Pact¨®polis
Nuestro espacio p¨²blico se ha convertido en las ¨²ltimas semanas en lo m¨¢s parecido a un mercado persa de compraventa o trueque de posiciones de poder
Hay algo poco edificante en el espect¨¢culo que nos est¨¢n ofreciendo los pol¨ªticos con su avidez de acceso a los cargos. Nuestro espacio p¨²blico se ha convertido en las ¨²ltimas semanas en lo m¨¢s parecido a un mercado persa de compraventa o trueque de posiciones de poder. La impresi¨®n es que esto, el poder, es lo ¨²nico que importa, no el para qu¨¦ vaya a utilizarse despu¨¦s. Que por el camino se deseche a candidaturas que obtuvieron el mayor respaldo (el PSOE en la Comunidad de Madrid, por ejemplo) y, por el contrario, se a¨²pe a otras fuertemente minoritarias (Vox, en la misma circunscripci¨®n) se ve como algo secundario.
Los ciudadanos los votan, es decir, les dan acceso al bot¨ªn, y luego ellos se las apa?an para conseguir la distribuci¨®n del mismo que m¨¢s les convenga. Estas son las reglas y yo no voy a cuestionarlas a ahora. La pol¨ªtica democr¨¢tica consiste en eso, en el gobierno de la mayor¨ªa, y quien sume ¡ªpor s¨ª solo o mediante alg¨²n pacto con otros¡ª, la mitad m¨¢s uno, se calza las posiciones de poder.
Y, sin embargo, quiz¨¢ por la elevada cantidad de despojos a distribuir, hay algo que nos chirr¨ªa en todo esto. Creo que tiene que ver con el desparpajo con el que las fuerzas pol¨ªticas acaban patrimonializando, haciendo suyas, las instituciones que son de todos. Antes no lo ve¨ªamos con tanta nitidez, porque la mayor distribuci¨®n de cargos afectaba sobre todo a los dos grandes partidos. Ahora que se ha ampliado el n¨²mero de actores y cada vez son m¨¢s imprescindibles los junior partners, esa colonizaci¨®n de las instituciones por parte de los partidos se ha hecho mucho m¨¢s evidente. Estas ya han dejado de ser nuestras, han pasado a estar en sus manos y a responder a sus muchas veces espurios intereses.
Visto as¨ª, la l¨®gica de la pol¨ªtica democr¨¢tica no diferir¨ªa en exceso de la del capitalismo, la b¨²squeda del beneficio ¡ªdel poder en este caso¡ª como fin en s¨ª mismo. Cabe incluso pensar en un juego de mesa de tema pol¨ªtico similar al conocido Monopoly. Cada jugador obtendr¨ªa un n¨²mero de votos limitado que ir¨ªa aplicando a los distintos lugares, instancias de poder, a donde les llevaran los dados. Gana el que mejor sabe rentabilizarlos negociando con otros. Propongo llamarlo Pact¨®polis. Seguro que encantar¨ªa a ni?os y mayores, porque as¨ª pueden sentirse un rato como verdaderos pol¨ªticos en acci¨®n.
Lo malo es que esta visi¨®n de la pol¨ªtica como mera estrategia de poder rompe por el eje aquello para lo que deber¨ªa de servir la pol¨ªtica democr¨¢tica y el mismo sistema de representaci¨®n. La ocupaci¨®n de cargos no se hace para ¡°colocar¡± a una u otra facci¨®n, sino para aspirar a la realizaci¨®n del inter¨¦s general o, al menos, de la voluntad mayoritaria. El ideal es que los partidos est¨¦n menos pendientes de sus intereses corporativos y m¨¢s de lo que en realidad preocupa a sus electorados. Las instituciones est¨¢n para algo distinto de su mera instrumentalizaci¨®n partidaria. Pact¨®polis es el espejo deformado de lo que deber¨ªa ser una polis bien entendida.
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