Falso desenlace
El reparto de las alcald¨ªas ha ignorado las necesidades de los Ayuntamientos
La constituci¨®n de los Ayuntamientos salidos de las elecciones celebradas el 26 de mayo complet¨® el primer cap¨ªtulo de la renovaci¨®n del poder institucional en Espa?a. El siguiente ser¨¢n las autonom¨ªas de r¨¦gimen com¨²n, antes de enfilar hacia el ¨²ltimo y definitivo, que se decidir¨¢ en el Congreso de los Diputados y deber¨¢ resolver la inc¨®gnita que ha levantado nuevo vuelo durante la negociaci¨®n de los pactos municipales. Antes de que estos comenzaran, parec¨ªa asegurado que el pa¨ªs contar¨ªa con un Gobierno central articulado en torno a la fuerza m¨¢s votada, el partido socialista liderado por Pedro S¨¢nchez.
Sin embargo, el desarrollo de los pactos municipales y la incorporaci¨®n de la ultraderecha a las mayor¨ªas buscadas por el Partido Popular y Ciudadanos han modificado el panorama pol¨ªtico general, colocando anticipadamente al partido socialista ante la tesitura de contar con los independentistas o repetir las elecciones. El precio ser¨¢ determinante en cualquiera de ambas alternativas, prefiguradas en una jornada que, como la de ayer, estaba prevista para otros prop¨®sitos. Pero no solo el precio evidente, referido a las contrapartidas que los independentistas puedan reclamar de los socialistas, sino tambi¨¦n, y sobre todo, el que los partidos de la derecha han ido preconstituyendo durante la negociaci¨®n municipal para pasar al cobro, suceda lo que suceda pr¨®ximamente en el Congreso de los Diputados. Si el candidato socialista es investido con intervenci¨®n de los independentistas, porque es investido, y si fracasa en la investidura y se convocan nuevas elecciones, porque fracasa y se convocan, los partidos de la derecha pusieron su firma ayer al pie de una ¨²nica factura y se?alaron el destinatario.
Editoriales anteriores
Para llegar a la preocupante situaci¨®n pol¨ªtica que qued¨® formalizada este s¨¢bado en los Ayuntamientos, el reparto de las alcald¨ªas de las grandes ciudades ha tenido que ignorar sus necesidades espec¨ªficas como municipios y sacrificarlas a los intereses de una sorda disputa por complicar el acceso al Gobierno central de la fuerza m¨¢s votada en las elecciones generales. La dureza de los t¨¦rminos en los que la plantean los partidos de la derecha qued¨® de manifiesto en el Ayuntamiento de Barcelona, donde de no ser por la iniciativa personal de Manuel Valls, mal vista por la direcci¨®n de Ciudadanos, la alcald¨ªa habr¨ªa reca¨ªdo en un candidato independentista que solo aspiraba a instrumentalizarla como altavoz de la secesi¨®n.
En Madrid, el Partido Popular, Ciudadanos y Vox se hicieron con el Ayuntamiento gracias a que el primero se desdijo del argumento de que la fuerza m¨¢s votada tiene derecho a gobernar con independencia de que sea capaz de articular una mayor¨ªa. El reproche que merecen los populares no es por abdicar ahora de una falacia, sino por haberla utilizado en el pasado como combustible para una crispaci¨®n que vuelve a dibujarse en el horizonte. Ciudadanos, por su parte, ha preferido seguir arrojando sombras cada vez m¨¢s espesas sobre sus credenciales liberales a cambio de imponerse a su rival en la derecha, sea con la vista puesta en una legislatura de desgaste, sea en la eventual repetici¨®n electoral a la que los pactos municipales han dotado de renovada verosimilitud.
El primer cap¨ªtulo de la renovaci¨®n del poder institucional en Espa?a se complet¨® ayer, pero a trav¨¦s de un falso desenlace pol¨ªtico. No porque, salvo raras excepciones, los municipios no cuenten desde este s¨¢bado con alcaldes y corporaciones para los pr¨®ximos cuatro a?os, sino porque la l¨®gica pol¨ªtica que deb¨ªa haber guiado la constituci¨®n de los Ayuntamientos ha sido sacrificada a una l¨®gica m¨¢s amplia, que disuelve las especificidades del poder municipal. Y otro tanto puede suceder con las autonom¨ªas, siempre a la espera de la inquietante apoteosis en el Congreso de los Diputados que todas las fuerzas parecen aguardar.
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