Comiendo genes
Alimentar a la poblaci¨®n creciente de una forma sostenible requiere utilizar la tecnolog¨ªa para mejorar los cultivos
Recordemos en primer lugar que CRISPR es una t¨¦cnica de edici¨®n gen¨®mica que se ha impuesto en los laboratorios de todo el mundo, y que ha protagonizado el mayor esc¨¢ndalo cient¨ªfico de los ¨²ltimos tiempos, con el nacimiento en China de las primeras ni?as modificadas gen¨¦ticamente para protegerlas del sida. Pero China tiene seguramente problemas m¨¢s acuciantes, como alimentar a sus 1.400 millones de habitantes. Desatendiendo con altaner¨ªa la jungla de pseudociencia ecologista y rechazo social desinformado que lastra desde hace d¨¦cadas la investigaci¨®n europea en plantas transg¨¦nicas, el gigante asi¨¢tico ha apostado con tal fuerza por los cultivos modificados que se ha convertido ya en la primera potencia cient¨ªfica del sector. Usando CRISPR, por supuesto.
Solo en las instalaciones de la Academia China de las Ciencias en Pek¨ªn se han desarrollado variedades suaves de arroz, trigo de grano muy gordo resistente a una plaga de hongos, tomates que aguantan mejor el transporte, ma¨ªz inmune a los herbicidas, patatas que tardan en oxidarse, lechugas, pl¨¢tanos, fresas y centeno, informa Jon Cohen en siencemag.org. El de Pek¨ªn es solo unos de los 20 laboratorios volcados en modificar cultivos con CRISPR. Y hace dos a?os, la empresa estatal ChemChina compr¨® Syngenta por 38.000 millones de euros, la mayor suma que China ha gastado nunca en comprar una firma extranjera. Syngenta, basada en Suiza, es uno de los cuatro l¨ªderes mundiales en agricultura, con un gran departamento de investigaci¨®n en CRISPR.
Hay dos cuestiones sobre los alimentos transg¨¦nicos que merecer¨ªa la pena introducir en el debate p¨²blico. La primera es si una planta editada con CRISPR merece la etiqueta de transg¨¦nica. CRISPR no implica necesariamente introducir un gen extra?o en una especie. Los casos de edici¨®n gen¨®mica m¨¢s interesantes, de hecho, consisten en sutiles alteraciones de los genes naturales, muy parecidas o id¨¦nticas a las mutaciones que genera la madre naturaleza, y a las que debemos en el fondo nuestros alimentos m¨¢s importantes, perfeccionados por selecci¨®n artificial durante 10 milenios. ?Habr¨ªa que etiquetar como transg¨¦nicas todas las verduras y hortalizas del mercado con el argumento de que contienen mutaciones?
La segunda cuesti¨®n es a¨²n m¨¢s importante. La poblaci¨®n humana sigue creciendo, pero seguir deforestando y gastando agua como lo hacemos ahora es una pr¨¢ctica insostenible. Alimentar a esa poblaci¨®n creciente de una forma sostenible requiere utilizar la tecnolog¨ªa gen¨¦tica para mejorar los cultivos. Es la ¨²nica forma de aumentar la producci¨®n de alimentos con el m¨ªnimo uso de fertilizantes y pesticidas, y de dise?ar, sin tener que esperar otros 10 milenios, unas variedades de los principales alimentos que resistan a las plagas, a la sequ¨ªa y al exceso de sal.
Las regulaciones europeas, que obligan a declarar en la etiqueta cualquier traza de plantas transg¨¦nicas sin la menor evidencia de esos alimentos sean da?inos para la salud ¨Cmientras permite disfrazar como ¡°grasas vegetales parcialmente hidrogenadas¡± un aut¨¦ntico veneno para las arterias, las grasas trans¡ª est¨¢n basadas en la pseudociencia, como denunciaron hace dos a?os un centenar de premios Nobel. Otro premio Nobel ya fallecido, Norman Borlaug, cerebro de la ¡°revoluci¨®n verde¡±, dec¨ªa que los ecologistas rechazan los transg¨¦nicos ¡°porque tienen la panza llena¡±. Pero ?es ese el futuro de la ciencia europea que queremos? Si nuestros laboratorios podr¨ªan estar ayudando mucho m¨¢s a resolver los grandes problemas de la alimentaci¨®n mundial, ?hacemos bien en seguir legislando desde prejuicios irracionales, por muy extendidos que est¨¦n?
China es bien conocida por empujar los l¨ªmites de la tecnolog¨ªa con cierta indulgencia ¨¦tica y jur¨ªdica. Lo vimos con las ni?as CRISPR y lo volvemos a ver con los alimentos CRISPR. Seguiremos vi¨¦ndolo.
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