Dejar la paz en paz
El presidente Duque tiene una oportunidad de oro para recobrar su gobernabilidad prematuramente perdida: poner a la paz por encima de los partidos y liderar su construcci¨®n, esa segunda fase tan necesaria
Siempre se ha dicho que para lograr la paz se requieren dos fases. La primera es hacer la paz, hacer las paces, dejar de matarse. La segunda es construir la paz, lograr una verdadera reconciliaci¨®n, dejar de odiarse. La segunda fase es m¨¢s dif¨ªcil y toma mucho m¨¢s tiempo. Es como construir una catedral: hay que hacerlo con cuidado, ladrillo por ladrillo, hasta lograr el desarme de los esp¨ªritus. Sanar las heridas de una guerra de m¨¢s de medio siglo requiere mucha paciencia, perseverancia y resiliencia.
La paz con las FARC en Colombia, considerada la guerrilla m¨¢s antigua y poderosa de las Am¨¦ricas, despu¨¦s de seis a?os de negociaciones, cumpli¨® la primera fase con mucho ¨¦xito, seg¨²n los est¨¢ndares internacionales. El Instituto Kroc de la Universidad de Notre Dame, encargado por las dos partes para verificar el cumplimiento de los acuerdos por ser la entidad con m¨¢s informaci¨®n y experiencia en estos asuntos, as¨ª lo confirma. Ha dicho tambi¨¦n que este acuerdo de paz ha sido el m¨¢s completo y ambicioso que hasta ahora se haya negociado, y que los puntos fundamentales de la primera fase se han cumplido con m¨¢s celeridad que en otros procesos.
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El llamado DDR (desarme, desmovilizaci¨®n, reinserci¨®n) se ejecut¨® en tiempo r¨¦cord. El desarme de la guerrilla se logr¨® en nueve meses. Se entregaron m¨¢s armas por guerrillero que en otros acuerdos y las armas se fundieron para convertirse en monumentos a la paz. Las FARC ya son un partido pol¨ªtico y el n¨²mero de guerrilleros desmovilizados que se han devuelto al monte es m¨ªnimo.
Este proceso ha generado mucho inter¨¦s y un gran respaldo en la comunidad internacional porque es el primer acuerdo exitoso que se negoci¨® bajo el paraguas del Estatuto de Roma, el primero en que las v¨ªctimas y sus derechos se colocaron en el centro de la soluci¨®n del conflicto, el primero en que ambas partes acuerdan un sistema de justicia transicional al cual se someten, el primero que incluye un cap¨ªtulo de g¨¦nero. Es, adem¨¢s, el acuerdo que ha producido m¨¢s resoluciones un¨¢nimes de apoyo por parte del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas desde su creaci¨®n en 1945.
?Problemas? Por supuesto, y muchos. Nadie dijo que ser¨ªa f¨¢cil ni que Colombia ser¨ªa un para¨ªso al d¨ªa siguiente de firmar la paz. Todo lo contrario. Se advirti¨® que el camino ser¨ªa largo y culebrero, y que requerir¨ªa el concurso de todos porque construir la paz es una responsabilidad de todos. No es la paz de Santos como dicen algunos, es la paz de todos. El papa Francisco no quiso venir a Colombia durante las negociaciones; siempre me dijo que vendr¨ªa cuando m¨¢s lo ¨ªbamos a necesitar. Y as¨ª fue. Nos visit¨® cuando ya hab¨ªamos firmado la paz para empujarnos a ¡°dar el primer paso hacia la reconciliaci¨®n¡±: sab¨ªa que era lo m¨¢s dif¨ªcil.
