Un Gobierno de izquierdas
En lugar de aprovechar los meses pasados desde las elecciones para formar una gran coalici¨®n en el centro pol¨ªtico, se difundi¨® la fantas¨ªa de un Ejecutivo de izquierdas, que es imposible porque no hay esca?os
Por segunda vez en su corta carrera, Pedro S¨¢nchez se ha estrellado con la realidad de que no existen posibilidades de formar un Gobierno estable, coherente y eficaz con la mayor¨ªa que le permiti¨® ganar la moci¨®n de censura. Aunque no cabe descartar que lo intente una vez m¨¢s, lo cierto es que la ¨²nica posibilidad de que Espa?a cuente en los pr¨®ximos a?os con un Gobierno de progreso ¡ªen el sentido de un Gobierno que permita progresar a la mayor¨ªa de los espa?oles¡ª es mediante alg¨²n tipo de acuerdo del PSOE con Ciudadanos y Partido Popular. Esa es la situaci¨®n que se pronosticaba antes de acudir a las urnas, esa es la situaci¨®n que result¨® de las elecciones de abril y esa es la situaci¨®n a la que se ha llegado despu¨¦s de tres meses de mediocres negociaciones.
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Esa realidad le ha sido ocultada a la opini¨®n p¨²blica por unos l¨ªderes pol¨ªticos cuyos intereses, debido a sus propios errores, se han hecho antag¨®nicos con el pacto. Albert Rivera se equivoc¨® al no ofrecer un programa de Gobierno sobre el que S¨¢nchez se viera obligado a negociar y ahora le cuesta mucho rectificar. Pablo Casado, todav¨ªa muy d¨¦bil, teme que cualquier paso en falso conduzca a ¨¦l o a su partido hacia el precipicio. Pero el principal responsable es el propio S¨¢nchez. En primer lugar, porque es ¨¦l, como la persona encargada por el Rey de formar Gobierno, quien tiene que llevar la iniciativa. En segundo lugar, porque es ¨¦l quien primero apost¨® por la negaci¨®n del pacto para alcanzar el poder en su partido. Y en tercer lugar, porque S¨¢nchez probablemente sospecha que un acuerdo con dos de lo que tan insistentemente ha llamado ¡°las tres derechas¡± desperfile por completo su figura y la de su partido, que ahora son casi la misma cosa. El grito de ¡°con Rivera no¡± con el que S¨¢nchez fue aclamado en la noche electoral, es suficientemente elocuente de las expectativas que el l¨ªder hab¨ªa creado entre sus seguidores.
En lugar de aprovechar estos meses pasados, ante la inevitabilidad de los resultados que ofrecieron las urnas, para hacer pedagog¨ªa sobre la necesidad de dirigir una gran coalici¨®n en el centro del espectro pol¨ªtico, se difundi¨® la fantas¨ªa de un Gobierno de izquierdas que es simplemente imposible. No existen esca?os en la izquierda para formar un Gobierno estable, coherente y eficaz. Ese supuesto Gobierno de izquierdas exige la plena participaci¨®n ¡ªIglesias tiene raz¨®n en este punto¡ª de un partido que en cualquier pa¨ªs de nuestro entorno ser¨ªa considerado de extrema izquierda, un partido adem¨¢s cuyos or¨ªgenes son el chavismo y el populismo. Hay que recordar que Podemos irrumpi¨® en la pol¨ªtica espa?ola no hace mucho con un mensaje tan antieuropeo ¡ªentonces se dec¨ªa contra la Europa de Merkel y de los mercaderes¡ª como el del populismo de derechas.
El principal responsable de la falta de acuerdo es el propio S¨¢nchez. Es ¨¦l quien tiene que llevar la iniciativa
Pero aunque hubiera que creer en la s¨²bita transformaci¨®n de esa fuerza radical y populista ¡ªpor estas dos cualidades sufri¨® una grave escisi¨®n hace pocos meses¡ª en un partido con sentido de Estado, para que ese supuesto Gobierno de izquierdas echase a andar se requiere el visto bueno de fuerzas tan de izquierdas como el PNV, el antiguo partido del izquierdista Pujol ¡ªahora el partido del izquierdista Puigdemont¡ª y de otras, como ERC y Bildu, que tal vez sean de izquierdas en el sentido ideol¨®gico, pero desde luego carecen del compromiso de lealtad al Estado que deber¨ªa de ser requisito m¨ªnimo para influir de cualquier manera en el Gobierno de Espa?a.
No, eso no es un Gobierno de izquierdas. La primera condici¨®n de un Gobierno de izquierdas es su vocaci¨®n de servicio a los ciudadanos, especialmente a los m¨¢s desfavorecidos. Eso exige un Gobierno eficaz, capaz de ganar apoyos para grandes reformas sociales, de generar consensos para abordar las grandes preocupaciones de la poblaci¨®n ¡ªlas pensiones, la salud, la educaci¨®n¡ª y para sentar las bases de la prosperidad futura ¡ªel medio ambiente, la igualdad de oportunidades, la inmigraci¨®n¡ª. Eso hicieron otros Gobiernos de izquierdas en el pasado. Un Gobierno de izquierdas no es aquel en el que sus integrantes se ponen camisetas con leyendas progres para encabezar las manifestaciones. Un Gobierno de izquierdas es el que combate los prejuicios y se esfuerza por impulsar una sociedad m¨¢s responsable y menos sectaria.
