Estrategia para el autom¨®vil
La incertidumbre requiere coordinaci¨®n entre fabricantes y administraciones
Aunque es pronto para hablar de crisis, el mercado del autom¨®vil en Espa?a ha entrado en una fase de incertidumbre peligrosa a medio plazo que requiere decisiones pol¨ªticas y econ¨®micas de cierta profundidad. El descenso continuado de las matriculaciones, el hecho de que las ventas a los particulares hayan ca¨ªdo casi el 18% durante el mes de junio y el estrangulamiento de la producci¨®n son indicios suficientes de que el autom¨®vil se enfrenta a un periodo de inquietud causado por un cambio en ciernes, pero ya muy claro, en el modelo energ¨¦tico del transporte hacia energ¨ªas m¨¢s limpias.
La industria automovil¨ªstica, que es la segunda en importancia del PIB espa?ol, se enfrenta por primera vez en muchos decenios a la necesidad, incluso la urgencia, de cambiar de forma radical las fuentes de energ¨ªa que mueven los coches. El cierre del centro de las ciudades y la preocupaci¨®n l¨®gica por la emergencia clim¨¢tica empujan a sustituir los carburantes por motores el¨¦ctricos o h¨ªbridos y generan dudas entre los compradores de coches. En tiempos de salarios bajos y empleos precarios la inversi¨®n en un coche se convierte en una decisi¨®n estrat¨¦gica; un conductor no invertir¨¢ miles de euros en un veh¨ªculo si no se despejan las dudas sobre su posible utilizaci¨®n en ciudad, sus cargas fiscales o sobre las prestaciones que, al fin y al cabo, condicionar¨¢n su uso. Por otra parte, todav¨ªa no se han disipado las sombras de sospecha por la estafa de las mediciones trucadas en los modelos di¨¦sel. Y el Brexit ha causado serios da?os en la producci¨®n, en tanto que el Reino Unido era un comprador importante de la producci¨®n nacional.
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En suma, el mercado del autom¨®vil necesita una definici¨®n estrat¨¦gica que, por el momento, los fabricantes no saben precisar y las administraciones p¨²blicas no est¨¢n en disposici¨®n de aclarar. La industria tiene que tomar una decisi¨®n n¨ªtida en favor de la producci¨®n el¨¦ctrica e h¨ªbrida, para acompa?ar el cambio medioambiental que se pide desde una parte cada vez m¨¢s amplia de la sociedad. Decidirse por esta opci¨®n significa que los precios de los veh¨ªculos el¨¦ctricos tendr¨¢n que bajar, que los fabricantes tendr¨¢n que garantizar el suministro el¨¦ctrico y que los modelos ecol¨®gicos fabricados habr¨¢n de mejorar sus niveles de servicio.
Esta definici¨®n estrat¨¦gica requiere, adem¨¢s, una acci¨®n coordinada entre los fabricantes y las administraciones p¨²blicas. Es inaceptable que se cambien de un d¨ªa para otro las exigencias de circulaci¨®n por el centro de una ciudad tan emblem¨¢tica como Madrid, de forma que la regulaci¨®n medioambiental que antes favorec¨ªa el uso de autom¨®viles el¨¦ctricos o h¨ªbridos queda suprimida de un plumazo. Tampoco es l¨®gico que, por falta de cuidado, se corra el riesgo de que Bruselas pueda considerar como ayudas p¨²blicas ilegales parte de las concedidas a la planta de producci¨®n de Vigo. El Estado, las autonom¨ªas y, sobre todo los ayuntamientos, han de fijar con claridad el marco medioambiental del transporte p¨²blico; s¨®lo as¨ª los fabricantes y los compradores sabr¨¢n a qu¨¦ atenerse y cu¨¢les deben ser sus decisiones de inversi¨®n o de compra.
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