C¨®mo una peque?a galer¨ªa de Madrid se hizo con una de las casas de antig¨¹edades m¨¢s prestigiosas del mundo
Jorge Coll es uno de los anticuarios m¨¢s brillantes de su generaci¨®n. Su ¨²ltimo proyecto es convertir una vivienda neoyorquina en la sede m¨¢s at¨ªpica de Colnaghi, la galer¨ªa bicentenaria que codirige desde 2016
La sede neoyorquina de la galer¨ªa de antig¨¹edades Colnaghi est¨¢ en un barrio, el Upper East Side, en el que pocos edificios albergan viviendas corrientes. Sin embargo, la particularidad de esta townhouse no reside solo en el precio del suelo, ni en sus elegantes l¨ªneas centenarias, ni en su fachada enga?osamente discreta.
Para descubrirla hay que acceder a una de sus estancias y desvelar, por ejemplo, el grito de una santa italiana del siglo XVII petrificado entre la tarima, las molduras y una decoraci¨®n casi ausente. Aqu¨ª, la policrom¨ªa de una talla religiosa convive con una moderna silla de oficina. Un poco m¨¢s all¨¢, un vaso griego te mira desde una consola Imperio. Incluso hay alg¨²n misterioso retrato de tenebrosidades caravaggiescas casi camuflado entre libros de arte, revistas de museo y cat¨¢logos. Aqu¨ª, el arte antiguo respira sin estresarse.
"El p¨²blico tiene que ver las cosas. En un espacio privado concebido como una casa es m¨¢s f¨¢cil imaginar. No tiene sentido convertir un comedor en una sala de exposiciones, porque la gente en su casa tiene comedores, no galer¨ªas". El encargado de explicar estas cuidadas escenograf¨ªas es uno de sus art¨ªfices. Se llama Jorge Coll, es barcelon¨¦s, tiene 40 a?os y, desde 2016, dirige junto a su socio Nicol¨¢s Cort¨¦s la galer¨ªa Colnaghi, toda una instituci¨®n del mundo de las antig¨¹edades fundada en 1760.
Esta es solo una de sus sedes: la principal est¨¢ en Londres, adonde Coll se mud¨® en 2012. La segunda est¨¢ en Madrid, donde opera Coll & Cort¨¦s, la galer¨ªa que estos dos amigos fundaron una d¨¦cada antes de llegar a Colnaghi. La tercera es esta, una adquisici¨®n que obedece al deseo de instalarse en el coraz¨®n de Nueva York, la capital mundial del arte. "El coleccionista neoyorquino es muy ecl¨¦ctico", explica Coll. "Tiene una mirada muy amplia porque vive en una ciudad con una oferta cultural alucinante. Le gusta la arqueolog¨ªa, el impresionismo y la escultura maya, y lo mezcla todo en colecciones enciclop¨¦dicas".
Mitad galer¨ªa y mitad vivienda (Coll se aloja en un apartamento en el piso superior cuando est¨¢ en Manhattan), este espacio h¨ªbrido refleja una libertad de pensamiento que es la responsable ¨²ltima de la trayectoria audaz de estos dos socios.
En 2005, fundaron Coll & Cort¨¦s, su negocio en Madrid, con sus propios apellidos. Pronto detectaron una oportunidad de negocio en la escultura espa?ola, un g¨¦nero deslumbrante pero poco frecuentado por museos y colecciones internacionales. Lo hicieron tan bien que en 2015 les invitaron a participar en la feria TEFAF, en Maastricht, la cita m¨¢s importante del sector. Un a?o despu¨¦s, repitieron y decidieron jugar con sus propias reglas.
"Como ¨¦ramos una galer¨ªa peque?a est¨¢bamos en una esquina, al fondo del pabell¨®n", cuenta Coll. "No era f¨¢cil encontrarnos, as¨ª que cambiamos la forma de exponer". En lugar de optar por la iluminaci¨®n uniforme y convencional de las ferias, colocaron sus obras ¡ªprincipalmente, escultura espa?ola y pintura antigua¡ª bajo violentos haces de luz que las iluminaban como fogonazos sobre un fondo oscuro.
"El 15% de los visitantes nos critic¨®, porque dec¨ªan que las obras no se ve¨ªan. Pero a la mayor¨ªa le pareci¨® algo apasionante, porque aquello ten¨ªa magia. Y en el fondo, no est¨¢bamos haciendo nada raro, puesto que la escultura barroca no se concibi¨® para estar en museos, sino en capillas, con luz cenital. Aquello hizo que la gente se fijara en nosotros".
Por aquel entonces, su identidad ya estaba clara: rigor profesional y acad¨¦mico, pero con el lenguaje expresivo de hoy. Nada de tecnicismos indescifrables, sino emociones, im¨¢genes directas y comunicaci¨®n clara. C¨®dices e Instagram. Tal vez por eso, aquel mismo a?o, el presidente de Colnaghi, una de las casas de antig¨¹edades con m¨¢s historia y prestigio del mundo, les ofreci¨® ser sus sucesores. "Nos dimos cuenta de que Colnaghi representaba lo que nosotros hac¨ªamos: crear colecciones. Y compramos la empresa. Fue una machada, porque era mucho dinero que no ten¨ªamos. Pero el anterior due?o confi¨® en nosotros, nos dio unos plazos y desde 2016 somos Colnaghi", explica Coll. "Ya no estamos en un rinc¨®n de la feria, sino en el pasillo central".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.