Sindicalismo en la era del ¡®coworking¡¯
El movimiento sindical se enfrenta hoy al reto de modernizarse y de proteger a los aut¨®nomos en una era de menguantes derechos laborales, largas jornadas de trabajo y escaso derecho a la desconexi¨®n
En el mundo del coworking, las profesiones liberales, el emprendimiento y el pensamiento positivo, la cultura sindical corre el riesgo de evaporarse en poco tiempo. Para muchos miembros de las nuevas generaciones, el sindicalismo es algo vintage: aquel se?or de barriga, vago, liberado, problem¨¢tico y adicto a las parrilladas. El sindicalismo no es cool: en la nueva y chispeante econom¨ªa digital no abunda. Seg¨²n d¨®nde, hasta est¨¢ mal visto reivindicar unas condiciones laborales justas: se ve como una muestra de falta de compromiso con el sagrado proyecto. Hay que arrimar el hombro, sacrificar la vida y el aliento. Lo dijo en un tuit el visionario y emprendedor Elon Musk: ¡°Nadie ha cambiado el mundo trabajando 40 horas a la semana¡±.
Este ¡°nuevo esp¨ªritu del capitalismo¡± (como lo bautizaron los soci¨®logos Luc Boltanski y ?ve Chiapello) se puede observar en cualquier espacio de oficinas compartidas o coworking como los que proliferan en los centros de las ciudades, donde profesionales dispersos se juntan en busca de compa?¨ªa y ¡°sinergias¡±, y donde, por supuesto, no hay tablones sindicales. ¡°Nada es imposible¡±, se lee en una pizarra. El local es di¨¢fano, tranquilo, moderno. En largas mesas corridas trabajan los aut¨®nomos, las peque?as empresas y start-ups que pagan por este espacio. Por todas partes se leen mensajes sobre marcar la diferencia, ser inasequibles al desaliento, salir de la zona de confort, generar impacto.
El coste de esta forma de trabajo no se menciona: ni los ingresos, ni la inestabilidad, ni la duraci¨®n de la jornada, ni el derecho a la desconexi¨®n, ni los conflictos con la conciliaci¨®n familiar o la pareja o la amistad o el ocio: lo que venimos llamando la vida. Quejas hay, pero se expresan m¨¢s en la barra del bar y en las redes sociales.
Un mundo que ya no existe
La edad de oro del sindicalismo sucedi¨® en un mundo que ya no existe. Durante los llamados Treinta Gloriosos, los tres decenios del capitalismo en Occidente tras la Segunda Guerra Mundial, se conjug¨® con ¨¦xito crecimiento econ¨®mico y redistribuci¨®n de la riqueza, y los sindicatos fornidos conquistaron derechos y contribuyeron al levantamiento del Estado de bienestar. Eran tiempos de f¨¢bricas, minas, astilleros y grandes empresas donde el roce hac¨ªa el cari?o y la solidaridad. Los trabajadores se organizaban con facilidad y poder¨ªo. Era el modo de producci¨®n fordista exportado desde Estados Unidos.
El modelo ha quedado tocado por la Gran Recesi¨®n, todo es m¨¢s flexible e individualista
Ahora, en un paisaje posfordista, en el que han perdido predominancia las grandes empresas y la protecci¨®n laboral y el modelo ha quedado tocado por la Gran Recesi¨®n, todo es m¨¢s l¨ªquido, flexible, borroso, atomizado, individualista. El poeta Jos¨¦ Agust¨ªn Goytisolo expres¨® algo notable en Palabras para Julia: ¡°Un hombre solo, una mujer as¨ª, tomados de uno en uno, son como polvo, no son nada¡±. Con los aut¨®nomos, lo mismo. Microempresas y trabajadores tomados de uno en uno, como polvo, desindustrializaci¨®n, plataformas digitales: una sociedad siempre online, donde los l¨ªmites de la jornada se desdibujan, hay problemas de precariedad, temporalidad, inseguridad y autoexplotaci¨®n. Todo ello engrasado por el aceite mental del pensamiento positivo que evita la explosi¨®n. A los sindicatos, organizaciones longevas con fuertes inercias, les cuesta adaptarse a los cambios (como, por lo dem¨¢s, a todo el mundo). Que en Espa?a no supieran capitalizar el descontento de la crisis y unirse de forma efectiva al movimiento del 15-M, los casos de mala praxis, la debacle de las cajas de ahorros y algunos esc¨¢ndalos de corrupci¨®n no ayudaron a mejorar su popularidad.
