Por qu¨¦ huir a aguas internacionales no es tan buena idea como parece
No se enga?e: nunca se alejar¨¢ lo suficiente de la justicia. Ni los casinos, ni las casas flotantes, ni los barcos piratas son ajenos a las legislaciones de los pa¨ªses. Y si eso fuera poco, tambi¨¦n est¨¢n la ONU y su Ley del Mar
¡°Por supuesto que se puede apresar a un delincuente en alta mar¡±, responde el escritor Matt Soniak, desconcertado por la pregunta que se le plantea. ¡°De hecho, ocurre a diario. Las aguas internacionales no son un para¨ªso criminal. En ellas se aplica, para empezar, la ley de la embarcaci¨®n bajo cuya bandera viajas¡±. A Soniak se le ha planteado si un fugitivo internacional como el activista inform¨¢tico Edward Snowden, que en 2013 lleg¨® a solicitar asilo pol¨ªtico en 21 naciones, no hubiese podido, sencillamente, zarpar en direcci¨®n a alg¨²n atol¨®n remoto y esconderse all¨ª hasta que se olvidasen de ¨¦l. ¡°Para empezar, si ese atol¨®n hipot¨¦tico est¨¢ cartografiado, es muy probable que pertenezca a alguna naci¨®n soberana. Segundo, incluso una embarcaci¨®n particular debe navegar bajo alguna bandera si quiere acogerse al derecho de libre navegaci¨®n reconocido por las Naciones Unidas en su Convenci¨®n de las Leyes del Mar. Si hubiese zarpado bajo bandera de Corea del Sur, por ejemplo, hubiese estado a todos los efectos en territorio surcoreano, por lo que EE UU podr¨ªa haber solicitado su detenci¨®n y extradici¨®n como en Se¨²l¡±.
Vamos a suponer, pese a todo, que Snowden tuviese la infraestructura necesaria para convertirse en una especie de moderno capit¨¢n Nemo que surcase los siete mares a bordo de su Nautilus, de la fosa de las Marianas a las Gal¨¢pagos. ¡°Incluso en ese caso, ser¨ªa perfectamente leg¨ªtimo perseguirle y apresarle. Las propias Naciones Unidas estar¨ªan por la labor, porque a alguien que navegase sin bandera nacional y dedic¨¢ndose a actos delictivos, como hundir otras embarcaciones, que es lo que hac¨ªa el capit¨¢n Nemo en 20.000 leguas de viaje submarino, se le aplicar¨ªan las mismas leyes internacionales que persiguen la pirater¨ªa, el terrorismo o el tr¨¢fico de esclavos¡±.
¡°Perseguir a delincuentes en alta mar presenta dificultades t¨¦cnicas, pero tampoco ser¨ªa sencillo si se escondiesen en la jungla o en un desierto¡±, explica el periodista Mike Rampton
No, las aguas no territoriales (es decir, aquellas situadas a m¨¢s de 12 millas n¨¢uticas de la costa de un estado soberano, lo que supone el 95% de la superficie total de mares y oc¨¦anos del planeta Tierra) no son un territorio donde no imperan las leyes de los hombres y donde, en consecuencia, todo est¨¢ permitido. La anarqu¨ªa no reina en alta mar, por mucho que en algunos ferris que hacen cortos trayectos por el Atl¨¢ntico, el Mediterr¨¢neo o el B¨¢ltico sea habitual que los menores beban alcohol o jueguen a las tragaperras. ¡°Confundimos un anecd¨®tico exceso de tolerancia que tambi¨¦n podr¨ªamos encontrar en lugares como Las Vegas o las ¨¢reas de tr¨¢nsito de algunos aeropuertos con un supuesto vac¨ªo legal que en realidad no existe¡±, explica el periodista brit¨¢nico Mike Rampton. ¡°Perseguir a delincuentes que han encontrado un refugio provisional en alta mar, a miles de millas marinas de sus perseguidores, puede presentar notables dificultades t¨¦cnicas, pero tampoco ser¨ªa sencillo si se escondiesen en la jungla o en un desierto¡±.
