Las piedras del infierno
S¨¦ que a algunos les va a parecer escandaloso ocuparse de un perro vagabundo teniendo la tragedia colosal del 'Open Arms'. Yo lo veo al rev¨¦s.
RECI?N ATERRIZADA? de vacaciones les voy contar algo que sucedi¨® este verano mientras estaba con mi prima en un bello pueblo portugu¨¦s lleno de turistas. Una tarde vimos un peque?o perro de unos siete kilos de peso, un chuchillo sin raza de color canela que llevaba collar pero parec¨ªa perdido. Caminaba deprisa por el paseo de la playa pero pronto desemboc¨® en una rotonda con much¨ªsimo tr¨¢fico, y a mi prima y a m¨ª se nos encogi¨® el coraz¨®n.
Abro aqu¨ª par¨¦ntesis: s¨¦ que a algunos les va a parecer escandaloso ocuparse de un perro vagabundo teniendo la tragedia colosal del Open Arms. Es la falacia del Nirvana, un enga?o argumentativo que sostiene que, hasta que no se arreglen del todo todos los problemas, no se puede intentar solucionar ninguno. Yo, en cambio, lo veo justo al rev¨¦s; este drama atroz, que evidencia el fracaso de Europa ante la terrible desigualdad del mundo, me hace sentir a¨²n m¨¢s susceptible a los dem¨¢s dolores. Ante una realidad tan dura y tan hiriente, por lo menos procura aliviar el peque?o, humilde sufrimiento que puedas tener a tu alcance.
El caso es que mi prima y yo nos acercamos cautelosamente al animal, temerosas de que saliera corriendo o nos mordiera. Le dijimos lindezas, acercamos la mano: era un perrito educado y tranquilo. Nos dej¨® mirar su collar: no mostraba ninguna identificaci¨®n. Tendr¨ªamos que llevarle al veterinario m¨¢s cercano para ver si ten¨ªa chip. Le sujetamos del collar con un pa?uelo demasiado corto que amenazaba romperse, mientras el animal empezaba a inquietarse. Estaba todo mojado y cubierto de arena: ven¨ªa de la playa, deb¨ªa de haberse escapado. Imagin¨¦ padres desesperados, ni?os llorando. Seg¨²n Google, el veterinario m¨¢s cercano estaba bastante lejos; llamamos a un teletaxi, que no quer¨ªa dejarnos subir. Le lloramos al conductor, jur¨¦ llevar al animal en mis brazos, cosa que hice, empap¨¢ndome y llen¨¢ndome de arena hasta en la boca. Al pobre canelo se le estaban poniendo unos redondos y angustiados ojos de loco, aunque no abandonaba la compostura del perro decente y amable que era.
Al fin llegamos al veterinario y, ?albricias!, ten¨ªa chip. Pero ?desgracia!, el n¨²mero no estaba registrado en Portugal. ?Un perro turista! Empezamos a telefonear a los veterinarios de nuestro pa¨ªs; como no hay un registro general, tuvimos que llamar a Extremadura, Galicia, Madrid, Andaluc¨ªa¡ Incluso probamos suerte con Francia. El chip no era reconocido en ning¨²n lugar. Nuestra desesperaci¨®n se multiplicaba por momentos al mismo ritmo que la del perrito, que de cuando en cuando rebull¨ªa en nuestros brazos intentando marcharse. Le compramos una lata de comida y le pusimos agua, pero el animal desde?¨® todo. Sus desencajados ojos s¨®lo estaban fijos en la puerta de salida.
Decidimos regresar hacia la zona en donde lo hab¨ªamos encontrado, con la esperanza de toparnos con la familia llorosa. Hab¨ªamos adquirido una correa, de modo que ahora pod¨ªamos llevar al perro normalmente. En cuanto salimos a la calle, el animal se puso a husmear y luego ech¨® a correr. Nos dejamos arrastrar por ¨¦l, de manera que atravesamos a la carrera todo el pueblo, deteni¨¦ndolo tan s¨®lo en los cruces para evitar que nos atropellaran. Diez minutos de esprint m¨¢s tarde, el canelo se meti¨® por el centro del pueblo, calleje¨® un poco, se detuvo delante de la puerta de una casa y empez¨® a rascarla. Tras llamar al timbre repetidas veces, abri¨® un semoviente de unos 30 a?os tan solo vestido con unos calzones y levantado quiz¨¢ de una tard¨ªa siesta: ¡°Ah, s¨ª, es que ¨¦l va y viene¡±, nos dijo, tan tranquilo, mientras el animal desaparec¨ªa aliviad¨ªsimo dentro de su casa.
En fin, supongo que no es lo mejor que un perro vaya y venga en un pueblo que en verano se convierte en un infierno de coches, pero por otro lado me imagino al canelo dici¨¦ndole a un amigo: ¡°Chico, no sabes lo que me pas¨® ayer, hab¨ªa ido a darme un ba?o y regresaba a casa cuando me cogieron dos chifladas y me secuestraron durante horas. En agosto hay que tener mucho cuidado con estos guiris majaras¡±. El pobre fue la mar de paciente y cort¨¦s. El infierno, ya se sabe, est¨¢ empedrado de buenas intenciones. ?
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