Todo proceso de paz encuentra enemigos. Siempre habr¨¢ descontento de lado y lado pues, en el fondo, se trata de trazar una raya entre justicia y paz. As¨ª ha sido en Irlanda del Norte, en Sud¨¢frica, en El Salvador, en el conflicto entre Israel y Palestina, en fin, en todos. El proceso colombiano no es la excepci¨®n. Una guerra de m¨¢s de cincuenta a?os, atravesada por la flecha venenosa del narcotr¨¢fico, genera todo tipo de intereses macabros que se benefician con la violencia y el desorden. Y, por supuesto, a los intereses pol¨ªticos que se nutren del miedo y de la guerra tampoco les interesa la normalidad. Necesitan enemigos. Por eso hicieron todo lo posible para que fracasara la paz y muchos siguen tratando de sabotearla. Por fortuna no han podido¡ ni podr¨¢n.
Desde el principio se inici¨® una campa?a de descarada desinformaci¨®n para desprestigiar el proceso
Desde el principio se inici¨® una campa?a de descarada desinformaci¨®n para desprestigiar el proceso y a las personas que lo promov¨ªan. ?Qu¨¦ no se dijo y se sigue diciendo! Que ¨¦ramos unos comunistas infiltrados en el establecimiento, a sueldo de Ch¨¢vez y de los Castro, para entregarle el pa¨ªs a las FARC. Que los negociadores eran unos traidores vendidos al ¡°castrochavismo¡± que secretamente hab¨ªan acordado desmantelar el Ej¨¦rcito y convertir la guerrilla en la nueva polic¨ªa para que se apropiara de todas las tierras. Son apenas algunos ejemplos del alud de ins¨®litas calumnias que repet¨ªan todos los d¨ªas sin sonrojarse ni verg¨¹enza alguna. Ni hablar de las mentiras durante el plebiscito, confesadas luego por el propio gerente de la campa?a del No.Hasta las iglesias cayeron en el enga?o. El Brexit se qued¨® en pa?ales.
Semejantes estupideces no tendr¨ªan ninguna importancia si no se tradujera en muertos. Porque muchos de los l¨ªderes sociales que est¨¢n matando, los est¨¢n matando esos intereses macabros que se sienten amparados y muchas veces estimulados por los que siguen empe?ados en desprestigiar el proceso a como de lugar. Un porcentaje importante de los l¨ªderes sociales asesinados eran reclamantes de tierras o promotores de la sustituci¨®n voluntaria de cultivos il¨ªcitos. Los terratenientes que se hicieron a sus tierras desplazando a los campesinos a punta de fusil no quieren que se les siga devolviendo sus parcelas a los due?os originales. Por eso, est¨¢n proponiendo en el Congreso que se frene la restituci¨®n. Y los narcotraficantes no quieren que tenga ¨¦xito la sustituci¨®n voluntaria de los cultivos de coca porque saben que es la forma m¨¢s efectiva ¡ªtal vez la ¨²nica¡ª de acabar con su materia prima. Tambi¨¦n est¨¢n asesinando a los ambientalistas que se oponen a que los acaparadores de tierras, la miner¨ªa ilegal y los narcotraficantes sigan deforestando nuestra Amazon¨ªa.
En ciertas regiones se est¨¢ viendo una campa?a para impedir que se cumpla el primer punto del acuerdo, el de desarrollar una verdadera reforma rural integral que resuelva el problema del acceso y la productividad de la tierra, una aspiraci¨®n de Colombia desde nuestra independencia; y el cuarto punto, el de darle a los campesinos cocaleros una alternativa digna para alimentar a sus familias y resolver el problema de la producci¨®n de coca. Porque es la ¨²nica soluci¨®n. La v¨ªa punitiva fracas¨®. Llevamos cuarenta a?os ensay¨¢ndola. Me dir¨¢n que por qu¨¦ no se resolvieron estos problemas en el Gobierno pasado. La respuesta es que se avanz¨® en el a?o y medio que tuvimos despu¨¦s de la firma ¡ªah¨ª est¨¢ la evidencia: 99.000 familias registradas para la sustituci¨®n voluntaria y m¨¢s de 30.000 hect¨¢reas erradicadas con resiembra de solo el 0.6% seg¨²n UNDOC, por ejemplo, o un mill¨®n cien mil hect¨¢reas en manos de los jueces y 310.000 devueltas y tituladas a los campesinos¡ª, pero se nos acab¨® el tiempo. Pensamos que el nuevo Gobierno construir¨ªa sobre lo construido, porque era lo pactado, lo correcto, y lo que a todos conven¨ªa y conviene.
