Refugiadas en el ¡®ring¡¯
El Victoria Social Center de Atenas propone el boxeo como m¨¦todo para que quienes han huido puedan evadirse de su crudo d¨ªa a d¨ªa. Zahraa y Eman se ponen los guantes cada semana
En la planta baja del Victoria Social Center de Atenas se agolpan hombres, mujeres y ni?os. En este edificio gestionado por la ONG espa?ola SOS Refugiados es la hora de la comida. En el centro del remolino de gente brilla la frente sudada de Pablo Pi?¨¢n, un joven asturiano que intenta poner orden. Las personas que reclaman su atenci¨®n son refugiados. Los hay de Siria, Afganist¨¢n, Ir¨¢n, Irak¡ Familias enteras que solicitan una raci¨®n de comida. Y Pablo intenta la improbable misi¨®n de atenderlos a todos.
¡°Damos de comer a cientos de personas cada d¨ªa¡±, explica cuando la situaci¨®n se ha calmado por fin. ¡°Aqu¨ª trabajamos gente de Pa¨ªs Vasco, Baleares, Asturias y m¨¢s sitios de Espa?a. Hace a?os ayud¨¢bamos a los refugiados en nuestro pa¨ªs, pero cuando la situaci¨®n aqu¨ª en Grecia empeor¨®, nos trasladamos¡±.
El Victoria Social Center -que recibe apoyo de Cruz Roja- no solo ofrece comida a los refugiados que llegan a Atenas. En este lugar, hay espacios para descansar, aprender ingl¨¦s y griego, recibir asistencia legal y hasta un gimnasio con un modesto cuadril¨¢tero de boxeo. Es el coraz¨®n del centro. Unas viejas m¨¢quinas de hacer gimnasia y unas maltrechas cuerdas sujetas con palos de pl¨¢stico contrastan con el alto nivel del entrenador que dirige las clases de boxeo: Jamal Alkaed, el profesor, fue campe¨®n profesional en Siria antes de que estallase la guerra. El conflicto llam¨® a la puerta de su propio gimnasio en Damasco, lugar que dirig¨ªa y en donde entrenaba a j¨®venes aficionados. ¡°Me quisieron reclutar, pero me escap¨¦ porque no quer¨ªa mancharme de sangre¡±, cuenta apoyado en la pared.
Sus alumnos en la capital siria eran aspirantes a luchadores profesionales. Hoy, en Atenas, ayuda a chicos y chicas a entrenar, con m¨¢s vocaci¨®n de evadirse de la realidad que viven que de subirse alg¨²n d¨ªa a un cuadril¨¢tero de verdad. Zahraa Halami, ¨¢rabe, y Eman Aziz Sulymany, kurda, son dos de sus alumnas. Ambas sirias. La primera, de 16 a?os, luce un velo verde; la segunda, de 20, mechas rubias en su melena suelta. Ambas portan una sonrisa amplia y unos viejos guantes de boxeo que les quedan grandes.
J¨®venes refugiadas como Zahraa o Eman son entrenadas por Jamal Alkaed, campe¨®n profesional de boxeo en Siria y ahora tambi¨¦n refugiado
Se suben al ring y practican algunos golpes. Emanan energ¨ªa, se mueven sin parar. No pueden evitar re¨ªrse a carcajadas con cada ejercicio. Ese parece el fin primordial de su entrenamiento: olvidarse, por unas horas, de su situaci¨®n. En el cuadril¨¢tero no escuchan disparos ni gritos, no hay barcazas atestadas cruzando el Mediterr¨¢neo ni traficantes de personas pidiendo dinero. No hay campos de refugiados ni falta de comida. Solo guantes, ejercicio y risas.
¡°Sal¨ª de Siria hace cuatro a?os¡±, cuenta Zahraa en un descanso. Tiene solo 16, pero se expresa como si llevase el doble vividos. Tal vez los lleve, aunque su edad despiste. ¡°Cruc¨¦ con mi familia hasta Turqu¨ªa y all¨ª estuvimos en un campo de refugiados en unas condiciones muy malas. En un momento, pasas de estar en tu casa tranquilamente, frente a tu ordenador hablando con tus amigos, a un hospital en Turqu¨ªa sin saber qu¨¦ va a ocurrir con tu vida¡±.
