Deslealtad en Argentina
La decisi¨®n de Cristina Fern¨¢ndez de optar a la vicepresidencia eligiendo a un presidente supone un trastorno institucional
![Cristina Fern¨¢ndez, expresidenta de Argentina](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/D5GTL47UXNYVEVI2LNTYJCIIE4.jpg?auth=88e466423be1d6d71f9fcb0aa646145c96cd78ee63a1c45e83c8ba770e69093a&width=414)
Cuando Argentina comenz¨® su andadura como pa¨ªs independiente, en la primera mitad del siglo XIX, copi¨® partes importantes de su dise?o institucional de Estados Unidos. Una de esas partes es el Ejecutivo, conformado por un presidente y un vicepresidente que se presentan a las elecciones en un tique o una f¨®rmula, y as¨ª ¡ªen t¨¢ndem¡ª son elegidos por los votantes.
En octubre se celebrar¨¢n en Argentina elecciones presidenciales. A lo largo de las ¨²ltimas semanas, los candidatos a presidente han ido presentando sus f¨®rmulas; es decir, han escogido a sus candidatos a la vicepresidencia y han hecho p¨²blica tal decisi¨®n. Con una excepci¨®n: Cristina Fern¨¢ndez de Kirchner. Quien fuera presidenta entre 2008 y 2015 ha hecho saltar por los aires la tradici¨®n y la normalidad institucional, present¨¢ndose como candidata a vicepresidenta y decidiendo qui¨¦n ser¨ªa el candidato a presidente al que acompa?ar¨ªa en el tique: Alberto Fern¨¢ndez, jefe de Gabinete de N¨¦stor y de la propia Cristina entre 2003 y 2008.
En esta artima?a hay c¨¢lculo pol¨ªtico; pero adem¨¢s hay algunas claves sobre la vicepresidencia en general y sobre la cultura pol¨ªtica argentina que vale la pena analizar. En primer lugar, la estrategia no es nueva. En los a?os setenta del siglo pasado marc¨® estilo la f¨®rmula ¡°C¨¢mpora al Gobierno, Per¨®n al poder¡±. Pero hay aqu¨ª algo diferente, m¨¢s peligroso a¨²n: la jugada se articula en torno a la vicepresidencia, una instituci¨®n que en el pasado reciente argentino y latinoamericano ha mostrado repetidamente ser conflictiva.
En segundo lugar, Cristina abona una idea muy arraigada en la pol¨ªtica argentina: que quienes ocupan las instituciones pueden hacer con ellas y desde ellas lo que quieren. O, en otras palabras, que no existe lealtad institucional; y si existe, es una inc¨®moda presencia a la que es posible y conveniente ignorar. Cuando en el pasado alg¨²n vicepresidente fue desleal a su propio Gobierno, tal comportamiento se consider¨® un esc¨¢ndalo. Pero si Fern¨¢ndez de Kirchner lanza abiertamente el mensaje de que la vicepresidencia ¡ªy la presidencia misma¡ª est¨¢ a su servicio personal, ser¨¢ dif¨ªcil escandalizarse en el futuro ante deslealtades similares; por ejemplo, si un vicepresidente enfrentado al presidente acaba haciendo oposici¨®n desde el mismo Ejecutivo, o si se utiliza ese cargo ¡ªo cualquier otro¡ª para satisfacer ambiciones personales a costa de la instituci¨®n. En tercer lugar, la maniobra de Cristina desprestigia la presidencia y la vicepresidencia: la primera, porque aparece como un t¨ªtere de la segunda; la vicepresidencia, porque se ve humillada, transformada en mero instrumento para consumar una artima?a pol¨ªtica.
En caso de conflicto interno, la vicepresidenta tendr¨ªa m¨¢s poder que el presidente y causar¨ªa una grave inestabilidad pol¨ªtica en el pa¨ªs
En EE?UU, cuando un presidente consigna un ¨¢mbito de actuaci¨®n al vicepresidente, tal asignaci¨®n queda arraigada para el futuro; es inconcebible que los presidentes venideros la modifiquen. As¨ª lo explica Jody Baumgartner, especialista en la vicepresidencia norteamericana: si un presidente cambiara el patr¨®n de asignaci¨®n o acceso a los recursos, pondr¨ªa en riesgo a la vicepresidencia y, por extensi¨®n, a la Administraci¨®n, perdiendo prestigio y, por tanto, credibilidad. Cabe preguntarse si a Cristina Fern¨¢ndez le preocupan siquiera m¨ªnimamente el prestigio y la credibilidad de las instituciones de su pa¨ªs.
Es interesante preguntarse qu¨¦ ocurrir¨ªa si los Fern¨¢ndez ganaran las elecciones y, una vez en el Ejecutivo, comenzaran a chocar. Con toda certeza se pondr¨ªa de manifiesto una gran anomal¨ªa: que la vicepresidenta tendr¨ªa m¨¢s poder que el presidente. A su vez, ello desvelar¨ªa que el poder de uno y otro no tendr¨ªa origen ni naturaleza institucional, sino personal. Cristina desplegar¨ªa un poder que desborda el natural de la vicepresidencia, y el presidente ver¨ªa artificialmente jibarizado su poder. Adem¨¢s, como consecuencia de lo anterior, la vicepresidenta probablemente podr¨ªa forzar al presidente a renunciar, y ascender ella a la presidencia; la eventualidad de un presidente forzado a renunciar por su vicepresidenta supondr¨ªa un flagrante trastorno institucional que traer¨ªa aparejados inseguridad pol¨ªtica e inestabilidad.
La vicepresidencia a la estadounidense presenta una caracter¨ªstica problem¨¢tica: la incapacidad del presidente de remover a su vicepresidenta. De ah¨ª que Cristina solo puede articular su a?agaza a trav¨¦s de ese cargo: mientras el presidente tiene disponibilidad sobre todos los dem¨¢s miembros del Gabinete, la vicepresidencia le garantiza que Alberto Fern¨¢ndez no podr¨ªa apartarla del Ejecutivo en caso de colisi¨®n entre ambos.
Tras dos mandatos al frente del Ejecutivo, cabe esperar que Cristina Fern¨¢ndez sepa a qu¨¦ se expone al introducir en su atanor de alquimista pol¨ªtica ese elemento inestable y altamente inflamable que es la vicepresidencia. El riesgo de su proceder, no obstante, excede ampliamente el c¨ªrculo del Gobierno: un experimento fallido no solo har¨ªa explotar su laboratorio institucional, sino que las radiaciones emitidas afectar¨ªan severamente a una poblaci¨®n de 45 millones de personas.
Ariel Sribman Mittelman es profesor de Ciencia Pol¨ªtica en la Universitat de Girona.
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