Hay trampa
Quienes almacenan los datos de toda la poblaci¨®n para hacer con ella un uso particular son Google y Facebook, y trabajan para el lado bueno de esta guerra
La din¨¢mica se repite una y otra vez, sin que nos paremos un segundo a reflexionar. Las alarmas se disparan de pronto. Les hablo del ¨²ltimo caso. Resulta que la aplicaci¨®n-juguete por la que puedes envejecer tu cara para mirarte en una especie de espejo futuro est¨¢ en manos de agentes rusos y acaban de hacerse con los par¨¢metros faciales de toda la poblaci¨®n como un pederasta regala caramelos en el parque infantil. Se han quedado con la cara de al menos toda esa poblaci¨®n que se esfuerza por no perder comba en los juegos impuestos por la moda del instante. Se desata la paranoia, la alucinaci¨®n colectiva y un terror sovi¨¦tico recuperado se apodera de nosotros justo cuando celebramos los 50 a?os de la guerra espacial por llegar primeros a la Luna. La pregunta es bien simple. ?A qui¨¦n le interesa disparar esas alarmas? Suenan un poco a las desbandadas inducidas que se practican en aglomeraciones p¨²blicas. Uno grita que hay una bomba y los dem¨¢s corren despavoridos. Como vivimos en la ¨¦poca de la histeria, ya sabemos que el arranque de dignidad durar¨¢ cinco minutos, no m¨¢s. Pero queda la estela de la mentira, de la media verdad, de la trampa para conejos. En cada clic nace un tonto, dice el refr¨¢n.
Sucedi¨® exactamente igual con la arremetida de Donald Trump contra la empresa Huawei. En dos jornadas logr¨® destronar sus ventas a favor de m¨®viles estadounidenses y aliados, que andaban perdiendo cuota de mercado. Dijo, con la autoridad que le concede la presidencia de su pa¨ªs, que la telefon¨ªa china trabajaba para los servicios secretos y filtraba los datos de los usuarios. En este caso tuvo algo de forcejeo empresarial. Echar mierda sobre el rival es un cl¨¢sico mort¨ªfero. Pasadas las horas del acoso y medio derribo todo vuelve a la normalidad. Pero es la normalidad lo que nos tiene que preocupar. Es posible que los agentes rusos dominen los rostros de medio mundo y que los terminales chinos potencien la invasi¨®n comercial del pa¨ªs asi¨¢tico, pero la denuncia es tan chusca y gratuita como un insulto a la inteligencia. Quienes almacenan los datos de toda la poblaci¨®n para hacer con ella un uso particular son las dos grandes bases de datos estadounidenses, que se llaman Google y Facebook, y trabajan para el lado bueno de esta guerra templada en la que vivimos. Ni fr¨ªa ni caliente.
En los mismos d¨ªas en que se levantaba una ola de sospecha sobre el juego de envejecerte la cara, Google reconoc¨ªa que graba nuestras conversaciones, pero lo hace para mejorar el servicio. Es imp¨²dica la manera en que ejerce del mayor pirata internacional contra los derechos de autor a trav¨¦s de la plataforma YouTube, guarecida tras unos par¨¢metros de control muy mejorables que le permiten seguir jugando con la propiedad ajena. Invaden la intimidad sin ola de concienciaci¨®n que nos empuje a utilizar buscadores que no dejen rastro de una maldita vez. No hay castigo colectivo a las transgresiones en el manejo de nuestros datos. A lo m¨¢ximo que llegamos es a estudiar con enervante lentitud el mecanismo de elusi¨®n fiscal que practican en nuestros pa¨ªses. Son aut¨¦nticos expatriadores de divisas. Pero todos nos quedamos tranquilos porque de tanto en tanto disparamos una alarma tramposa contra el fantasma ruso y la t¨¦trica dictadura china. En la Red no hay buenos y malos. Todos son peores.
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