Battling Siki y el d¨ªa que ?frica tumb¨® a Europa
La memoria del primer campe¨®n de boxeo africano de la historia est¨¢ muy presente en su ciudad natal en Senegal
El humilde, ca¨®tico y polif¨®nico barrio de pescadores de Guet Ndar, en la ciudad senegalesa de Saint Louis, esconde unas cuantas sorpresas. Asomada a su calle principal, entre el trasiego constante de coches, calesas tiradas por caballos, ni?os que van y vienen y ancianos sentados en la magra sombra que proyectan sus muros, hay una casa. Peque?a, modesta, de planta baja. Sobre el amarillo de sus paredes y entre la eterna ropa tendida emerge el dibujo de un joven con el torso desnudo y guantes. Al lado, una inscripci¨®n: ¡°Battling Siki, primer africano campe¨®n del mundo de boxeo. Estrella de oro para siempre¡±.
Enfrente de la peque?a vivienda, Adama Legrand Diop se sacude el cansancio propio del ayuno de este mediod¨ªa de Ramad¨¢n en animada conversaci¨®n. ¡°Aqu¨ª naci¨®¡±, se?ala con la ceremoniosa paciencia de quien ha contado la misma historia mil veces. ¡°Mi abuelo, que era su hermano peque?o, nos cont¨® la historia, pero no hablaba mucho de ¨¦l. Siki se fue muy joven y no regres¨® jam¨¢s, pero era nuestra sangre, estamos orgullosos de ¨¦l¡±.
Se llamaba Baye Fall, pero desde peque?o comenzaron a llamarlo M¡¯barick por sus travesuras y su car¨¢cter revoltoso. Nacido en 1897, era el hijo primog¨¦nito de Oulimata y el pescador Alassane Fall. Cuando era adolescente, una bailarina europea de paso por Saint Louis decidi¨® llevarlo a Europa y as¨ª fue como M¡¯barick, rebautizado como Louis por aquella extranjera, abandon¨® para siempre su ciudad natal y comenz¨® una nueva vida. Sin consultar a sus padres. Hoy se llamar¨ªa secuestro, pero entonces eran otros tiempos.
En el barrio saintlouisien de Balacoss hay un peque?o gimnasio con suelo de cemento. En la pared detr¨¢s del improvisado ring, en realidad un espacio delimitado por unas cuerdas tendidas entre la pared y una columna, solo cuelga una foto. Es una instant¨¢nea de un combate de Muhammad Al¨ª. Una decena de j¨®venes y ni?os calientan los m¨²sculos. Hay quien va descalzo. Sudan la gota gorda en el calor de la tarde, pero no pueden ni acercarse al agua para refrescarse. Ramad¨¢n obliga.
En la ciudad hay tres salas de boxeo ingl¨¦s. Guisse Mamadou, de 36 a?os, es el fundador del centro deportivo que lleva su mismo nombre. Por las ma?anas trabaja como vendedor ambulante; por la tarde ¡ªy hasta la noche¡ª se convierte en entrenador de artes marciales mixtas. Empez¨® con 15 a?os a probar disciplinas de todo tipo, del kung-fu al kick boxing. ¡°Cuando era junior me gustaba pelear con seniors, aunque mi entrenador intentara disuadirme. Ten¨ªa mucha confianza¡±, recuerda. En 2016, dej¨® las competiciones y abri¨® este gimnasio, al que cada d¨ªa acuden ni?os y adultos, incluso algunas chicas. Dicen que uno de ellos es Massar Diop, pariente lejano de Battling Siki.
No lo tuvo f¨¢cil el peque?o Louis M¡¯Barick Fall cuando se qued¨® solo en Marsella. Un d¨ªa se vio envuelto en una pelea y un veterano manager de boxeo, testigo de c¨®mo tumbaba de un golpe a un gigant¨®n, decidi¨® entrenarlo, rebautiz¨¢ndolo de nuevo con el sobrenombre de Battling Siki. Con tan solo 15 a?os arranca su carrera como boxeador profesional. Tras lograr algunas victorias, la Primera Guerra Mundial se cruza en su camino y se alista para luchar por su pa¨ªs, Francia, consiguiendo la Cruz de Guerra y la Medalla al M¨¦rito Militar por su valor en la batalla. El ni?o regres¨® del frente convertido en un h¨¦roe.
Pero el boxeo era su pasi¨®n y, tras la contienda mundial, retoma su carrera. Tras algunas victorias en Francia recala en Holanda. All¨ª conoce a Linjntje van Appelteer, quien se convertir¨ªa en su mujer y con quien tuvo su ¨²nico hijo el 16 de diciembre de 1921, Louis Junior. ¡°S¨ª, se dec¨ªa que tuvo un peque?o¡±, asegura Adama Legrand Diop sentado frente a la casa natal de Siki en Guet Ndar, ¡°pero su familia aqu¨ª nunca supo nada. Nosotros somos pescadores y a eso nos dedicamos. Vienen turistas a ver la casa, preguntan y luego se van. Eso es todo¡±, remata.
