La evoluci¨®n de la palabra quilombo: de significar prost¨ªbulo a foll¨®n
Hay t¨¦rminos inmigrantes que llegan a un pa¨ªs y all¨ª se instalan: primero sin papeles; despu¨¦s, a veces, con.
HAY PALABRAS: miles y miles de palabras. Pero surgen, sin embargo, m¨¢s y m¨¢s. Muchas nacen porque aparece una cosa o una funci¨®n o una idea nuevas: son las palabras de su tiempo. A nadie se le ocurri¨® hablar de computadoras o computadores u ordenadores en C¨®rdoba en el siglo XVII; a nadie, de neurosis en Panam¨¢ en el XVIII; a nadie, de neutrones en Montevideo en el XIX; a nadie, de selfis en Sig¨¹enza en el XX. Ahora s¨ª.
Y otras no nacen: lo parece, pero en realidad no son m¨¢s que palabras inmigrantes, que llegan a un pa¨ªs y all¨ª se instalan ¡ªprimero sin papeles; despu¨¦s, a veces, con. En nuestras culturas suelen ser inglesas: las lenguas de la t¨¦cnica y las modas est¨¢n llenas de ellas. Pero tambi¨¦n las hay, dentro del ancho castellano, que llevaban tiempo en un lugar y de pronto se mudan. Y a veces, incluso, arman quilombo.
Las palabras son entes sibilinos: nos usan, se divierten, hablan por nuestras bocas. ?Qu¨¦ dice uno cuando dice perro, cuando can, cuando canas, cuando canel¨®n? ?Qu¨¦ historia, qu¨¦ historias, qu¨¦ tradiciones pone en marcha al pronunciar o dibujar cada palabra? Las palabras son gnomos poderosos que dicen tanto m¨¢s que lo que cree que dice quien las dice. Mola ¡ª?mola?¡ª a ratos tratar de saber qu¨¦ decimos cuando las decimos.
La palabra quilombo tiene siglos de uso en Argentina ¡ªdonde lleg¨® desde el bant¨² angole?o a trav¨¦s de Brasil. Un quilombo era, al principio, una de esas poblaciones de fortuna que armaban, en selvas y sierras retiradas, esclavos negros que hu¨ªan de sus cadenas. A veces esos pueblos duraban meses, a?os; otras, d¨¦cadas, siglos. Para el orden blanco colonial eran lugares de desorden, de cierta perdici¨®n; de ah¨ª, seguramente, que la palabra pas¨®, en Buenos Aires, a significar prost¨ªbulo.
Y de ah¨ª, a principios del siglo XX, a valer por ¡°l¨ªo, barullo, gresca, desorden¡± ¡ªcomo dice hoy la RAE. El proceso es habitual: quilombo, en argentino, funciona igual que bordel en franc¨¦s, casino en italiano: una voz coloquial que se emple¨® primero para decir casa de putas y pas¨®, de ah¨ª, a se?alar un caos, un foll¨®n ¡ªque tambi¨¦n viene de follar.
En todo caso, quilombo se qued¨® en la Argentina, no viaj¨®. Hace muy pocos a?os, en Espa?a, nadie la dec¨ªa ¡ªni la entend¨ªa. Hubo, claro, aqu¨ª, palabras argentinas que se aclimataron: fue desaparecido, fue gambeta, fue entra?a, fue pibe, fue un escrache. Pero quilombo no formaba parte. Me impresiona ¡ªcon perd¨®n¡ª pensar que yo la vi llegar.
O, por lo menos, imponerse. La palabra quilombo estaba entrando pero recibi¨® su sanci¨®n definitiva en esa definitiva verg¨¹enza de la argentinidad que fue aquel partido entre ?River y Boca que la Argentina no fue capaz de organizar y ?debi¨® emigrar hasta Madrid. La v¨ªspera del partido, la palabra consigui¨® la residencia: un diario deportivo titul¨® en su tapa ¡°Quilombo en el Bernab¨¦u¡±, y no crey¨® que debiera explicarlo.
?ltimamente la he o¨ªdo muchas veces: ahora forma parte. No es casual que quilombo sea una de las palabras m¨¢s representativas de la Argentina actual: resume esa sensaci¨®n de confusi¨®n y descontrol ¡ªel mundo como arena entre los dedos¡ª que hoy nos aflige tanto. Y no es casual que se retome: la sensaci¨®n ¡ªcon m¨¢s o menos fuerza¡ª est¨¢ por todos lados.
Y va a quedarse por un tiempo. Como todas, la palabra quilombo seguir¨¢ circulando mientras diga algo que hace falta y no aparezca una mejor, una que aporte esa impresi¨®n de que quien lo dice est¨¢ en el ajo. Porque para eso sirven, sobre todo, las palabras: para ponerte en un lugar, para tratar de parecer esto o lo otro. Aunque siempre ¡ªunas m¨¢s, otras menos, pero todas¡ª se te van de las manos o la boca, trabajan por su cuenta: son, en buen argentino, pa quilombo.?
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