Hambrienta
Que te paguen por tu trabajo no te obliga a decir am¨¦n
"No muerdas la mano que te da de comer". Me pregunto qui¨¦n formular¨ªa esta conseja que ejemplifica el punto en que confluyen sabidur¨ªa popular y pensamiento dominante. Pese a que ¡°popular¡± y ¡°dominante¡± en nuestro contexto deber¨ªan ser t¨¦rminos antag¨®nicos, la sabidur¨ªa popular no representa un contrapunto al pensamiento dominante, sino que suele naturalizarlo. Porque el ¡°no muerdas la mano que te da de comer¡± no ha nacido del caletre de un jornalero o una recolectora de fresas, sino de quien subcontrata su fuerza de trabajo y su cuerpo todo: de la patronal ¡ªtambi¨¦n de sus bardos y bardas¡ª, a la que no le convienen revueltas ni peticiones de aumentos de sueldo ni que le muerdan la mano. No. Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, no generes mecanismos de protesta para seguir siendo la mujer barbuda o el inquilino de la comunidad de rasurados que tiene un aire a Bakunin. Asume que no hay remedio. ?Sabidur¨ªa popular? Sabidur¨ªa de caciques. Sumisi¨®n, gobernabilidad espuria, miedo. Me produce desaz¨®n la gente refranera. ¡°No muerdas la mano que te da de comer¡±. ?Y si te da de comer mal? Traslademos la recomendaci¨®n a esta ¨¦poca pseudol¨ªquida ¡ªla licuadora de clases sociales se ha atascado con fibras de pulpa y vulva¡ª; esta ¨¦poca de ¨®rganos directivos invisibles, que mandan mucho, de megabytes y voces pregrabadas, que atienden (??) reclamaciones telef¨®nicas; ¨¦poca en la que intempestivamente perduran y sobreviven recolectoras, jornaleros.
Aqu¨ª y ahora hay que intentar pegarle siempre un mordisco a la mano que te alimenta: la del peri¨®dico que te contrata y da voz para que desdigas alg¨²n apunte de su l¨ªnea editorial o te solidifiques en ella; la de la fundaci¨®n que te paga para intervenir en un congreso; la del banco, que tambi¨¦n a trav¨¦s de su fundaci¨®n patrocina charlas incendiarias. Morder esas manos no es ingratitud: que te paguen por tu trabajo no te obliga a decir am¨¦n. Lo otro ser¨ªa esclavismo ideol¨®gico, abyecci¨®n, mafia. Como te pago y t¨² aceptas mi dinero, chit¨®n. Oigo al doblador de Marlon Brando en El padrino, que conoce bien los riesgos que corremos mis empleadores, mi independencia y yo misma. Los empleadores son libres ¡ªde libre mercado¡ª y tienen motivos en los que hoy no voy a insistir para realizar sus contrataciones. Lo no habitual es poder decidir para qui¨¦n se trabaja, y puede que nuestra honestidad ¡ªhablar de independencia me parece un exceso¡ª pase por ser conscientes de que, por mucho que se vaya de verso suelto, en orquestas, empresas, instituciones o cooperativas asamblearias, las disonancias terminan por empastarse, una luz suaviza las diferencias ¡ªluz amarilla en el Blues del amo de Gamoneda¡ª y solo se atisba, por debajo de la s¨¢bana, el bulto m¨®vil de un pu?o que quiere dibujarse contra la blanca planicie. Con la acidez del est¨®mago no agradecido, agradezco que me contraten y me dejen alimentar la fantas¨ªa de que muerdo mano, mejilla, pezu?a de vaca; de que soy la mujer barbuda, y de que Dios es un sectario por no ayudarme si no madrugo. Aunque los can¨ªbales tengan otros rostros, parece que ladrando muerdo y, al parecerlo, a lo mejor muerdo un poquito. Si no vivi¨¦ramos en esta apariencia de pluralidad ¡ªapariencias y formas son important¨ªsimas, incluso a veces dejan de ser significantes para colonizar significados¡ª, volver¨ªa la niebla del sindicato vertical y la resurrecci¨®n de Fraga Iribarne. Las listas de mala gente que adoctrina ¡ªno que camina¡ª ya est¨¢n en marcha. ??am!
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