Adi¨®s al gran conciliador tunecino
El fallecimiento de Beji Caid El Sebsi es una noticia tr¨¢gica para su familia y, a la vez, un desaf¨ªo pol¨ªtico para el pueblo tunecino, actor de la primera revoluci¨®n democr¨¢tica, pac¨ªfica, en el mundo ¨¢rabe
El fallecimiento de Beji Caid El Sebsi?es una noticia tr¨¢gica para su familia y, a la vez, un desaf¨ªo pol¨ªtico para el pueblo tunecino, actor de la primera revoluci¨®n democr¨¢tica, pac¨ªfica, en el mundo ¨¢rabe. Ca?d Essebsi era, sobre todo, un gran militante de la lucha de liberaci¨®n de su pa¨ªs, dedicado a la causa defendida por el fundador de la Rep¨²blica y primer presidente de T¨²nez, Habib Bourguiba.
Pero el papel m¨¢s importante de su vida, m¨¢s all¨¢ de los cargos anteriores que desempe?¨® como ministro o embajador, ha sido el de saber conciliar, en los momentos cruciales que atraves¨® T¨²nez desde la revoluci¨®n de 2011, a todas las fuerzas, sin excepci¨®n, para mantener al pa¨ªs en las pautas de una transici¨®n democr¨¢tica, garantizando, adem¨¢s, el car¨¢cter laico del Estado tunecino. Su aportaci¨®n responsable como mandatario ha demostrado a todos los pa¨ªses ¨¢rabes del Mediterr¨¢neo que caminar hacia un sistema democr¨¢tico es posible, que se puede conjugar el respeto de la religi¨®n en la vida privada y hacer prevalecer la neutralidad religiosa en el espacio p¨²blico.
Los integristas religiosos nunca aceptaron su modernismo, como no perdonaron sus posiciones a favor de las mujeres tunecinas. No se sustrajo, desde luego, a las contradicciones que surgen en la din¨¢mica del ejercicio del poder, pero la historia guardar¨¢ de ¨¦l el rostro de un hombre que supo mantener la altura de visi¨®n necesaria y la sabidur¨ªa para salvar la revoluci¨®n tunecina.
Tuve la oportunidad de compartir con ¨¦l varias discusiones y entrevistas, y siempre me impresion¨® su realismo l¨²cido, su sentido agudo del humor, y, la perspectiva ir¨®nica desde donde miraba la pol¨ªtica, ciencia en la que era un maestro, no solo por la sagacidad acumulada por la edad, sino por una continuada y profunda reflexi¨®n sobre las vicisitudes del ejercicio del poder.
Dos ejemplos, entre muchos, dan idea de su personalidad. En 2013, en la ¨¦poca en que los islamistas gobernaban el pa¨ªs, en una concreta ocasi¨®n lo encontr¨¦ leyendo un enorme libro escrito y regalado por el jefe del partido islamista Ennahda, y le pregunt¨¦ su opini¨®n. Respuesta maliciosa: ¡°No lo he terminado, pues, como ve, ?pesa mucho! Yo soy un racionalista, respeto a Rachid Ghanuchi, el autor, pero la verdad es que toda esta ret¨®rica me parece perdida en el tiempo: no vivimos en la Edad Media para seguir hablando de la doxa religiosa¡±.
Otra vez, record¨¢ndole que, siendo ministro del Interior en la ¨¦poca de Bourguiba, defensores de los derechos humanos le atribu¨ªan emplear, a veces, mano dura con ellos. Contesta: ¡°S¨ª, tienen toda la raz¨®n. Pero no deben olvidar que yo hac¨ªa mi trabajo. De todos modos, han ganado la batalla, y el viento de la libertad que han desatado no tiene fronteras¡±. Era Ca?d Essebsi.
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