Sin embargo, el propio Rampton ha documentado un caso reciente que demuestra que muchos siguen dando cr¨¦dito a la leyenda de tolerancia que acompa?a a las llamadas aguas de nadie. Sucedi¨® la noche del pasado 31 de diciembre en Coromandel, al noroeste de Nueva Zelanda. Las autoridades locales, hartas de los altercados que suelen producirse por esas fechas, prohibi¨® el consumo de alcohol en la v¨ªa p¨²blica. Un grupo de j¨®venes de la ciudad sorte¨® la prohibici¨®n improvisando un ¨¢rea de botell¨®n mar¨ªtima, una plataforma flotante de fabricaci¨®n casera. John Kelly, inspector de polic¨ªa local, se lo tom¨® con deportividad: ¡°A eso le llamo yo pensamiento creativo. Si me los hubiese encontrado estando fuera de servicio, me hubiese unido a ellos¡±. Para Rampton, ¡°no pasa de ser una an¨¦cdota, porque estaban en un estuario de la pen¨ªnsula de Coromandel, es decir en aguas neozelandesas. Si se salieron con la suya es por la tolerancia de las autoridades, que no quisieron llevar demasiado lejos el cumplimiento de una ordenanza municipal un tanto draconiana¡±.
Olas que no se ven, gobiernos que no sienten
Esa es la clave. Ante la dificultad t¨¦cnica de perseguir determinadas actividades irregulares que se desarrollan en alta mar (y que no causan alarma social, porque casi nadie es testigo de ellas) las autoridades optan con frecuencia por ignorarlas. Hablamos de irregularidades menores, no de actos de pirater¨ªa o contrabando. Pudo haber sido el caso de B-arco, la feria de arte clandestino en aguas internacionales que un grupo de cinco j¨®venes espa?oles se propuso organizar en 2018. La idea era crear un espacio en alta mar donde pudiesen escucharse las canciones de Valt¨°nyc, leerse la novela Fari?a, ver el mural de Santiago Sierra retirado por la galerista Helga de Alvear en la feria ARCO o leer los tuits por los que se llev¨® a juicio a C¨¦sar Strawberry o Cassandra Vera. Es decir, crear un espacio de tolerancia con todo lo que se estaba censurando, prohibiendo o persiguiendo. El barco que iba a transportar ese arte clandestino m¨¢s all¨¢ de las aguas territoriales espa?olas no lleg¨® a zarpar. Al parecer, sus impulsores no pretend¨ªan que partiera, se conformaban con la (discreta) repercusi¨®n que tuvo su idea.
S¨ª zarparon los barcos de la ONG Women On Waves, naves bajo bandera neerlandesa que vienen funcionando como cl¨ªnicas m¨®viles de salud reproductiva desde 1999. Su actividad consiste en acudir a pa¨ªses donde existe una prohibici¨®n total o leyes muy restrictivas sobre el aborto, embarcar a mujeres embarazadas de hasta nueve semanas con las que han contactado previamente. Una vez all¨ª proporcionarles p¨ªldoras abortivas. El objetivo, seg¨²n la fundadora de la asociaci¨®n, la doctora Rebecca Gomperts, es ¡°crear un espacio donde el ¨²nico permiso para abortar que necesite una mujer sea el que se d¨¦ a s¨ª misma¡±.
Entre los negocios de legalidad dudosa que proliferan m¨¢s all¨¢ de las aguas territoriales, ninguno result¨® tan lucrativo durante el siglo XX como los ¡®gambling ships¡¯ o casinos flotantes
Los llamados barcos de los abortos se rigen en todo momento por la legislaci¨®n de Pa¨ªses Bajos y tienen, seg¨²n sus responsables, todos los permisos en regla. Sin embargo, su llegada a pa¨ªses como Irlanda (2001), Polonia (2003), Portugal (2004), Marruecos (2012) o M¨¦xico, en primavera de 2017, fue acompa?ada de una importante pol¨¦mica. En febrero de 2017, la nave principal de la ONG, bautizada como la instituci¨®n, lleg¨® al puerto de Marina Pez Vela, en Guatemala, pero fue bloqueada por las autoridades en el acceso al muelle y la cerraron con candados para que nadie pudiese acceder a bordo y tampoco desembarcar la tripulaci¨®n. Monitorizada por el ej¨¦rcito guatemalteco durante m¨¢s de 72 horas, la embarcaci¨®n acab¨® zarpando bajo escolta militar sin lograr su objetivo. Tres meses despu¨¦s, el apoyo de m¨¢s de 40 asociaciones mexicanas hizo posible que Women On Waves s¨ª actuase en aguas no territoriales a poca distancia de M¨¦xico, realizando en tres d¨ªas alrededor de 60 abortos no quir¨²rgicos.