La esperanza de los pueblos acaba derrotando el miedo. La reconciliaci¨®n se acaba imponiendo sobre el odio
A nivel pol¨ªtico contin¨²an los intentos para cambiar los acuerdos. Por fortuna, el Congreso, la Corte Constitucional y la comunidad internacional lo han impedido, como debe ser. Y la campa?a de desprestigio contra el acuerdo y sus defensores no cesa. Dicen que 5.000 guerrilleros de las FARC se devolvieron al monte (el propio secretario general de la ONU sali¨® a desmentirlo; de m¨¢s de 13.000 registrados solo 724 no aparecen ¡ªincluidos los dos negociadores que tanto desconcierto generaron¡ª, seg¨²n datos del propio Gobierno); que las campa?as a favor de la paz y el plebiscito fueron financiadas por el narcotr¨¢fico o con sobornos de Odebrecht, Cemex e Impregilo; que enga?amos a toda la comunidad internacional con la complicidad de la prensa extranjera; que compramos los periodistas del New York Times y del Economist; que nos robamos 375 millones de libras esterlinas con la complicidad del Papa, y que hasta compramos el Premio Nobel de Paz. En fin¡ ¡°mentid, mentid, mentid, que de la calumnia algo queda¡±. Asesinar la reputaci¨®n y la credibilidad de sus enemigos ha sido una t¨¢ctica muy utilizada por la extrema derecha. Por eso nuestra consigna ha sido clara: mientras los perros ladren, hay que seguir cabalgando.
Porque el tren de la paz no se detiene: ya pas¨® el punto de no retorno y los intentos de descarrilarlo seguir¨¢n fracasando. La esperanza de los pueblos acaba derrotando el miedo. La reconciliaci¨®n, por m¨¢s dif¨ªcil que sea, se acaba imponiendo sobre el odio. En este caso con mayor raz¨®n porque, tal como lo reiteraron el presidente y el vicepresidente del Consejo de Seguridad de la ONU en su reciente visita a los espacios de capacitaci¨®n y reincorporaci¨®n de excombatientes de las FARC, el acuerdo que logramos en Colombia es un ejemplo luminoso para el resto del mundo.
El presidente Duque tiene una oportunidad de oro para recobrar su gobernabilidad prematuramente perdida: poner a la paz por encima de los partidos y liderar su construcci¨®n, esa segunda fase tan necesaria. Si se compromete a una acci¨®n efectiva para detener los asesinatos de l¨ªderes sociales, si abandona la insistencia en cambiar los acuerdos, y si traduce en acciones concretas y medibles, respaldadas con los recursos necesarios, sus reiteradas manifestaciones de querer implementar lo pactado, la gran mayor¨ªa del pa¨ªs y del Congreso lo respaldar¨ªa.
Un paso firme y convincente en esa direcci¨®n podr¨ªa generar la suficiente fuerza centr¨ªfuga ¡ªas¨ª funciona la pol¨ªtica¡ª para lograr otros acuerdos que permitan mantener la tendencia positiva de los indicadores sociales y econ¨®micos registrada en esta d¨¦cada, que los organismos internacionales no han dejado de elogiar. Algunos avances, como el de mantener la tasa de desempleo en un solo d¨ªgito, han comenzado a revertirse, pero todo tiene soluci¨®n, todo puede lograrse, si se deja la paz en paz.
Juan Manuel Santos fue presidente de Colombia entre 2010 y 2018.
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