Un Gobierno de izquierdas debe tambi¨¦n defender el Estado democr¨¢tico, que es el ¨²nico instrumento conocido hasta la fecha para que los m¨¢s d¨¦biles se sientan protegidos por la ley frente a los poderosos y los aspirantes a tiranos. Y la defensa del Estado democr¨¢tico se hace en su integridad, con firmeza y, aqu¨ª s¨ª, sin concesiones.
Queda tiempo, pero hay que saber utilizarlo. Se trata de construir una mayor¨ªa s¨®lida, no de enga?ar al contrario
Es sabido que vivimos tiempos dominados por los demagogos y en los que la verdad es con frecuencia sustituida por lo veros¨ªmil. Tras su primera derrota electoral, S¨¢nchez hizo creer a muchos que un Gobierno de izquierdas era posible. Otros dirigentes de entonces en su partido no lo compart¨ªan y lo echaron para que no lo intentase. Despu¨¦s, fue ¨¦l quien ech¨® a los dem¨¢s pero sigue sin formar el supuesto Gobierno de izquierdas, sencillamente porque no es posible. Tendr¨ªa que repetir elecciones y conseguir mayor¨ªa absoluta o borrar a Podemos del mapa para que el mito del Gobierno de izquierdas se hiciese realidad.
Este pa¨ªs no tiene tiempo para ese absurdo prop¨®sito. En pocos meses conoceremos una sentencia trascendental que, sin duda, provocar¨¢ una enorme tensi¨®n en Catalu?a. El problema sigue ah¨ª, con toda su dram¨¢tica intensidad, quiz¨¢ aliviado en parte por la divisi¨®n y la frustraci¨®n en el campo independentista, pero agravado al mismo tiempo por el debilitamiento de las instituciones y la divisi¨®n tambi¨¦n en el campo constitucionalista.
Parece inevitable que la econom¨ªa se ralentice a corto plazo y ni siquiera se descarta una nueva recesi¨®n en el horizonte. Salimos de la crisis anterior con recortes y sacrificios pero sin las reformas necesarias para afrontar con garant¨ªas nuevas dificultades. Conviene recordar que a¨²n hoy el pa¨ªs se gobierna con los ¨²ltimos Presupuestos de Mariano Rajoy.
La polarizaci¨®n pol¨ªtica hace imposible tambi¨¦n avanzar en terrenos imprescindibles como el de la lucha contra el cambio clim¨¢tico, en el que se producen incluso injustificables retrocesos como el que se intenta en la ciudad de Madrid.
Agudizar esa polarizaci¨®n con un Gobierno apoyado por fuerzas con intereses contrarios y muchas veces contradictorios ser¨ªa nefasto para el conjunto del pa¨ªs, ajeno, como demuestran las encuestas, a esta lucha narcisista por el poder. Seguir convocando elecciones cada seis meses hasta obligar a los ciudadanos a decir lo que queremos que digan empieza ya a poner seriamente en peligro nuestra democracia, por est¨¦ril, por falta de legitimidad.
Es comprensible la desconfianza personal entre los l¨ªderes pol¨ªticos. Rivera ni siquiera acudi¨® a las citas con S¨¢nchez. Este, no solo no les ofreci¨® nada a sus rivales, sino que pidi¨® que le permitieran formar su Gobierno mientras los llamaba fascistas. Han pasado muchas cosas pero no tanto tiempo desde que S¨¢nchez y Rivera fueron capaces de firmar un programa de Gobierno o desde que Rajoy ¡ªcon m¨¢s esca?os de los que hoy tiene S¨¢nchez¡ª ofreci¨® un Gobierno de coalici¨®n.
Es poco probable que esto ocurra. Todos temen ser acusados de traici¨®n. Es m¨¢s probable que Podemos ceda un poco m¨¢s y acabemos teniendo en septiembre un Gobierno en minor¨ªa que requerir¨¢ para cada paso que d¨¦ el apoyo de fuerzas nacionalistas que han confesado que ese es el Gobierno que m¨¢s les conviene, lo que permite deducir que es el que menos le conviene a la democracia espa?ola.
A¨²n queda tiempo. Pero hay que saber utilizarlo. No se trata de enga?ar al contrario sino de construir una mayor¨ªa s¨®lida. Ese juego de que primero soy muy de izquierdas para luego ser de centro debe acabarse. Esa no es la condici¨®n de un buen pol¨ªtico. Espa?a lleva demasiado tiempo paralizada por esos c¨¢lculos infantiles. No hay mejor manera de ser de izquierdas hoy que poner fin a esta transitoriedad, a este teatro.
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