La ley del rev¨®lver
En la primera mitad del a?o se produjeron m¨¢s de 1.100 homicidios en Jalisco. No hay pel¨ªcula de Tarantino con cifras como esas, ni hay modo de vivir como si eso fuera normal
El episodio, dir¨¢n algunos, parece sacado de una cinta de Quentin Tarantino. Su escenario es el local de una cadena de hamburgueser¨ªas en el estacionamiento de un centro comercial en Zapopan (el oeste de la ciudad de Guadalajara). El personaje principal acaba de recoger su comida de un mostrador y se encuentra a la mesa, acompa?ado por unos parientes. Comen y charlan. Los rodean ni?os, adolescentes, familias: lo normal en un sitio as¨ª. Por la puerta entran, en ese momento, unos hombres. Algunos dicen que dos. Otros, que m¨¢s. Como sea, cuando los reci¨¦n llegados descubren al protagonista ante ellos, no dudan. Desenfundan sus armas y comienzan a disparar en pleno restaurante. Pero la cosa va a empeorar. Porque, casualmente, entre los comensales se encuentran, adem¨¢s del hombre que nos ocupa y decenas de clientes m¨¢s, la esposa y los hijos del gobernador de Nayarit. Van acompa?ados por escoltas, que desde luego est¨¢n armados. Y los escoltas disparan tambi¨¦n. El resultado de la lluvia de balas es que dos presuntos criminales mueren (nuestro protagonista y uno de los agresores) y varios civiles, cuyo ¨²nico pecado fue salir de casa en busca de una hamburguesa, resultan heridos. Entre ellos una mujer que recibe dos balazos, en abdomen y pierna, y es llevada a un hospital en estado delicado.
Pero volvamos al protagonista. El emboscado no es cualquier cliente. Las autoridades se apresuran a se?alarlo como una pieza de gran relevancia en un grupo delictivo de escala nacional: el Cartel Jalisco Nueva Generaci¨®n. Lo apodan el ¡°53¡± y se llama Mart¨ªn Arzola Ortega. Dicen que es jefe de sicarios del cartel y que fue, de hecho, uno de sus fundadores. Hab¨ªa sido apresado en una operaci¨®n en Tlajomulco en 2011 y recluido en el penal del Altiplano. Tiempo despu¨¦s, en 2015, fue condenado a 24 a?os de c¨¢rcel por delincuencia organizada, delitos contra la salud y portaci¨®n de armas de fuego. Pero sus abogados apelaron y los magistrados que revisaron el proceso consideraron que solo la portaci¨®n de armas hab¨ªa sido probada: los otros cargos fueron desestimados. Arzola Ortega qued¨® libre, discretamente, a finales de 2018. En un primer momento, cuando identifican su cuerpo, las autoridades no saben decir c¨®mo es que estaba en la calle, tan campante.
Este episodio de sangre, uno m¨¢s entre los miles que se producen en el pa¨ªs desde hace a?os, deja varias reflexiones sobre la mesa. La primera es que en M¨¦xico hay un peligro de muerte real para miles de personas que ni la deben ni la temen pero que pueden ser alcanzadas en cualquier instante y sin ¡°provocar¡± su desgracia al moverse de noche o en lugares considerados peligrosos, como suelen reprochar las gobernantes (una hamburgueser¨ªa de cadena en un mall y en pleno mediod¨ªa no parece precisamente un antro de perdici¨®n). La segunda es que el poder judicial mexicano no es ninguna clase de obst¨¢culo para el crimen: las sentencias se diluyen y amparos y apelaciones tumban una y otra vez el trabajo policiaco si es que llega a hacerse. La tercera es que las autoridades locales y federales podr¨¢n alzar la voz con todos los mensajes de calma que quieran (y eso corrieron a hacer), pero la realidad va por otro lado: un par de horas despu¨¦s del incidente y cerca de otra hamburgueser¨ªa de cadena, en el estacionamiento de otro centro comercial, a tres kil¨®metros de distancia, un hombre muri¨® a balazos en un presunto intento de robo. La sangr¨ªa no para. En Jalisco, en el primer semestre del a?o se produjeron m¨¢s de 1.100 homicidios, seg¨²n cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad P¨²blica. No hay pel¨ªcula de Tarantino con cifras como esas. Ni hay modo de vivir como si eso fuera normal.
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