Divisi¨®n sin fin
La Diputaci¨®n de Barcelona profundiza la divisi¨®n en el independentismo
El pacto entre el PSC y Junts per Catalunya para poner en manos de los socialistas la Diputaci¨®n de Barcelona ha provocado una profunda divisi¨®n en el independentismo catal¨¢n. El acuerdo entre las dos fuerzas pol¨ªticas alcanzado de una manera transparente y dentro del estricto marco constitucional habr¨ªa fragmentado al bloque secesionista, que sufre as¨ª en carne propia la dolencia que inocul¨® en la sociedad catalana con su empe?o por dividir a los catalanes entre unionistas e independentistas para poder a su vez separarlos del resto de los espa?oles. Quienes convierten la divisi¨®n en virtud est¨¢n ahora fatalmente divididos entre ellos mismos por m¨¢s que clamen constantemente por la unidad entre sus partidarios.
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La divisi¨®n se expresa en todos los planos de la vida pol¨ªtica catalana, salvo el territorio exento para las buenas consciencias de la solidaridad con los pol¨ªticos presos y huidos como consecuencia de la obligada acci¨®n de la justicia ante el amago de suspensi¨®n de la Constituci¨®n en el oto?o de 2017. Los partidos independentistas se hallan enfrentados en raz¨®n de los pactos locales ¡ªAyuntamientos, diputaciones y consejos comarcales¡ª en los que por primera vez se ha roto el cord¨®n sanitario impuesto por el independentismo a quienes no obedec¨ªan a sus pretensiones. Tanto Esquerra Republicana como Junts per Catalunya han pactado con el PSC (en 22 y 26 ayuntamiento respectivamente) en contra de la unidad independentista y sustray¨¦ndose alcald¨ªas entre las dos formaciones independentistas, con el caso m¨¢s visible y sustancial, el de la Diputaci¨®n de Barcelona.
La divisi¨®n ha llegado al seno de Junts per Catalu?a, donde la corriente encabezada por David Bonveh¨ª ha dado la presidencia a la socialista N¨²ria Mar¨ªn en detrimento del candidato de Esquerra y de las posiciones sustentadas por el entorno de Puigdemont y por el militantismo secesionista de la ANC y ?mnium. Y tambi¨¦n afectan a la actitud a adoptar ante la investidura de Pedro S¨¢nchez, con posiciones tan distantes como la exigencia de un refer¨¦ndum de autodeterminaci¨®n por parte de Quim Torra o la decantaci¨®n al menos hacia la abstenci¨®n sin condiciones por parte de Esquerra y del renacido Artur Mas.
Lo mismo sucede con la respuesta a la sentencia del Tribunal Supremo, observada por los m¨¢s radicales como la oportunidad para una nueva intentona y por los ahora m¨¢s realistas de Esquerra como la oportunidad de unas elecciones catalanas en las que finalmente superen al nacionalismo de ra¨ªz convergente. Para Quim Torra y la sociedad civil secesionista ni siquiera interesa convocar elecciones, pues significan poner en riesgo el poder auton¨®mico actualmente al servicio de la secesi¨®n ¡ªespecialmente TV-3¡ª y propiciar la din¨¢mica divisiva entre los partidos secesionistas en competencia.
La divisi¨®n tiene otras consecuencias, y la mayor es la reaparici¨®n de la diferencia entre derechas e izquierdas en un universo pol¨ªtico hasta ahora organizado solo en raz¨®n del eje nacionalista. Tambi¨¦n se ha roto en los pactos el frente en favor y en contra del art¨ªculo 155 de la Constituci¨®n, en el que se empe?aban hasta ahora los secesionistas. Es toda una paradoja que las cr¨ªticas de Cs al PSC por pactar con el independentismo coincidan con las del fundamentalismo de Torra, ambos de acuerdo en dar la alcald¨ªa y la Diputaci¨®n de Barcelona a Esquerra.
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