Aguantar la risa
La foto de ese coche metido en una boca de metro de Barcelona porque su conductora lo confundi¨® con la entrada de un parking me ha recordado uno de los accidentes m¨¢s divertidos de mi vida
La foto de ese coche metido en una boca de metro de Barcelona porque su conductora lo confundi¨® con un parking me ha recordado uno de los accidentes m¨¢s divertidos de mi vida, madrugada de finales o principios de siglo en Portonovo. Siglos diferentes, quiero decir.
Est¨¢bamos en el muelle y dos amigos quer¨ªan irse ya; el resto segu¨ªamos porque en la vida hay que seguir hasta que te echen. El coche estaba aparcado cerca de una de las rampas del puerto, hab¨ªa un desnivel de unos cuatro metros. Nada estaba bien all¨ª, empezando por nuestra edad, 20 a?os. El due?o estaba demasiado borracho para conducir, aunque lo intent¨® penosamente; su acompa?ante parec¨ªa estar mejor, si bien cuando se puso al volante alguien fuera cont¨® que hab¨ªa tomado MDMA.
Nos quedamos unos cuantos para se?alizar la salida del coche, evidentemente, marcha atr¨¢s, pero he aqu¨ª que el conductor, concentrad¨ªsimo, peg¨® la cabeza al parabrisas y comenz¨® a circular hacia delante, a unos 10 kil¨®metros por hora, sin ver el desnivel que se avecinaba. No ten¨ªamos ni idea de lo que quer¨ªa hacer, salvo precipitarse a c¨¢mara lenta, y la acci¨®n era de tal belleza, y los dos corr¨ªan tan pocos riesgos, que nadie dijo nada: nos quedamos hipnotizados viendo a ese coche dirigirse despac¨ªsimo al accidente, perdiendo primero contacto con el suelo las dos ruedas delanteras (momento en el que el copiloto mir¨® al otro con una cara que no me saco de la cabeza, la cara m¨¢s loca del mundo), y despu¨¦s cayendo de tal manera que el coche se qued¨® casi en vertical, plantado como en los dibujos animados. Hicieron falta dos gr¨²as para levantarlos entre gritos, dentro del coche, de ¡°?pero ti non ¨ªas ben!¡± mientras la polic¨ªa esperaba el rescate.
Cuando llegaron los primeros curiosos lo primero que no entend¨ªan no era que el coche estuviese as¨ª, sino que varios tuvi¨¦semos los ojos encharcados de risa. ¡°Pero, hombre, no sabemos ni si est¨¢n bien¡±. ¡°Ya, pero es que usted no lo vio¡±.
Yo tengo un defecto muy valioso: soy incapaz de aguantar la risa, as¨ª que no soy eso que se conoce como ¡°buena persona¡±, pero s¨ª alguien inc¨®modamente feliz, felicidad que no me causa remordimiento porque de quien m¨¢s me r¨ªo, con verdadero escarnio, es de m¨ª mismo, normalmente cuando pasa el dolor. Por eso disfruto y me r¨ªo con esos mon¨®logos tan inteligentes que echan todo el rato en la tele, pero con ellos, si quiero, puedo aguantar la risa; sin embargo, como me pongas a un se?or d¨¢ndose un hostiazo contra una puerta, eso no lo para nadie.
Supongo que no es muy civilizado, y que hay situaciones (que alguien ¡ª?tu pareja!¡ª se tropiece delante de ti con el me?ique del pie desnudo contra una esquina, un plato lleno de comida al suelo, un chaval ¡ª?tu hijo!¡ª estamp¨¢ndose de morros) en las que se mezclan la preocupaci¨®n y la risa, es probable que hasta la tristeza y la risa si el plato era para ti, pero qu¨¦ s¨¦ yo de mi propia risa, si tuve que salir llorando de pena del funeral de un abuelo porque no aguantaba las carcajadas cuando el cura se pis¨® las faldas y casi se mata contra una mesa de piedra.
No, quiz¨¢ puedo disimularla un poco, agacharme para hacer que me ato los cordones como hac¨ªa en el colegio o encerrarme en un ba?o para que, si la situaci¨®n es muy delicada, piensen que me estoy pinchando y no me estoy riendo. Pero qu¨¦ cuadro ese del coche en la boca de metro. Lo que tuvo que ser verlo en directo, no digo ya subiendo las escaleras.
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