Hagamos a EE UU blanco otra vez
El presidente Trump desquicia la democracia y la indignaci¨®n y el razonamiento resbalan contra sus provocaciones
No es f¨¢cil hallar un pa¨ªs tan contradictorio como Estados Unidos: capaz de albergar las m¨¢s altas aspiraciones, de salvar a Europa en dos guerras mundiales o considerarse a s¨ª mismo excepcional. Y en ocasiones como la actual, desma?ado e impotente en sus relaciones internacionales. Incapaz de afrontar el mayor desaf¨ªo, el cambio clim¨¢tico, o de entenderse con China, mientras desde?a a los aliados europeos. Con motivo del 4 de julio, un editorial de The New York Timesreconoc¨ªa que versiones de estas contradicciones americanas han persistido durante mucho tiempo, pero son especialmente agudas en este cumplea?os nacional.
Este es hoy el pa¨ªs de Trump, que declara en la portada de la revista Time, que ¡°toda mi vida es una apuesta¡±. Para confirmarlo, el magnate inmobiliario que act¨²a movido por sus instintos, bajos en demasiadas ocasiones, dobla su apuesta. El presidente, que es ignorante pero no est¨²pido, controla el marco electoral, desespera a los dem¨®cratas y ofende a todos los ciudadanos de color, nacidos o no en EE UU, a los que no considera verdaderos americanos.
Esta categor¨ªa solo la ostentan, seg¨²n Trump, los nativos blancos. Hagamos a Am¨¦rica blanca otra vez parece ser el eslogan del presidente ¡ªcuyo abuelo alem¨¢n emigr¨® a EE UU¡ª cara a su reelecci¨®n. Dobla Trump la apuesta racista en la carrera electoral ya abierta, avivando el demonio todav¨ªa no enterrado de la cuesti¨®n racial, con la aberrante defensa de la supremac¨ªa blanca. Barack Obama ilusion¨® con la posibilidad de un progreso racial y hoy Trump despide de EE UU a cuatro congresistas dem¨®cratas j¨®venes: ¡°Volved a vuestro pa¨ªs, infestado de cr¨ªmenes¡±.
Un racista en la Casa Blanca. ?l, que con su padre negaba el alquiler de sus promociones inmobiliarias en Nueva York a las personas de color, y que cuando visitaba su casino en Atlantic City ped¨ªa que escondieran a los empleados negros. Pretende hacer un registro de ciudadanos y no ciudadanos, algo que nunca se ha hecho en EE UU, porque cree que la ciudadan¨ªa americana es fundamentalmente racial, y que solo los blancos pueden ser ciudadanos.
El presidente desquicia la democracia de EE UU y la indignaci¨®n y el razonamiento resbalan contra sus provocaciones. Cuanto m¨¢s ruido provoca con sus tuits, m¨¢s consigue desviar la atenci¨®n de lo principal. Y los continuos ataques que recibe se vuelven como un bumer¨¢n contra sus opositores. La bandera del nacionalismo blanco y el stop a la inmigraci¨®n, con el anuncio de pol¨ªticas desaforadas, cohesiona a sus votantes. El 57% de los republicanos cree que peligra la identidad nacional. Todav¨ªa, el 62% de los estadounidenses piensa que la apertura del pa¨ªs a gentes de todo el mundo es esencial para conocer qui¨¦nes somos como naci¨®n (encuesta de USA Today / Ipsos).
Act¨²a como pir¨®mano. Incendia que algo queda. Pero logra dominar el debate nacional ante un Partido Dem¨®crata que no sabe a¨²n con qu¨¦ proyecto enfrentarse al presidente. Trump apuesta porque podr¨¢ definir al Partido Dem¨®crata como radical y antiamericano. Vuelve, 70 a?os despu¨¦s, la caza de brujas.
fgbasterra@gmail.com
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