La vida, seg¨²n ¡®Blade Runner¡¯
La pel¨ªcula discurr¨ªa en 2019. El mundo de hoy no es el de los replicantes de Ridley Scott, Pero esto no quiere decir que no sea menos duro, fascinante e inimaginable.
Dentro de dos meses alcanzaremos a Blade Runner. La historia concebida por Philip K. Dick en 1968, dirigida por Ridley Scott y estrenada en 1982, discurr¨ªa en noviembre de 2019. El espectador de hace casi 40 a?os contemplaba en el cine un mundo fascinante, distinto, duro, dif¨ªcilmente reconocible entonces. Tampoco el espectador de ahora se reconocer¨ªa demasiado: los coches voladores existen, pero constituyen una rareza casi te¨®rica. La lluvia que ca¨ªa continuamente oscureciendo todo podr¨ªa interpretarse como una met¨¢fora del cambio clim¨¢tico, pero s¨®lo es eso, una met¨¢fora. Y los robots inventados hoy, aunque son capaces de ganarnos ya siempre al ajedrez y de poner la mesa, no son los de Blade Runner: no se parecen a nosotros, no sienten como nosotros, no se enamoran como nosotros o de nosotros y no quieren ser como nosotros. El mundo de Blade Runner nos sigue siendo extra?o y ajeno a pesar de compartir su calendario.
Pero si el mismo espectador de 1982 viera una pel¨ªcula sobre septiembre de 2019 tambi¨¦n se sentir¨ªa fuera de juego, tampoco se reconocer¨ªa f¨¢cilmente. El d¨ªa en que en 1971 un ingeniero de California envi¨® un correo electr¨®nico por una red inform¨¢tica denominada Arpanet de una computadora a otra casi contiguas, todo tom¨® una deriva nueva e imprevisible. El episodio no obtuvo repercusi¨®n en ese momento. Y sin embargo, de haber conocido las consecuencias, todos los peri¨®dicos del mundo habr¨ªan titulado su portada de ese d¨ªa con la misma noticia: ¡°Hoy el mundo empieza a cambiar: prep¨¢rense¡±. As¨ª que nuestro amigo, el hipot¨¦tico espectador de 1982, ver¨ªa este universo de hoy que ocurre m¨¢s dentro de la Red que fuera como algo duro y fascinante, distinto y dif¨ªcilmente reconocible, donde se puede hablar con cualquiera en cualquier rinc¨®n del planeta, donde se liga por cat¨¢logo en el m¨®vil o donde los ni?os de las ciudades no salen de casa y no dejan de ganar peso.
No s¨®lo ¨¦l. A los abuelos de hoy les cuesta entender el d¨ªa a d¨ªa permanentemente cambiante de sus hijos, y a estos no les es m¨¢s f¨¢cil entender el de los suyos. Habitamos nuestra propia distop¨ªa. Pero cualquiera de nosotros podr¨ªa decir a los habitantes de 1982, algunos incluso a nuestro yo de aquellos a?os: ¡°He visto cosas que no creer¨ªais¡±.
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