B¨¹y¨¹kada, el exilio turco de Trotski

B¨¹y¨¹kada, este pedazo de tierra frente a Estambul, fue el hogar del revolucionario comunista durante su exilio turco, entre 1929 y 1933. Una ruta que parte del Museo de la Inocencia y atraviesa el Pasaje de las Flores, donde malvivi¨® la nobleza zarista
EN ESTAMBUL. Ciudad y recuerdos, Orhan Pamuk utiliza el t¨¦rmino h¨¹z¨¹n ¡ªuna suerte de melancol¨ªa turca¡ª para explicar la singularidad de la urbe donde naci¨®. Su pasado multicultural se traduce en una nostalgia que es familiar para sus 15 millones de habitantes. Recostada entre Europa y Asia, reconstruida y reimaginada, ha sido y es un lugar de tr¨¢nsito constante de pueblos, creencias, mercanc¨ªas, pero tambi¨¦n de exilios, sue?os, ambiciones. Si algo la define es su ambivalencia mestiza. En ella todo parece moverse al ritmo de las corrientes cambiantes nacidas en los dos mares que la enmarcan y que recorren el B¨®sforo, de cuyas aguas ha extra¨ªdo, durante tres milenios, su hipn¨®tica vitalidad. Con sus 160 kil¨®metros de conurbaci¨®n, elude una imagen de conjunto, como si ocultara sus aut¨¦nticas dimensiones con el mismo celo que esconde en sus entra?as capas de asentamientos humanos. Coraz¨®n de cuatro imperios, en la era de Erdogan sigue aspirando a la capitalidad del mundo.

Voy a visitar B¨¹y¨¹kada, intrigada por ese lugar donde el l¨ªder bolchevique Lev Trotski pas¨® gran parte de su exilio turco. Es una de las islas Pr¨ªncipe, situadas a pocos kil¨®metros de la costa asi¨¢tica.
Mi recorrido empieza en el ¨²nico museo del mundo, probablemente, dedicado a una novela: El Museo de la Inocencia, de Pamuk. Se encuentra en una apacible calle del barrio de ?ukurcuma, entre chamarileros y teter¨ªas de dise?o. Su sede es una mansi¨®n decimon¨®nica donde se atesoran miles de objetos cotidianos. Impregnados de memoria, uno no puede evitar preguntarse sobre su inquietante capacidad de retener el pasado. Como la enorme vitrina del vest¨ªbulo en la que se exponen, alineadas y fechadas con perfecci¨®n de entom¨®logo, las 4.000 colillas coleccionadas por el protagonista. Esos restos de pitillo pertenecieron a su amada y cada uno encierra el misterio de un instante compartido, ya inasible.

Salgo del universo literario del Nobel y, ya en la agitada ?stiklal, me detengo a mirar el pasaje hist¨®rico m¨¢s famoso de Beyo?lu, el Pasaje de las Flores. La galer¨ªa, llena de caf¨¦s y restaurantes, conserva sobre la entrada su nombre original: Cit¨¦ de P¨¦ra. All¨ª las nobles procedentes del derribado imperio zarista vend¨ªan flores para salir de la pobreza. Tras la llegada de refugiados de la revoluci¨®n, todo el distrito se convirti¨® en un trasunto de Rusia. Entre las librer¨ªas Denizler y la Turco-Alemana se alza el consulado ruso, que fue la primera morada del revolucionario marxista y su familia cuando llegaron un g¨¦lido d¨ªa de febrero de 1929 desde Odesa. Fueron los ¨²nicos pasajeros de un barco precedido por un rompehielos, que les facilit¨® el paso en mitad del mar helado. La joven rep¨²blica que sucedi¨® al decr¨¦pito Imperio Otomano fue el ¨²nico pa¨ªs que les abri¨® las puertas. La seguridad del revolucionario supuso un quebradero de cabeza para las autoridades turcas, pues a la saz¨®n Estambul rebosaba de rusos exiliados con sed de revancha, as¨ª como de agentes de Stalin, por lo que la amenaza de un asesinato era muy real. Finalmente se opt¨® por alojarlo en una isla a una distancia de hora y media en vapor. La elecci¨®n no pudo estar m¨¢s en consonancia con el pasado del archipi¨¦lago, pues en la era bizantina se convirti¨® en lugar de destierro para emperadores, patriarcas y cortesanos ca¨ªdos en desgracia.

En verano, el embarcadero de Emin?n¨¹ es un tumulto de gente que ans¨ªa escapar del tr¨¢fico y el bullicio y refugiarse en la naturaleza, un bien escaso en una ciudad en la que reina el cemento. Zarpamos entre bandadas de gaviotas hacia B¨¹y¨¹kada, la isla m¨¢s popular entre los turistas y estambul¨ªes, que se afanan en hacerse con un buen sitio para recrearse con el panorama de la costa oriental. A medida que nos adentramos en el M¨¢rmara, se dibuja el perfil dentado de los rascacielos de Estambul, ahora ensordecido a lo lejos. Una hora m¨¢s tarde, despu¨¦s de apearnos del ferri, me pierdo entre mansiones de madera de extravagante arquitectura otomana y blancas casas coloniales cuya pintura se desprende de las fachadas. En el aire flota el aroma de limoneros, magnolias, jazmines y narcisos.
En esta isla donde flota el aroma de las flores, Trotski recibi¨® noticias como el suicidio de su hija o el auge de Adolf Hitler
En las islas no se permite el tr¨¢nsito de veh¨ªculos, excepto los faetones, que con su tintineo a lo largo de la majestuosa Nizam Caddesi marcan la direcci¨®n hacia la casa de Trotski, en un callej¨®n que muere en el mar. Aunque el techo se ha desplomado, la fachada, los muros y el suelo hidr¨¢ulico resisten. Tambi¨¦n el caminito a trav¨¦s de un jard¨ªn enmara?ado, pasto ahora de las cabras, que lleva hasta el embarcadero privado, desde el cual las otras islas parecen lomos de animales marinos. En 1929, la tranquilidad de B¨¹y¨¹kada, poblada por un pu?ado de religiosos, pastores y pescadores, deb¨ªa de contrastar dr¨¢sticamente con la energ¨ªa del profeta rojo destronado y las visitas de periodistas y seguidores suyos de todo el mundo. ¡°El cementerio parec¨ªa m¨¢s animado que el propio pueblo¡±, anot¨® en su diario. All¨ª escribi¨® con frenes¨ª su autobiograf¨ªa, la historia de la revoluci¨®n y numerosos art¨ªculos. Romp¨ªa la rutina saliendo al mar a primera hora de la ma?ana con un pescador griego. Por esas mismas aguas le llegaron las noticias del nombramiento de Hitler como canciller del Reich, las hambrunas en la Uni¨®n Sovi¨¦tica o el suicidio de su hija. En mayo de 1933, poco antes de abandonar B¨¹y¨¹kada rumbo a Francia, intent¨® conjurar las amarguras leyendo Viaje al fin de la noche, de C¨¦line. Al escritor franc¨¦s, como presagi¨® en la rese?a que le dedic¨®, ya solo le quedaba acomodarse a las tinieblas o ver la aurora. Igual que a ¨¦l mismo. A ¨²ltima hora de la tarde me uno a los ¨²ltimos rezagados en el ferri de vuelta, y la isla recupera el sosiego perdido por unas horas.?
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