Imprecisiones hechas
Al leer ¡°los m¨¦dicos no pudieron hacer nada por salvarle la vida¡±, los imaginamos atados de pies y manos
O¨ªmos a menudo algunas frases mal construidas que saltan de unas personas a otras como si fueran una rana. Con ellas sabemos lo que nuestro interlocutor quiere decir, pero nos damos cuenta de que en realidad no lo dice.
Por ejemplo, cuando alguien anuncia: ¡°Hay que imprimir a esto un giro de 360 grados¡±. Obviamente, el contexto permite que el interlocutor deduzca que no se pretende dar una vuelta para regresar al mismo punto, sino al opuesto (es decir, un giro de 180 grados). Y por eso lo dejamos pasar.
El sentido pragm¨¢tico se aplica tambi¨¦n ante frases como ¡°tienes que volverlo a repetir¡± (cuando a¨²n no lo ha repetido) o ¡°voy a descambiar el traje¡± (cuando si acaso intentar¨¢ descomprarlo, pues al adquirirlo no decimos que lo hemos cambiado).
Una de esas construcciones en las cuales la intenci¨®n del hablante se distrae de la afirmaci¨®n pronunciada aparece con frecuencia en los sucesos: ¡°Los m¨¦dicos no pudieron hacer nada por salvarle la vida¡±. Y uno se imagina de inmediato a unos m¨¦dicos atados de pies y manos, de modo que, efectivamente, no hicieron nada por el interfecto¡ porque no pod¨ªan. Lo que no se puede hacer no se hace¡ y adem¨¢s es imposible. Si yo no puedo traducir una novela al chino, el resultado es que no traduzco una novela al chino.
Sin embargo, lo m¨¢s probable es que los m¨¦dicos s¨ª hicieran algo por salvarle la vida. Lo que no hicieron fue salv¨¢rsela. Pero habr¨¢n aplicado sus remedios de urgencia, trasladaron a la persona herida bajo cuidados, la ingresaron en un hospital¡ S¨ª hicieron algo.
En tales casos del lenguaje period¨ªstico se lograr¨ªa una mayor precisi¨®n con una f¨®rmula como ¡°los m¨¦dicos no lograron salvarle la vida¡±. Pero a esto tambi¨¦n cabe ponerle pegas, porque se incurre en una presuposici¨®n: que los m¨¦dicos lo intentaron. Si el redactor sabe que los m¨¦dicos intentaron salvarle la vida, puede escribir que no lo lograron. Pero si no sabe si lo intentaron o no (y tal vez no lo intentaron porque ya no hab¨ªa nada que hacer), puede caer en una mentira presuposicional.
Por todo ello, ante la insistente duda met¨®dica a la que nos estamos sometiendo aqu¨ª, resultar¨ªa m¨¢s riguroso escribir o decir ¡°los m¨¦dicos no le salvaron la vida¡±, sin entrar en si lo intentaron o no.
Ahora bien, este enunciado objetivo (¡°los m¨¦dicos no le salvaron la vida¡±) produce cierta incomodidad tambi¨¦n, porque suena a reproche. Se asemejar¨ªa a asertos como ¡°la aparejadora no revis¨® la obra¡± o ¡°el fontanero no arregl¨® la fuga¡±.
?C¨®mo salimos de ¨¦sta? Quiz¨¢ con una posibilidad period¨ªstica m¨¢s neutral y distante: ¡°Los m¨¦dicos atendieron al herido, que falleci¨® poco despu¨¦s¡±.
Si ¨¦sos son los hechos indudables, s¨®lo hasta ah¨ª escribiremos con rigor. Lo dem¨¢s puede equivaler a dar por cierta una conjetura no comprobada.
Y s¨ª: todo esto es coger el idioma con papel de fumar. Por eso cada cual estar¨¢ en su derecho de volver a repetir algo, de descambiar un traje o de girar 360 grados. Pero, como se?ala el ling¨¹ista canadiense Steven Pinker en El sentido del estilo (2019), la buena escritura genera confianza. Si los lectores ven en el autor un cuidado por la coherencia, a?ade, deducir¨¢n que se preocupa tambi¨¦n por otras virtudes menos evidentes. Del mismo modo, los periodistas precisos en los peque?os detalles suelen informar con igual pulcritud sobre los asuntos de mayor enjundia. Y la gente lo sabe.
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