Polo de lim¨®n
El verano es el aut¨¦ntico paso a otro a?o, la Nochevieja est¨¢ mitificada. Hay m¨¢s predisposici¨®n a interpretar el estar vivo

Cuando llega el verano, tan largamente esperado, tiene algo de inesperado, de volver a aprender c¨®mo era, como si se nos hubiera olvidado. Cada verano es casi un curso de verano, algo as¨ª ser¨¢n estas columnas. Por eso tiene un poco de nostalgia y, ya es raro, un poco de futuro. Se recuerda lo pasado y se proyecta lo que viene, generalmente con indulgencia, tumbado en la playa. El verano es el aut¨¦ntico paso a otro a?o, la Nochevieja est¨¢ mitificada. Mucha gente deja a la novia o al marido en verano, o el trabajo, o la casa, o su ciudad, para coger fuerzas y a otra cosa mariposa. O decide hacer algo distinto con su cuerpo, o con el de otra persona, si le deja. Y a pesar de que se nos olvida c¨®mo es, el verano es el momento en el que somos m¨¢s conscientes de que esto que estamos viviendo lo recordaremos. No es, qu¨¦ s¨¦ yo, abril o noviembre, que se traspapelan m¨¢s. En verano hay m¨¢s intenci¨®n, m¨¢s predisposici¨®n a interpretar el papel de estar vivo, esa responsabilidad: uno se esfuerza m¨¢s por no hacer nada. Y se interroga m¨¢s, se calibra si ha vivido plenamente, tan plenamente como los veranos que la infancia promet¨ªa. Ennio Flaiano, escritor perezoso y guionista de Fellini, resum¨ªa: ¡°Solo hay una estaci¨®n, el verano, tan bella que las dem¨¢s giran alrededor¡±.
Dicho esto, est¨¢ desapareciendo el polo de lim¨®n. ?Qu¨¦ nos dice esto de c¨®mo somos y del mundo que estamos dejando a nuestros hijos? El humilde polo de hielo formaba parte de la clase baja de los helados, los baratos. Luego sub¨ªas a modelos un poco m¨¢s currados, con trabajo conceptual (Colajet, Dr¨¢cula). Despu¨¦s estaban los de crema y en lo alto de la escala social ¡ªaqu¨ª se podr¨ªa decir en lo ¨¢lgido, y bien dicho, no como siempre¡ª, los m¨¢s caros, con cucurucho o chocolate. En el momento en que todos los desastres ocurrieron en nuestro pa¨ªs, la d¨¦cada pasada, cuando nos cre¨ªmos ricos, nos lanzamos a asaltar los cielos del cartel de los helados. Hubo una explosi¨®n de bombones sofisticados, con anuncios en los que parec¨ªan cosa de ricos, todo sensualidad, s¨¢banas negras de sat¨¦n y piel de leopardo. El polo vino a menos, era de pobres, y un d¨ªa, simplemente, desapareci¨®. El cartel ya empezaba directamente en la clase media. Llegabas con un euro y no pillabas nada. El ni?o se te lanzaba a los helados de alta gama y ten¨ªas que pararle los pies.
Es interesante lo que ha pasado despu¨¦s: el polo ha reaparecido como producto pijo, en tiendas especializadas. Car¨ªsimos, de agua mineral, harina de algarroba y fruta natural. Alguien sabe el secreto, que es el aut¨¦ntico helado de cuando ¨¦ramos ni?os, y lo echamos de menos. Es ese ciclo infernal en que hemos ca¨ªdo: lo que antes era lo normal se vuelve un lujo. Es paralelo a que lo cutre pase a ser lo normal. Es significativo d¨®nde han resucitado los polos de toda la vida: en las tiendas de chinos. Los tienen de marcas raras, y son de sabores extra?os, maracuy¨¢ y cosas as¨ª. Lim¨®n muchas veces no hay. Te insisten en que la lima es lo mismo. El chino o la china frecuentemente ni conoce la palabra ¡°polo¡±, est¨¢ pasado de moda. Y t¨² que quieres el polo de lim¨®n, como cuando ten¨ªas sed e imaginabas el amarillo fosforito, un pedazo del sol del verano en la tierra, en forma de hielo, y al quitarle el papel cambiaba de color con un repentino vapor glacial, y se te quedaba la lengua pegada, y mord¨ªas y cruj¨ªa, y saltaban astillas transparentes, y al final chupabas hasta el palito, y a veces, milagro maravilloso, aparec¨ªa un mensaje que dec¨ªa que te regalaban otro. Un placer sencillo y barato. Ahora lo queremos complejo y caro. Del flash ya ni hablo porque se me encoge el coraz¨®n.
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