no, cuenta con un reparto que no defrauda. El cuarteto protagonista es solvente y homog¨¦neo y destacan la Francisquita de Sabina Pu¨¦rtolas, magn¨ªfica de tono y color vocal, y el paradigm¨¢tico Fernando del curtido tenor Ismael Jordi (hablo del primer reparto) que ya estuvo en la producci¨®n de 2010 y que proporciona entidad sonora y musicalidad a un papel en el que a¨²n resuenan los ecos de un Kraus que lo cant¨® aqu¨ª para siempre en 1956. El coro, siempre importante en las obras de Vives, legendario fundador del Orfe¨® Catal¨¤, canta a su mejor altura y la orquesta tiene todo el br¨ªo que le inyecta la juventud de ?liver D¨ªaz. Buen papel del grupo de baile y, en general un prodigio de t¨¦cnica y recursos en el equipo que mueve Llu¨ªs Pasqual que, en su terreno, sigue siendo un artista indiscutible.