El impacto de la ciencia
La adopci¨®n de sistemas mec¨¢nicos de evaluaci¨®n refleja la falta de definici¨®n de objetivos de nuestras instituciones
La investigaci¨®n cient¨ªfica tiene una incidencia creciente en nuestra sociedad, sobre nuestra manera de pensar y la competitividad de nuestra econom¨ªa. Tambi¨¦n implica unos costes para la Hacienda p¨²blica y para las empresas. Es por tanto comprensible que los gestores p¨²blicos y privados deseen tener medidas de su impacto real y asegurarse de que los recursos se gasten de forma apropiada. En muchos pa¨ªses existen procedimientos de evaluaci¨®n de personas, centros de investigaci¨®n, universidades y programas que se llevan a cabo de forma distinta. Recientemente se han venido utilizando de forma mec¨¢nica ¨ªndices diversos que se han establecido por ejemplo para evaluar el impacto de las revistas cient¨ªficas. Llevado a su extremo este tipo de sistemas de evaluaci¨®n se han demostrado no solo in¨²tiles sino perjudiciales. En nuestro pa¨ªs tenemos varios ejemplos de ello.
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Estos ¨²ltimos d¨ªas han salido a la luz ejemplos de investigadores que pueden demostrar una actividad cient¨ªfica de excelente nivel, y que sin embargo no alcanzan calificaciones que les podr¨ªan permitir acceder a plazas de profesor universitario. Hay que decir que en un momento en el que la renovaci¨®n de los claustros universitarios es una urgencia real, la exclusi¨®n de personal cualificado es especialmente dram¨¢tico. De forma progresiva, estas evaluaciones han ido centr¨¢ndose en datos cuantitativos basados en el impacto de las publicaciones o en a?os de docencia. Entre los a?os 2000 y 2010 han ido apareciendo los llamados ¨ªndices de impacto, que establecen las veces que los art¨ªculos cient¨ªficos son citados, elaborados por empresas relacionadas con el muy lucrativo negocio de las publicaciones cient¨ªficas. Su finalidad era clasificar las revistas, pero poco despu¨¦s se propusieron ¨ªndices, como el denominado ¨ªndice h, que utilizaba estos datos para cuantificar el impacto de la investigaci¨®n que realizan los investigadores individuales.
El uso de ¨ªndices se ha expandido de forma explosiva por el mundo y se a?ade a la aparici¨®n de sistemas de clasificaci¨®n de universidades e instituciones de investigaci¨®n, que son utilizados profusamente, sobre todo cuando son positivos. En algunos pa¨ªses se combinan ¨ªndices diversos mediante polinomios que se usan para decidir la financiaci¨®n de las universidades, de los grupos de investigaci¨®n o de la contrataci¨®n o promoci¨®n del personal. Tener un ¨ªndice de impacto elevado puede ser decisivo para la carrera profesional y acaba creando una picaresca de estrategias de publicaci¨®n y de citas cruzadas, con vistas a mejorar los ¨ªndices alejando la publicaci¨®n de la ciencia de su prop¨®sito primario. Organizaciones internacionales han llamado la atenci¨®n sobre este hecho con propuestas como la Declaraci¨®n DORA, que se firm¨® en San Francisco el a?o 2012 o el manifiesto suscrito en Leiden en 2015, para guiar los sistemas de evaluaci¨®n cient¨ªfica evitando la mecanizaci¨®n de un tema que es vital para el futuro de la investigaci¨®n. Nadie niega que sea ¨²til tener en cuenta algunos de estos ¨ªndices, pero se discute su validez a la hora de considerar la complejidad de la investigaci¨®n en sus diferentes campos, ni el impacto real que pueda tener la investigaci¨®n de un grupo o un individuo a lo largo de su carrera.
Muchos de estos ¨ªndices y clasificaciones se basan en m¨¦todos poco transparentes y el peso que se da a diferentes factores puede ser manipulable
En realidad la adopci¨®n de sistemas mec¨¢nicos de evaluaci¨®n refleja la incapacidad de los sistemas pol¨ªticos de definir con claridad cu¨¢les son las misiones de los sistemas universitarios y de investigaci¨®n, y de establecer relaciones de confianza con la comunidad cient¨ªfica en la que se basan. La definici¨®n de muchos de estos ¨ªndices y rankings se basa en m¨¦todos a menudo poco transparentes, y el peso que se da a diferentes factores ha demostrado ser mucho m¨¢s manipulable que la opini¨®n de comisiones de expertos escogidos de forma transparente, que se juegan su prestigio y el de su comunidad cient¨ªfica en los resultados de su calificaci¨®n. En Espa?a tenemos ejemplos paradigm¨¢ticos de ello. Baremos e ¨ªndices ganan terreno a?o tras a?o en los sistemas de acreditaci¨®n de personal de la Agencia Nacional de Evaluaci¨®n de la Calidad y la Acreditaci¨®n (ANECA), y de la Comisi¨®n Nacional Evaluadora de la Actividad Investigadora (CNEAI), que atribuye tramos de productividad en los sueldos de los investigadores. La mecanizaci¨®n de la evaluaci¨®n se est¨¢ introduciendo tambi¨¦n en las convocatorias de la Agencia Estatal de Investigaci¨®n, el principal agente de financiaci¨®n de la investigaci¨®n. Mientras tanto nadie eval¨²a la actividad de los organismos p¨²blicos de investigaci¨®n y de los funcionarios que los componen. Es mucho m¨¢s f¨¢cil dejarlo todo en manos de gestores que dise?en sistemas que tienen una objetividad aparente. Esto no es m¨¢s que el reflejo de la falta de definici¨®n de objetivos para nuestras instituciones de investigaci¨®n y docencia y para los investigadores que las integran.
Pere Puigdom¨¨nech es cient¨ªfico.?
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