¡°Los sindicatos se encuentran en una dif¨ªcil posici¨®n¡±, dice Luis Enrique Alonso, catedr¨¢tico de Sociolog¨ªa de la Universidad Aut¨®noma de Madrid. ¡°Deben atender una realidad laboral muy diversa, y tambi¨¦n seguir siendo un negociador eficaz y solvente con la patronal y el Estado¡±. El sindicalista franc¨¦s Thi¨¦baut Weber ha comparado esta situaci¨®n con el dios Jano de la mitolog¨ªa romana, que ten¨ªa dos caras: con una, el sindicato debe afrontar los problemas cl¨¢sicos (desempleo, salario); con la otra, adaptarse a los nuevos tiempos tecnol¨®gicos y la precarizaci¨®n que conllevan.?
La conciencia de clase
La campa?a de descr¨¦dito de la lucha obrera desde la revoluci¨®n neoliberal ha hecho mella: una de las prioridades de Reagan y Thatcher fue menoscabar el fuerte poder sindical (la Dama de Hierro aplast¨® ¨¦picamente en 1984, fecha orwelliana, a los orgullosos mineros brit¨¢nicos) y esas ideas entraron a saco en el imaginario colectivo: el sindicato era una r¨¦mora al progreso.
Los aut¨®nomos son empujados a la autoexplotaci¨®n en muchos campos, como, por ejemplo, en el caso de las profesiones llamadas creativas. ¡°Hoy d¨ªa tener un trabajo creativo e interesante parece m¨¢s importante que las condiciones laborales, con eso basta para saciar nuestro narcisismo¡±, dice el catedr¨¢tico Alonso, ¡°lo que se pide es entusiasmo a toda costa¡±. De ese ¡°entusiasmo¡±, de esa autoexplotaci¨®n del aut¨®nomo cultural, habla el libro El entusiasmo, de Remedios Zafra, premio Anagrama de Ensayo en 2017.
La conciencia de clase trabajadora ha desaparecido, sobre todo en el ¨¢mbito de las nuevas profesiones tecnol¨®gicas e individualizadas, por m¨¢s que trabajen, y mucho: las horas extras no pagadas rondan el 40% en el ¨¢mbito laboral general, seg¨²n el INE. ¡°La conciencia de clase no est¨¢ en la mente de las nuevas generaciones y muchos explotados se sienten emprendedores. Hay que hacer entender que es necesario organizarse, que la uni¨®n es la base para avanzar, pero no existe una varita m¨¢gica para lograrlo¡±, opina Enrique Hoz, secretario general de CNT, el hist¨®rico sindicato hoy minoritario y que, quiz¨¢ precisamente por ello, ha tenido la cintura para implicarse en algunas de esas luchas, lanzando campa?as como STOP Falsos Aut¨®nomos, divulgando la precariedad de muchos periodistas e implic¨¢ndose con fuerza en las luchas feministas.
Los l¨ªmites de las jornadas se desdibujan, hay problemas de precariedad y autoexplotaci¨®n
Este giro hacia los movimientos sociales tambi¨¦n se perfila como una estrategia para reforzar la imagen de otras organizaciones sindicales. ¡°M¨¢s all¨¢ de la tabla salarial, debemos ocuparnos de la calidad de vida de las personas, del Estado de bienestar, de las cuestiones de g¨¦nero, del problema de la vivienda¡±, explica Carlos Guti¨¦rrez, secretario de juventud y nuevas realidades del trabajo de Comisiones Obreras (CC?OO). Estas son formas de acercar el sindicalismo a una sociedad que muchas veces mira para otro lado. Y, como a?ade Guti¨¦rrez, hay que ver Internet ¡°como un espacio de acci¨®n para cambiar el relato dominante¡±.
Una opci¨®n inevitable es utilizar las redes sociales para divulgar la uni¨®n de los trabajadores. Los sindicatos ya est¨¢n en Facebook, Twitter o Instagram, donde difunden ideas y pueden resolver dudas y ofrecer asesoramiento. Est¨¢ por venir la figura del influencer sindical que se haga selfis con el pu?o en alto.
?Qu¨¦ hacer?
