Por qu¨¦ no volver¨¦ a volar por Europa
Una experta en ciencias ambientales narra su cambio tras haber sido testigo de la degradaci¨®n clim¨¢tica
Bajo del tren en Par¨ªs y me recibe un calor tan intenso que instant¨¢neamente me recuerda la ¨¦poca en que trabajaba como ingeniera de salud medioambiental en el ?frica subsahariana en 2009. En estos momentos, la ciudad est¨¢ a 45 grados, la temperatura m¨¢s alta a la que ha estado jam¨¢s, y los parisienses sufren sin sombra suficiente, sudorosos y let¨¢rgicos en edificios dise?ados para un clima m¨¢s moderado. Europa vive temperaturas r¨¦cord para el planeta. Seg¨²n el Instituto de Investigaci¨®n de Potsdam sobre el Impacto del Cambio Clim¨¢tico, los veranos m¨¢s c¨¢lidos del continente desde 1500 antes de Cristo se han registrado sin excepci¨®n desde que empez¨® el siglo XXI. Actualmente, en todo el mundo se alcanzan r¨¦cords mensuales de calor, con una frecuencia cinco veces superior a lo que lo har¨ªan con un clima estable.
Mi decisi¨®n de tomar el tren en vez de volar para recorrer la considerable distancia que separa Bolonia, en Italia, de Bath, en el Reino Unido, se considera un acto radical. El viaje de puerta a puerta dura 15 horas, mientras que en avi¨®n ser¨ªan un par. Se trata de una decisi¨®n fundamental que los europeos tenemos que convertir en algo normal si queremos aunar esfuerzos y combatir el calentamiento global.
Tengo muchas razones para querer que las cosas cambien, ya que, debido a mi trabajo, he sido testigo de la destrucci¨®n ecol¨®gica a resultas de la degradaci¨®n clim¨¢tica. Salir en busca de agua en el desierto para abrevar a los reba?os sedientos de los n¨®madas turkana ya es complicado de por s¨ª, pero lo es a¨²n m¨¢s cuando las lluvias estacionales llevan varios a?os consecutivos sin caer y los acu¨ªferos locales est¨¢n pr¨¢cticamente secos. La sequ¨ªa trae hambre, y el ni?o esquel¨¦tico que muri¨® en mis brazos no ha dejado de perseguirme.
La comodidad ya no es una excusa para la aniquilaci¨®n ecol¨®gica. Cada mo?l¨¦cula de CO2 que dejemos de emitir es crucial
Disponemos de menos de 12 a?os para limpiar la atm¨®sfera de di¨®xido de carbono. De lo contrario, el clima planetario se desestabilizar¨¢ de manera irreversible. Nuestras infraestructuras ya no podr¨¢n cumplir su funci¨®n mientras nos afanamos por dise?ar en una semana proyectos para hacer frente a las inundaciones severas y las olas de calor cr¨®nicas. Lo que me preocupa es c¨®mo gestionar las reservas de agua. El acceso al agua segura y apta para su uso constituye la base de la salud p¨²blica, sin la cual las enfermedades infecciosas, sobre todo en las zonas densamente pobladas, como las ciudades, puede diezmar a las comunidades.
Hasta que no se produzca una evoluci¨®n en la tecnolog¨ªa aeron¨¢utica que me permita viajar sin contaminar el aire, rara vez volver¨¦ a volar, si es que lo hago. La comodidad ya no es una excusa para la aniquilaci¨®n ecol¨®gica. Aparte de que los viajes en avi¨®n no tienen alma. Mi recorrido en tren a trav¨¦s de Europa ha vuelto a prender en m¨ª el esp¨ªritu aventurero de la juventud. Conozco a personas con las que jam¨¢s habr¨ªa conectado viajando apretados en un reactor a toda velocidad, con los auriculares puestos, aislados de nuestros semejantes. Veo desplegarse el paisaje italiano y franc¨¦s, cada vista m¨¢s impresionante que la anterior. Escribo un art¨ªculo, as¨ª que mi tiempo es productivo. El ambiente del tren favorece la concentraci¨®n y la imaginaci¨®n. Muchas veces he escrito en ¨¦l algunos de mis mejores trabajos. La gente me mira con incredulidad cuando cuento que mi familia y yo elegimos viajar en ferrocarril en vez de volar. El sector del transporte se ha organizado de manera pr¨¢ctica y creativa con los vuelos baratos, de modo que las escapadas de fin de semana a R¨ªo de Janeiro o una semana tumbado al borde de la piscina en M¨¦xico forman parte de la normalidad, y hasta de nuestras aspiraciones. Pero el coste ecol¨®gico de estos viajes afecta a todos los seres vivos del planeta. Es, lisa y llanamente, una insensatez.
Cuando alguien ha visto con sus propios ojos, como lo he visto yo, el precio que la humanidad paga por ello, cada mol¨¦cula de CO2 que dejemos de emitir resulta crucial. Y somos la especie m¨¢s creativa de la Tierra, as¨ª que podemos reinventar el sector del transporte de manera que sea posible trabajar, divertirse y, al mismo tiempo y sobre todo, proteger el mundo natural. ?C¨®mo lograr unirnos en una comunidad planetaria y exigir el cambio? Empecemos por negarnos a colaborar con los sectores que deterioran el medio ambiente con temeridad y minan la posibilidad de un futuro seguro y saludable.
La brit¨¢nica Alexandra Jellicoe es ingeniera experta en ciencias ambientales y escritora.
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