Sergio y las otras v¨ªctimas
Es hora de que la ONU ponga fin a la inconsistencia entre el discurso oficial y su pol¨ªtica interna para que las v¨ªctimas negadas por el sistema encuentren la paz y la dignidad que merecen
El sol abrasador que manten¨ªa la temperatura de Bagdad estacionada a 50 grados cent¨ªgrados hizo que nuestra ma?ana comenzara temprano, como le gustaba tanto. Fui a la cocina a hacer chocolate caliente y una rodaja de papaya, pero los planes para un desayuno tranquilo se desvanecieron cuando me di cuenta de que un apag¨®n al amanecer hab¨ªa cortado la leche. Tuvimos que conformarnos con Ovomaltine diluido con agua. No se quej¨®. Tom¨® mi mano en la suya y dijo para consolarme que pronto estar¨ªamos de vuelta en R¨ªo de Janeiro. La promesa fue acompa?ada por su sonrisa franca y un beso apresurado. Luego tom¨® el malet¨ªn y nos dirigimos hacia el Hotel Canal, donde estaba nuestra oficina. Volvimos a encontrarnos horas despu¨¦s. Ya no sonre¨ªa entonces. Atrapado en los escombros de un edificio en llamas, luchaba por mantener la conciencia mientras yo intentaba rescatarlo sin ¨¦xito.
El ataque terrorista contra la sede de las Naciones Unidas en Iraq el 19 de agosto de 2003 mat¨® a 22 funcionarios de la ONU, incluido mi esposo, el diplom¨¢tico brasile?o de la ONU, Sergio Vieira de Mello. En el momento de su muerte, Sergio ocupaba el cargo de Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. Hab¨ªa sido enviado a Irak para ayudar al pa¨ªs a construir un gobierno democr¨¢tico de posguerra, y lo acompa?¨¦ como economista para seguir las discusiones sobre el futuro del petr¨®leo en la regi¨®n. Trabaj¨¦ siete a?os en la ONU. Sufrimos lado a lado con el calor excesivo y la inseguridad, las dificultades en el trabajo y la desconfianza de la poblaci¨®n, pero tambi¨¦n compartimos el sue?o de un futuro mejor.
Nunca se me pas¨® por la cabeza no acompa?arlo a Irak. Despu¨¦s de todo, ¨¦ramos una familia. Vivimos juntos en Ginebra, Nueva York y Timor Oriental, no ser¨ªa diferente en Bagdad. Aun as¨ª, la ONU se neg¨® a reconocer mi papel en la vida de Sergio. Fui excluida de la lista de sobrevivientes del atentado y, a pesar de haber presenciado la tragedia, mi declaraci¨®n qued¨® fuera de las investigaciones. El tratamiento diferente se debi¨® a mi estado civil; Sin un documento que probara que ¨¦ramos marido y mujer, simplemente no exist¨ªa para la organizaci¨®n.
Esta es una actitud dif¨ªcil de entender cuando se tiene en cuenta el historial de las Naciones Unidas en la promoci¨®n de los derechos humanos. Tanto en la Plataforma de Acci¨®n de Beijing (1995) como en la Convenci¨®n sobre la Eliminaci¨®n de Todas las Formas de Discriminaci¨®n Contra la Mujer (1979), la organizaci¨®n promueve la existencia de varias formas no convencionales de familias. Este es un reconocimiento importante para proteger a las mujeres que viven con sus parejas sin un documento que pruebe esta uni¨®n. Despu¨¦s de todo, son estas mujeres las que sufren m¨¢s prejuicios y sus derechos son ignorados cuando pierden parejas en eventos tr¨¢gicos.
Si bien reconoce oficialmente esto, la burocracia de la ONU en su estatuto interno contin¨²a promoviendo el concepto tradicional de familia, es decir, constituido ¨²nicamente por el matrimonio. Debido a esta situaci¨®n parad¨®jica, la organizaci¨®n donde Sergio trabaj¨® durante 34 a?os se niega a seguir la determinaci¨®n de la ley brasile?a, lo que garantiza que Sergio y yo tuvimos una uni¨®n civil. La sentencia brasile?a, obtenida como resultado de una demanda de diez a?os que examin¨® cuidadosamente la evidencia presentada por todas las partes, es clara y definitiva. El gobierno brasile?o tambi¨¦n confirm¨® a las Naciones Unidas que, seg¨²n el fallo, nuestra familia "tiene el mismo estatus que el matrimonio a todos los efectos legales". Sin embargo, la organizaci¨®n persiste en sus valores victorianos.
Esta mentalidad patriarcal, que protege valores anacr¨®nicos, viola el derecho elemental de cualquier mujer: el de que se reconozca su papel, se legitime su figura y se confirme su existencia como compa?era del hombre con el que ha elegido vivir. Tambi¨¦n perjudica la dignidad humana al incitar desventajas pol¨ªticas y sociales, estereotipos y prejuicios.
Sergio sol¨ªa decir que es necesario exponer la igualdad entre las personas con acciones, no con palabras. Han pasado diecis¨¦is a?os desde entonces. Es hora de honrarlo, y a tantos otros como ¨¦l, respetando sus elecciones personales y legitimando a la familia y la mujer que lo acompa?aron en los ¨²ltimos a?os de su vida en lugar de enterrarlos bajo prejuicios que ya no encuentran espacio en los tiempos. actual. Es hora de que la ONU ponga fin a la inconsistencia entre el discurso oficial y su pol¨ªtica interna para que las v¨ªctimas negadas por el sistema encuentren la paz y la dignidad que merecen. Sergio, como conciencia moral de la ONU en derechos humanos, estar¨ªa de acuerdo.
Carolina Larriera es economista.Trabaj¨® durante casi una d¨¦cada en la ONU. Estuvo en Bagdad durante el ataque a la sede de la organizaci¨®n que mat¨® al diplom¨¢tico brasile?o Sergio Vieira de Mello.
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