Los sindicatos mayoritarios en Espa?a, UGT y CC?OO, suman cerca de 1.800.000 afiliados ¡ªen los ¨²ltimos a?os se observa un repunte tras haber perdido mucha afiliaci¨®n con la crisis¡ª. Son conscientes de la problem¨¢tica que enfrentan y tratan de imaginar soluciones. ¡°Ser¨ªa importante que los n¨²cleos fuertes de los sindicatos en las empresas tambi¨¦n se ocuparan de los aut¨®nomos que trabajan para ellas y de aquellos que lo hacen para empresas externalizadas¡±, apunta Guti¨¦rrez. Se est¨¢ produciendo un traslado del riesgo del capital a los trabajadores, como se ve en el caso de las plataformas digitales o en el crecimiento de los falsos aut¨®nomos y de los becarios: se la juega el currante y no el patr¨®n. Otra propuesta es fortalecer las ramas territoriales de los sindicatos, aquellas que se disponen sobre el terreno, m¨¢s all¨¢ del centro de trabajo, y adonde puedan acudir los aut¨®nomos, y no solo organizarse por sectores laborales.
En UGT est¨¢n tratando en los ¨²ltimos a?os de introducirse en los nuevos mercados laborales, ¡°sobre todo ahora que crece la temporalidad, la incertidumbre, y hay quien trata de sacar provecho de ello consiguiendo mano de obra m¨¢s barata¡±, explica Gonzalo Pino, secretario de pol¨ªtica sindical de UGT. La Uni¨®n de Profesionales y Trabajadores Aut¨®nomos (UPTA) es el organismo vinculado al sindicato para defender a estos trabajadores y representa al 19,6%. En Espa?a hay m¨¢s de 3,2 millones de aut¨®nomos. ¡°Existe mucho desconocimiento y es nuestra labor abrir caminos hacia la sociedad¡±, se?ala Pino.
La Asociaci¨®n de Trabajadores Aut¨®nomos (ATA, que representa al 61,4% de los aut¨®nomos), m¨¢s que un sindicato, es un asociaci¨®n empresarial, recientemente integrada en la patronal CEOE, aunque su car¨¢cter no deja de ser h¨ªbrido porque agrupa a aut¨®nomos que tienen una empresa, pero tambi¨¦n a aquellos que trabajan por su cuenta, como explica su vicepresidenta ejecutiva, Celia Ferrero: ¡°Muchos aut¨®nomos viven a caballo entre una situaci¨®n y otra, como empleados de s¨ª mismos y jefes de sus empleados, por eso creemos que deben tener una representaci¨®n espec¨ªfica¡±, explica. El asociacionismo, creen, es importante y son transversales: tienen desde periodistas, ingenieros o psic¨®logos hasta camioneros o taxistas: ¡°Representamos intereses comunes¡±, dice la vicepresidenta.
La conciencia de clase trabajadora ha desaparecido en las profesiones tecnol¨®gicas
La cobertura y la protecci¨®n social deben adaptarse a las nuevas formas de trabajo. Proponen una distribuci¨®n de la cuota de aut¨®nomos m¨¢s racional y proporcional a los ingresos, adem¨¢s de un nuevo tipo de trabajador aut¨®nomo econ¨®micamente dependiente (TRADE) digital, que permita que estos aut¨®nomos no tengan que depender al 75% de una sola empresa y que puedan repartir su tiempo entre varias. Ejemplo: un repartidor aut¨®nomo (esos que con elegancia anglosajona se llaman rider) que funciona con su propia bici y su propio tel¨¦fono, y que pueda dividir su trabajo entre varias plataformas digitales. El contrato TRADE que hoy existe ofrece ventajas a los aut¨®nomos como derecho al descanso semanal y a las vacaciones. Derechos que, por lo dem¨¢s, fueron conquistados hace mucho, pero que se van diluyendo en la nueva coyuntura l¨ªquida y flexible.
?C¨®mo organizar hoy a los trabajadores atomizados? A veces da la impresi¨®n de que har¨ªa falta que un agitador llegara al coworking, se subiera a una caja y empezara a arengar a las masas adormecidas, como en las f¨¢bricas del siglo XIX. ¡°No es necesario¡±, dice Luz Rodr¨ªguez, profesora de Derecho del Trabajo de la Universidad de Castilla-La Mancha, ¡°hoy tenemos Internet, y trabajadores localizados a lo largo del mundo con intereses semejantes pueden crear movimientos que, aunque no se llamen sindicatos, tienen funci¨®n similar. Ya est¨¢ pasando¡±. Pone como ejemplo experiencias como Amazon Turkopticon, Fair Crowd Work o asociaciones de repartidores de domicilio como Riders X Derechos. La tecnolog¨ªa es un reto y el capital suele hacer mejor uso de ella que el trabajo, pero tambi¨¦n es una oportunidad.
As¨ª germinan elementos de solidaridad diferentes, pero de solidaridad al fin y al cabo. En un momento en el que el mercado laboral demanda creatividad sin freno, tal vez la lucha de los trabajadores tambi¨¦n tenga que ser m¨¢s creativa.
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