Fuera concertinas
No hay justificaci¨®n para mantener unos medios crueles y que no son disuasorios
El ministro del Interior en funciones, Fernando Grande-Marlaska, anunci¨® que el pr¨®ximo a?o Espa?a retirar¨¢ las concertinas de las vallas fronterizas entre Ceuta y Melilla y el territorio marroqu¨ª. Esta decisi¨®n revoca otra de 2005, por la que el Gobierno de Rodr¨ªguez Zapatero orden¨® instalarlas. Desde aquella fecha hasta hoy, ning¨²n titular de Interior de los sucesivos Gobiernos socialistas y populares han dejado de reconocer la inhumanidad de un tipo de alambrada, que produce graves heridas entre quienes intentan cruzar ilegalmente la frontera sin ser, adem¨¢s, ni siquiera disuasoria: ayer, tras intentarlo 200 inmigrantes en la de Ceuta, 155 lograron pisar suelo espa?ol.
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Y, sin embargo, ninguno ha hecho nada por retirarlas, claudicando ante los posibles costes electorales de la medida y las susceptibilidades que puede despertar toda negociaci¨®n fronteriza con Marruecos. Grande-Marlaska estableci¨® la retirada de las concertinas como una de sus prioridades al hacerse cargo del departamento, y aunque en el ¨²ltimo momento ha logrado dejar reunidas las piezas t¨¦cnicas y diplom¨¢ticas que permiten cumplirlo.
El hecho de que el actual Ejecutivo tenga un horizonte m¨¢ximo de pocos meses, sin que nada garantice su continuidad, no convierte en irrelevante el anuncio de Grande-Marlaska. Por el contrario, colocar¨¢ al que lo suceda ante una alternativa frente a la que no caben excusas: mantener unos medios fronterizos de extrema crueldad o sustituirlos por otros en los que, como ha se?alado el propio ministro, la eficacia en la prevenci¨®n de las entradas ilegales desde territorio marroqu¨ª sea compatible con el m¨¢s elemental respeto a la integridad f¨ªsica de las personas. El anuncio tiene adem¨¢s otro significado m¨¢s profundo, que sobrepasa el estrictamente pol¨ªtico: una sociedad democr¨¢tica no puede convivir con una realidad como la que se desarrolla en las fronteras de Ceuta y Melilla, a¨²n m¨¢s dram¨¢tica desde la instalaci¨®n de las concertinas. Y esto es lo que ha venido sucediendo durante los tres ¨²ltimos lustros cada vez que se han producido asaltos masivos a las vallas. Considerar que los inmigrantes son los ¨²nicos responsables de las heridas que puedan causarles las concertinas es cerrar los ojos a una evidencia a¨²n m¨¢s palmaria: si est¨¢n dispuestos a padecerlas es porque no desempe?an la funci¨®n disuasoria por la que fueron instaladas. Este argumento deber¨ªa bastar para que sean retiradas tan pronto haya un Gobierno en plenitud de funciones porque, lejos de conseguir eficacia al coste inaceptable de la inhumanidad, las concertinas han demostrado ser a la vez ineficaces e inhumanas. Adem¨¢s, lo son con personas especialmente vulnerables despu¨¦s de realizar aterradoras traves¨ªas desde sus pa¨ªses de origen y que, en ¨²ltimo extremo, representan un porcentaje marginal de las entradas ilegales en territorio espa?ol y europeo.
Marruecos se ha convertido en un socio cada vez m¨¢s estable en la gesti¨®n de un problema que, mal abordado, puede provocar tragedias de las que no puede desentenderse Gobierno alguno, desde ning¨²n lado de ninguna frontera. Ese es el camino en el que hay que perseverar, lo mismo que en el de seguir desarrollando una pol¨ªtica de extranjer¨ªa en la que, como exige el derecho democr¨¢tico, la ilegalidad recaiga sobre las acciones, no sobre las personas, y no se convaliden ni por activa ni por pasiva los castigos corporales. Y eso tanto en el ¨¢mbito interno espa?ol como tambi¨¦n en el europeo.
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