Siendo solo una adolescente, Zahraa se vio obligada a tomar las riendas de su familia. ¡°Tengo hermanos peque?os y mi padre se qued¨® ciego¡±, cuenta. ¡°Decid¨ª que ten¨ªamos que irnos de Turqu¨ªa, que necesit¨¢bamos condiciones mejores. Me arriesgu¨¦¡±. Zahraa mira al suelo: ¡°La gente me dice que parezco mayor, que parece que tengo m¨¢s a?os. No s¨¦, igual es por lo que me ha tocado vivir¡±.
Diez horas estuvieron Zahraa y su familia en el mar. No era lo previsto, pero se perdieron, se salieron de la ruta que deb¨ªa conducirles a alguna isla griega. ¡°Llegamos casi a Italia. Finalmente, nos rescataron los guardacostas y nos llevaron a Lesbos¡±. Otra vez campo de refugiados y otra vez carencias. ¡°Mi padre no ten¨ªa en la isla la asistencia sanitaria que necesitaba. As¨ª que solicit¨¦ el traslado a Atenas. Aqu¨ª hay m¨¢s medios, aunque siguen siendo insuficientes¡±.
Con solo 16 a?os, Zahraa se encarga de su familia. Con su padre ciego, tuvieron que cruzar el Mediterr¨¢neo y se perdieron
Zahraa acude un par de veces a la semana al ring para practicar. ¡°Me ayuda a no pensar en todo lo que tenemos encima. Me hace distraerme y me lo paso muy bien¡±. El boxeo como ant¨ªdoto. La joven y su familia est¨¢n desesperados en Atenas. ¡°Estamos esperando la oportunidad de irnos a otro pa¨ªs europeo porque aqu¨ª no tenemos oportunidades. Lo siento por Grecia, porque nos ha acogido, pero aqu¨ª no hay trabajo y tenemos que esperar hasta cuatro meses para una cita con el m¨¦dico. La situaci¨®n es muy mala¡¡±.
La propia Atenas, a trav¨¦s de su Ayuntamiento y del Gobierno de Grecia, lleva semanas pidiendo ayuda. Miles de refugiados varados en los campos del pa¨ªs est¨¢n traslad¨¢ndose a la capital, hartos de esperar sin hacer nada. En busca de un futuro. Y la capital, tal y como se?alan las autoridades locales, no tiene medios ni infraestructura para acoger nuevas llegadas, m¨¢s all¨¢ del apoyo y despligue que est¨¢ llevando a cabo la Cruz Roja. El inevitable resultado: cientos de familias dependientes de lugares como el Victoria Social Center. Atenas es hoy una red de asociaciones de voluntarios que intentan sustituir a unas instituciones incapaces de dar una respuesta completa.
El futuro, por si fuera poco, no pinta bien. Los refugiados siguen entrando por la frontera norte con Turqu¨ªa y se prev¨¦ que en verano haya una nueva llegada masiva. Es de esta situaci¨®n de la que quiere huir Zahraa. Tambi¨¦n Eman, kurda, que se quita los guantes mientras explica su situaci¨®n: ¡°Yo era feliz en Siria. Muy feliz. Ahora no lo soy. No lo he vuelto a ser desde que estall¨® la guerra¡±.
El padre de Eman tambi¨¦n necesita atenci¨®n m¨¦dica urgente que no est¨¢ consiguiendo en Grecia. ¡°Tiene que operarse, pero nadie nos atiende¡±, dice ella. ¡°Eso sin contar la atenci¨®n psicol¨®gica. La mayor¨ªa de los refugiados tenemos problemas psicol¨®gicos por la guerra y por lo que hemos tenido que pasar en la ruta. Pero eso parece que no es importante. Nadie nos ayuda en ese sentido¡±, se queja.
De momento, el ¨²nico alivio al sufrimiento que Zahraa y Eman encuentran est¨¢ en el gimnasio, con lo guantes desgastados y el peque?o cuadril¨¢tero donde el campe¨®n Jamal les ense?a c¨®mo devolverle los golpes a la vida.
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