Entre los negocios de legalidad dudosa que proliferan m¨¢s all¨¢ de las aguas territoriales, ninguno result¨® tan lucrativo durante el siglo XX como los gambling ships o casinos flotantes. Fueron muy frecuentes en EE UU desde los a?os veinte, sobre todo junto a la costa de estados pr¨®speros pero muy restrictivos con el juego, como Florida, California o Haw¨¢i. Hoy han sido sustituidos por cruceros de l¨ªnea con servicios de casino regulados, una vez m¨¢s, por las leyes del pa¨ªs bajo cuya bandera navegue la embarcaci¨®n.
Cerca de las costas de San Diego, California, donde proliferaron en su d¨ªa estos casinos flotantes, estableci¨® tambi¨¦n su sede SeaCode, una factor¨ªa de software que reuni¨® a m¨¢s de 600 programadores inform¨¢ticos, muchos de ellos extranjeros, que trabajaban por sueldos sensiblemente inferiores a los que hubiesen cobrado en tierra firme. Roger Green, presidente de la compa?¨ªa, y David Cook, su socio y capit¨¢n del barco, explicaron a la revista Computerworld que de lo que se trataba era de ofrecer a ¡°empresas emergentes y profesionales independientes una plataforma de trabajo que estuviese muy cerca de EE UU sin pertenecer a su territorio, benefici¨¢ndose as¨ª de condiciones de trabajo m¨¢s flexibles¡±. Es decir, no reguladas y con frecuencia precarias.
Lejos de las leyes de los hombres
La heredera de esta iniciativa de deslocalizaci¨®n laboral a peque?a escala es Blueseed, una startup lanzada en 2012 por inversores de Palo Alto, Silicon Valley, que tiene previsto instalar su peque?a flota junto a la cercana bah¨ªa de Half Moon Bay. Ya ha organizado jornadas de puertas abiertas en alta mar y encuentros de emprendedores comprometidos con lo que ellos llaman ¡°el desarrollo de una nueva econom¨ªa del mar¡±. Para Mike Rampton, estas iniciativas de empresarios ¡°desaprensivos¡± no son muy distintas a las nada escrupulosas actividades de los cargueros chinos que pescan sin restricciones en espacios protegidos como la reserva marina de las islas Gal¨¢pagos.
Los ¨²ltimos en hacer un uso irregular de aguas no territoriales son el inversor en bitcoins Chad Andrew Elwartwoski, estadounidense, y su esposa, la tailandesa Supranee Thepdet. La pareja se construy¨® una casa flotante sobre una plataforma en el mar de Andam¨¢n, a pocos kil¨®metros de Phuket, Tailandia, para vivir all¨ª como ciudadanos de los oc¨¦anos, sin patria ni bandera. La pareja asegura formar parte de un movimiento transnacional llamado seasteading, apoyado por la comunidad internacional de empresarios Ocean Builders. La idea de estos anarcocapitalistas ut¨®picos es que se reconozca su derecho a residir en alta mar y, por tanto, a desarrollar su vida y sus actividades empresariales sin someterse a ninguna regulaci¨®n internacional ni pagar impuestos. Se comprometen, eso s¨ª, a respetar las Leyes del Mar de Naciones Unidas. El pasado mes de abril, las autoridades tailandesas evidenciaron escaso respeto por su utop¨ªa desmantelando la casa y emitiendo una orden de busca y captura contra ellos. El largo brazo de la ley te persigue aunque intentes refugiarte en aguas de nadie.
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