En el gimnasio de Balacoss son las seis de la tarde, pero la actividad es fren¨¦tica. Abraham Koury tiene 22 a?os ¡ªcasi 23, matiza¡ª y solo lleva uno entrenando. Admite que, aunque conoce la historia de Siki, con quien sue?a es con Muhammad Al¨ª. Entrena tres d¨ªas por semana y compite en la categor¨ªa de peso ligero (64-65 kilos). Espera que en el futuro pueda ganarse la vida con esto, pero de momento le toca seguir trabajando con su padre. ¡°La nueva generaci¨®n es m¨¢s de Tyson o Muhammad Al¨ª¡±, lamenta Elhadji Kane Sow, presidente de la liga regional de boxeo de Saint Louis. ¡°Queremos que la gente sepa que este deporte existe y nuestro esfuerzo empieza a dar frutos, pero necesitamos medios¡±.
Entre 1919 y 1922, la vida sonre¨ªa a Battling Siki: 43 victorias en 46 combates. Pese a su juventud, su nombre ya sonaba con fuerza en el mundillo del boxeo. Sin embargo, lo mejor estaba por llegar. El 24 de septiembre de 1922, el gran campe¨®n del mundo de los pesos semipesados y aut¨¦ntico ¨ªdolo nacional, el franc¨¦s George Carpentier, acced¨ªa a batirse con el principiante y rudo senegal¨¦s. Aunque hab¨ªa truco, pues el combate estaba ama?ado para que el galo pudiera retener el t¨ªtulo, las cosas no salieron como estaban previstas.
Carpentier, que apenas se hab¨ªa preparado, convencido como estaba de su victoria, est¨¢ dando la esperada paliza a Siki hasta que este decide pelear. Un golpe tras otro, el joven senegal¨¦s empieza a dejar claro que no iba a dejarse tirar. En el sexto round propina un derechazo que tumba al campe¨®n, pero el ¨¢rbitro argumenta que Fall le hab¨ªa dado una patada, por lo que decide dar la victoria al franc¨¦s. Sin embargo, las intensas protestas del p¨²blico ante el evidente tongo hacen que reconsidere su decisi¨®n. Por primera vez en la historia, un africano ganaba un t¨ªtulo mundial y Siki se convert¨ªa en una celebridad. Muchos europeos lo vivieron como una humillaci¨®n.
Djiby Diop observa lo que ocurre en el ring de Balacoss desde unas butacas. Es una verdadera instituci¨®n en el mundillo del deporte de Saint Louis. Entrenador de boxeo y artes marciales mixtas, asegura: ¡°Todos los africanos est¨¢n orgullosos de Siki, su estilo era un poco bruto, ten¨ªa m¨¢s fuerza que t¨¦cnica, pero los j¨®venes que entrenan aqu¨ª conocen mejor a los boxeadores americanos, quieren viajar y conocer el mundo".
"Se fue muy joven y no volvi¨®. Creo que si hubiera regresado, quiz¨¢s su influencia hoy ser¨ªa mayor. Habr¨ªa podido originar un cambio hist¨®rico y cultural¡±, explica Yann Benoiton, entrenador. ¡°Los j¨®venes saben que no van a ganar dinero con el boxeo, pero hay un orgullo en representar a su pa¨ªs¡±.
Siki solo retuvo el t¨ªtulo unos meses y tras su derrota decide trasladarse a Estados Unidos, donde comienza su decadencia deportiva y personal. Se convirti¨® en un habitual de los bajos fondos, era conocido por su gusto por el alcohol, y se vio enzarzado en numerosas peleas callejeras. Pese a ya estar casado, volvi¨® a contraer matrimonio, en esta ocasi¨®n con la artista Lillian Werner. El 15 de diciembre de 1925 fue asesinado de dos disparos en la espalda en una calle de la ciudad de Nueva York, no lejos de su apartamento. Nunca se encontr¨® a los culpables, pero la humillante derrota de Carpentier tres a?os antes hizo perder fortunas a gente muy poderosa. Quien sabe si su suerte ya estaba escrita.
¡°Su cuerpo est¨¢ aqu¨ª, en el cementerio Thiaka Ndiaye de Guet Ndar¡±, apunta Adama Legrand Diop, ¡°en 1993 el Gobierno senegal¨¦s organiz¨® su traslado desde Estados Unidos. Eso y el orgullo de su sangre son lo ¨²nico que nos queda de ¨¦l¡±. Varias salas de deporte y un coqueto hotel en el centro de la isla llevan hoy su nombre. Hasta Youssou N'Dour le dedic¨® una canci¨®n. Su primera esposa llev¨® una vida tranquila y an¨®nima tras la muerte del campe¨®n y el rastro de su hijo se perdi¨® hace d¨¦cadas, como tragado por la historia. Sin embargo, hubo un tiempo en que un africano de Saint Louis se neg¨® a ser el saco de arena de una leyenda y rein¨® en lo m¨¢s alto del boxeo mundial. Eso ya nadie podr¨¢ borrarlo.
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