M¨¢s fragilidad
El tacticismo de los partidos ha guiado la formaci¨®n de los Gobiernos regionales
El acuerdo alcanzado entre el Partido Popular, Ciudadanos y Vox para investir a Isabel D¨ªaz Ayuso como presidenta de la Comunidad de Madrid esta misma semana dejar¨¢ a un paso de cerrar, salvo sorpresas, el mapa de poder auton¨®mico establecido por las elecciones celebradas el pasado 26 de mayo. El ¨²nico Gobierno regional que seguir¨¢ sin constituirse es el de La Rioja, donde las desmesuradas pretensiones de la diputada de Unidas Podemos en esta comunidad impidi¨® la investidura de la candidata socialista, Concha Andreu. Ambas fuerzas retomar¨¢n las negociaciones este lunes, en la confianza de que es posible un acuerdo que evite la repetici¨®n electoral.
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El retraso a la hora de formar Gobierno en Madrid y La Rioja es la ¨²ltima manifestaci¨®n de unas dificultades que han afectado tambi¨¦n a otras comunidades, como Murcia y Navarra. Es cierto que la pr¨¢ctica totalidad de las C¨¢maras auton¨®micas, incluidas las de estas cuatro comunidades, albergan una compleja fragmentaci¨®n pol¨ªtica que obliga a pactos entre los diversos grupos para componer las mayor¨ªas de Gobierno. Pero ¨¦sta no ha sido la raz¨®n fundamental por la que el fantasma del bloqueo pol¨ªtico ha sobrevolado tambi¨¦n el ¨¢mbito auton¨®mico. Al igual que en el central, ha sido la actitud de los partidos la que ha llevado al l¨ªmite las previsiones constitucionales y estatutarias para dar curso a la voluntad de los ciudadanos.
El partido socialista venci¨® en 10 de las 12 comunidades convocadas a las urnas, si bien solo presidir¨¢ seis Ejecutivos y la posibilidad de hacerlo en La Rioja si las inminentes negociaciones se resuelven finalmente a su favor. Estas cifras no solo describen el nuevo reparto del poder auton¨®mico, sino que dan cuenta adem¨¢s del oportunismo desde el que se viene abordando una realidad hasta ahora invariable, como es la necesidad de alcanzar pactos para conformar mayor¨ªas desde la irrupci¨®n de los nuevos partidos. El supuesto derecho a gobernar de la fuerza m¨¢s votada, invocado por el Partido Popular cuando es el beneficiario, cede tan pronto como puede favorecer a sus rivales. De igual manera, la consagraci¨®n de la mera alternancia pol¨ªtica como un valor, defendida por Ciudadanos como ant¨ªdoto frente a la corrupci¨®n, no ha impedido que este partido apoye la continuidad de Gobiernos con d¨¦cadas de estancia en el poder, como en Castilla y Le¨®n y en Madrid. Y en este caso, adem¨¢s, coincidiendo con la imputaci¨®n judicial de dos antiguas presidentas regionales.
Ni siquiera la desconfianza hacia la manera en la que la socialista Mar¨ªa Chivite ha alcanzado la presidencia de Navarra justifica que el Partido Popular y Ciudadanos se desdigan con tan flagrante desenvoltura de las reglas que exigen a los dem¨¢s, presentando como imperativos democr¨¢ticos lo que son solo disfraces de su propio inter¨¦s. Chivite debe sin duda explicaciones precisas acerca de algunos puntos de su programa, en particular sobre la ruptura de los equilibrios ling¨¹¨ªsticos en Navarra. Pero no son desde luego los partidos que han pactado con la ultraderecha, en un caso abiertamente y en el otro buscando un imposible equilibrio entre la verg¨¹enza y el descaro, quienes est¨¢n en mejor situaci¨®n para reclam¨¢rselas sin desencadenar la est¨¦ril espiral del y t¨² m¨¢s.
El tacticismo que ha guiado la formaci¨®n de los Gobiernos regionales no es distinto del que se ha impuesto en el ¨¢mbito estatal. Tan solo lo ha precedido en el tiempo, convirti¨¦ndose en la excusa a la que ahora recurren los partidos para explicar por qu¨¦ no pactan en el Parlamento central. Pero este problema no puede ocultar el esencial: la mayor fragilidad general del sistema debido al peso concedido en el actual mapa auton¨®mico a fuerzas que hubiera sido mejor dejar al margen de las mayor¨ªas de Gobierno.
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