Libros sin pasado
La historia la tiene que ganar cada generaci¨®n y es muy posible que la nuestra la haya perdido
Los libros han dejado de ser importantes, al menos en el modo en que hasta ahora los hab¨ªamos tratado. Pesan m¨¢s otras cosas. A los libros los quer¨ªamos cuando no los ten¨ªamos, cuando aprender a leer era una forma de compromiso con el presente y una manera de forjarse un futuro. Pero del derecho a la lectura pasamos al placer de la lectura y hemos muerto de sobredosis (no de lectura, sino de libros. No es que haya demasiados libros, nunca son suficientes; es que hay demasiados libros que no se leen, quiero decir, que no se leen de una forma colectiva, conmovedora). Vengo de un entierro maravilloso, est¨¢ en las memorias literarias de Pepe Esteban, las acaba de editar Reino de Cordelia y se titulan Ahora que recuerdo.Un viejo zorro que se zamp¨® el queso (y las uvas) en un tiempo de cuervos.
Ponerse a escribir es el consuelo del preso. El Libro de buen amor y el Quijote se empezaron en la c¨¢rcel. Uno de nuestros poemas m¨¢s viejos y populares es el Romance del prisionero, otra celda. En las memorias de Pepe Esteban est¨¢ dibujada esa Espa?a literaria de gente que se agarraba a los libros para salvarse, y al leerlas se ve c¨®mo ha desaparecido de un plumazo ese mundo. Un universo literario que no es el de un momento sino el de una tradici¨®n, el de una cultura secular.
Pueblan estas p¨¢ginas los personajes que habitaron el erial, porque nunca un nombre com¨²n ha descrito tanto como en El maestro en el erial, el ensayo de Gregorio Mor¨¢n sobre el fin de Ortega y Gasset en la Espa?a de Franco. El presentimiento de que hoy los n¨¢ufragos somos nosotros, de que nos ahogamos en un mar de libros y de que no tenemos tradici¨®n a la que pertenecer (precisamente todo lo contrario de lo que suced¨ªa antes) se constata en las memorias de Pepe Esteban.
De los infinitos nombres que cita (Batll¨®, Sueiro, Alfaya, Vaz de Soto, Garciasol...), ya apenas nadie dice nada. Pasto de filolog¨ªa. Pero el libro es tan extenso que no se refiere a un grupo de amigos, sino a d¨¦cadas de transmisi¨®n literaria que nosotros hemos truncado, porque hubo un momento en que la cultura a la que lleg¨¢bamos no se parec¨ªa en nada a la que ten¨ªamos que heredar, y elegimos a la desesperada.
En el libro se traza un mapa de los puentes rotos, y el principal es el de la cultura republicana. Los supervivientes de esa debacle vagan fantasmag¨®ricamente en estas memorias para pasarle la llama de la escritura a la generaci¨®n de Pepe Esteban. Probablemente con estos se acaba todo.
Antes, de eso trata el libro, unos y otros se buscan y se reconocen. El cap¨ªtulo dedicado a Jos¨¦ Bergam¨ªn es conmovedor. El dedicado a Ernesto Gim¨¦nez Caballero es desternillante, pero tambi¨¦n lleva a pensar que algunos vencedores de la contienda se sumieron en otro exilio interior, pues la gran exiliada de la Guerra Civil fue la cultura, lo que nos un¨ªa a todos. La pesadumbre de Luis Rosales por haber estado donde estuvo (y no haber estado donde quiz¨¢ pudo estar) solo es equiparable a la pesadumbre de Max Aub por haber vuelto y no poder estar. Quiz¨¢ una vez que se es exiliado ya no hay vuelta atr¨¢s, ya no se puede ser otra cosa, solo se puede seguir existiendo en tanto que exiliado. Y esto sirve por igual para los exilios exteriores y los interiores. Hoy, ambas partes viven un exilio definitivo de la historia. Lo dir¨ªa el periodista republicano Carlos Sampelayo, reportero del Heraldo de Madrid, en su libro Los que no volvieron: ¡°No fue peor que nos ganaran la guerra sino que nos ganaran la historia¡±. La historia la tiene que ganar cada generaci¨®n y acaso la nuestra la ha perdido.
Todo lo que se ve nacer (la literatura del siglo XX en Espa?a) en los tres vol¨²menes de diarios que hab¨ªa llevado Rafael Cansinos-Ass¨¦ns, La novela de un literato, es todo lo que se ve agonizar y morir en Ahora que recuerdo. Entre una obra y otra est¨¢ contenido en un siglo el origen y final de una cadena que remite al origen mismo de las letras hisp¨¢nicas (Lorca se hunde en las ra¨ªces de la l¨ªrica popular; el 27 recibe este nombre por el homenaje a G¨®ngora en el tercer centenario de su muerte; Aza?a, P¨¦rez de Ayala se enfrentan al ej¨¦rcito de Ignacio de Loyola, pero hoy se dice antes HBO que A.M.D.G., mandan otras siglas).
Hay nombres que comparten pasajes en ambas memorias, en unas salen de j¨®venes y en las otras irrumpen para despedirse. A veces, salen los padres en unas memorias y en las otras aparecen los hijos, como ocurre con Pedro y Jaime Salinas. Se dice que quien no conoce su historia est¨¢ condenado a repetirla. Puede que sea peor, y que estemos repitiendo otra que ni siquiera es nuestra.
Javier P¨¦rez And¨²jar es escritor. Su ¨²ltimo libro es La noche fenomenal?(Anagrama).
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