El jardinero que lleva m¨¢s de 40 a?os cuidando la vegetaci¨®n de la Alhambra
Paco Garc¨ªa Montes trabaja como jardinero en el conjunto monumental granadino. Un vergel con m¨¢s de 500 especies de flora que visitan 8.000 personas cada d¨ªa.
EN LOS JARDINES de San Francisco, junto a la calle Real de la Alhambra, huele a miel. La fragancia dulzona se cuela entre los rosales, cipreses y palmeras que cubren este rinc¨®n del conjunto monumental granadino. ¡°El otro d¨ªa, una turista me pregunt¨® que d¨®nde ten¨ªamos las colmenas. Le iba a explicar que en esta zona no hay ninguna. Pero me di cuenta de que lo que estaba oliendo era el aliso¡±, cuenta Paco Garc¨ªa Montes. El veterano jardinero, de 61 a?os, se?ala unas diminutas flores blancas bajo las rosaledas, las causantes del perfume.
Garc¨ªa lleva m¨¢s de 40 a?os trabajando en los jardines de la Alhambra, que ocupan 11 de las 130 hect¨¢reas de un terreno que incluye adem¨¢s huertas, bosques y otros espacios verdes. En el vergel trabajan 40 jardineros repartidos en tres zonas: Partal, Generalife y Secano. Garc¨ªa es el jefe de este ¨²ltimo sector, conocido as¨ª porque en otro tiempo fue un erial. ¡°Entr¨¦ cuando ten¨ªa 17 a?os a trav¨¦s de un vecino. En aquella ¨¦poca no hab¨ªa casi maquinaria. Ten¨ªamos una motosierra para toda la Alhambra. Se cortaba todo a tijera y se excavaba a mano¡±.
El veterano capataz tiene previsto jubilarse a finales de a?o. Dice que se dedicar¨¢ a cuidar la huerta de su casa en Hu¨¦tor de Santill¨¢n, a 15 kil¨®metros de la Alhambra. Pero, por el momento, el trabajo le absorbe. Podar, regar, quitar las malas hierbas¡ Cada mes tiene sus tareas. En mayo y junio, por ejemplo, se cambian las flores seg¨²n se van agostando. Este proceso se vuelve a repetir de nuevo a finales del oto?o. En total, cada a?o se emplean 80.000 plantas, 50.000 de las cuales se producen en viveros propios. Los jardineros tambi¨¦n deben combatir las plagas que amenazan a las m¨¢s de 500 especies de flora. Ahora mismo, el picudo rojo, un escarabajo que mata las palmeras, es una de las mayores amenazas. Garc¨ªa reconoce que luchar contra ¨¦l supone un ¡°esfuerzo tit¨¢nico¡±, pero recuerda con tristeza una plaga que fue a¨²n peor, la grafiosis. Esta enfermedad lleg¨® a Espa?a en los a?os ochenta y a principios de los noventa aniquil¨® los olmos de la Alhambra. ¡°Eran unos ejemplares inmensos. Tratamos de salvarlos por todos los medios. Les pusimos goteros con insecticida, los rodeamos de cal viva. No hubo manera¡±.
Los jardineros realizan todas estas tareas bajo la atenta mirada de los 8.000 visitantes que recorren cada jornada el conjunto monumental, abierto 363 d¨ªas al a?o. Garc¨ªa cuenta entre risas que hay incluso quien se arranca a darles consejos: ¡°Todo el mundo cree que entiende de plantas¡±. Recuerda especialmente una poda en el Patio de los Arrayanes. Los setos que dan nombre a este espacio hab¨ªan crecido demasiado. Para devolverles las proporciones que deb¨ªan tener con la alberca y el palacio fue necesario cortar las hojas hasta que solo se ve¨ªan las ramas le?osas. Algunos de los visitantes, disgustados con el resultado, no dudaron en dar su opini¨®n a los jardineros. ¡°Nos llamaron de to aquel d¨ªa¡±, resume Garc¨ªa.
Catuxa Novo, jefa del servicio de jardines, bosques y huertas, explica que la concepci¨®n que los ¨¢rabes ten¨ªan de los espacios verdes es completamente diferente a la nuestra: ¡°Para ellos, que ven¨ªan del desierto, un vergel era la imagen del para¨ªso¡±. El agua es el nexo de uni¨®n de todo el conjunto a trav¨¦s de albercas, fuentes, acequias y aljibes. Y tambi¨¦n fue el origen de todo. ¡°Se considera que la Alhambra se pudo construir gracias a que se trajo el agua¡±, explica la ingeniera de montes. Hoy d¨ªa llega desde el r¨ªo Darro por un t¨²nel de los a?os cuarenta que sigue los seis kil¨®metros del trazado original de la Acequia Real, que est¨¢ siendo restaurada para que pueda volver a usarse. Otro proyecto que est¨¢ en marcha es la recuperaci¨®n de las huertas del Generalife, las ¨²nicas asociadas a un recinto palatino que han estado en uso desde su creaci¨®n. Cada intervenci¨®n sobre los terrenos re¨²ne a un grupo de expertos que estudia pruebas documentales (cuadros, relatos de viajeros) y an¨¢lisis palinol¨®gicos (estudios del polen hallado en restos arqueol¨®gicos). Unas veces las intervenciones reflejan el paso del tiempo sobre una zona, en ocasiones el proyecto se centra en una ¨¦poca concreta.
Otra de las medidas que se han tomado en la ¨²ltima d¨¦cada es el abandono progresivo de los productos qu¨ªmicos. ¡°En los a?os noventa gast¨¢bamos litros y litros de herbicida. Como si fuera agua¡±, recuerda Paco Garc¨ªa. ¡°Un ambiente libre de fitoqu¨ªmicos permite que el ecosistema sea mucho m¨¢s rico, mucho m¨¢s diverso y se regule ¨¦l mismo¡±, explica Novo. La vida ha vuelto a ocupar las albercas y se pueden ver ranas, gallipatos y lib¨¦lulas. Hay unas 160 especies entre mam¨ªferos, aves, reptiles, anfibios y peces que conviven en los terrenos. Esto ha permitido, por ejemplo, que el mosquito tigre, que ya se ha visto en algunos parques de Granada, no se haya detectado en la Alhambra. ¡°Tenemos una fauna rica que acaba con los mosquitos de manera natural. No hay que fumigar¡±, resume Novo. Cuando es necesario controlar una plaga se suelta fauna auxiliar (depredadores de la especie que se quiere controlar). Se suele hacer de noche porque los trabajadores deben ponerse unos llamativos trajes que, seg¨²n Garc¨ªa, ¡°a la gente le imponen mucho¡±. El jardinero comenta que hay compa?eros que no disfrutan demasiado de esa faena nocturna: ¡°Se dice que hay un fantasma y les da miedo¡±. Para ¨¦l, sin embargo, es un privilegio encontrarse a solas en el monumento. ¡°Un aut¨¦ntico lujo¡±, zanja.
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