La soberbia de los economistas limita su eficacia
Nuestra arrogancia nos dificulta tener una buena percepci¨®n de los l¨ªmites de la disciplina que desarrollamos, romper con inercias metodol¨®gicas y asumir paradigmas m¨¢s abiertos
En el a?o 2005, el economista americano David Colander replic¨® a una encuesta realizada en 1987 entre los estudiantes de posgraduado de econom¨ªa de las principales universidades americanas, y una de las preguntas incluidas era si consideraban la econom¨ªa como la m¨¢s cient¨ªfica de todas las ciencias sociales. En estos casi 20 a?os el porcentaje de estudiantes que estaba de acuerdo totalmente con esta afirmaci¨®n ha pasado del 28 al 50%. En otra encuesta entre profesores norteamericanos, el 57% de los economistas estuvo en desacuerdo con la proposici¨®n de que, en general, el conocimiento interdisciplinar es mejor que el conocimiento obtenido por medio de una ¨²nica disciplina, frente al 25% de los soci¨®logos, el 28% de los polit¨®logos y el 32% de los historiadores.
Esta actitud evidencia la notable miop¨ªa que frecuentemente padecemos los economistas respecto a las considerables limitaciones de los instrumentos, tanto conceptuales como emp¨ªricos, que utilizamos. Probablemente por esta raz¨®n, Dani Rodrik, uno de los economistas m¨¢s prestigiosos de nuestro tiempo, se ha sentido motivado a escribir Las leyes de la econom¨ªa. Aciertos y errores de una ciencia en entredicho, un libro que termina con la siguiente frase: ¡°Los resultados extra¨ªdos del an¨¢lisis econ¨®mico deben combinarse con valores, juicios y evaluaciones de naturaleza ¨¦tica, pol¨ªtica o pr¨¢ctica. Estos elementos tienen muy poco que ver con la disciplina de la econom¨ªa, pero lo tienen que ver todo con la realidad¡±.
Otros art¨ªculos del autor
A pesar de estas limitaciones, est¨¢ instalada en la profesi¨®n de economista una especie de soberbia gn¨®stica, acompa?ada de un cierto sentimiento de superioridad, que hace mucho da?o y condiciona, sin duda, nuestras aportaciones a la sociedad. Esta actitud se ve reflejada en distintos comportamientos f¨¢ciles de identificar, atribuibles, en mayor o menor medida, a los economistas actuales.
En primer lugar, la enorme resistencia de los economistas a colaborar con otras disciplinas se traduce frecuentemente en an¨¢lisis incompletos, cuando no err¨®neos. He pasado gran parte de mi vida profesional dirigiendo equipos de economistas en instituciones nacionales e internacionales, p¨²blicas y privadas, y el nivel de interacci¨®n con acad¨¦micos y profesionales de otras ciencias sociales ha sido siempre escas¨ªsimo y la existencia de equipos multidisciplinares una verdadera rara avis. Esto, en cierta media, hemos sido capaces de superarlo en la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (Airef), donde colaboran profesionales con distintos or¨ªgenes en ¨¢mbitos que van desde la macroeconom¨ªa a la sanidad, pasando por las finanzas p¨²blicas o el an¨¢lisis emp¨ªrico de datos administrativos para la evaluaci¨®n de pol¨ªticas. Esta combinaci¨®n de perfiles complementarios enriquece, sin duda, el an¨¢lisis y contribuye a afinar las recomendaciones que la Airef dirige a las Administraciones p¨²blicas. La formulaci¨®n y estimaci¨®n de modelos no debe estar re?ida con aproximaciones conceptuales menos formalizadas, sobre todo cuando la brecha entre el modelo simplificado de la realidad que est¨¢ analiz¨¢ndose y la complejidad de la misma es considerable, lo que ocurre frecuentemente. An¨¢logamente, cuando los datos disponibles no permiten construir evidencia emp¨ªrica con m¨¦todos estad¨ªsticos no debe desde?arse el an¨¢lisis m¨¢s descriptivo o casu¨ªstico ni la informaci¨®n proveniente de encuestas o entrevistas, donde la contribuci¨®n de otras ciencias sociales es fundamental.
El c¨¢lculo del esfuerzo de ajuste estructural que deben realizar los pa¨ªses se realiza con mimbres rudimentarios
En segundo lugar, la tendencia al aislamiento de los economistas les hace perder contacto con las realidades que subyacen al foco de sus an¨¢lisis. En la pr¨¢ctica de la econom¨ªa a nivel institucional tendemos a descansar en modelos con numerosas insuficiencias. Por ejemplo, algo tan importante como el c¨¢lculo del esfuerzo de ajuste estructural que deben realizar los pa¨ªses dentro del marco fiscal europeo, se realiza con mimbres verdaderamente rudimentarios. Y ello a pesar de que, desde hace ya algunos a?os, en la econom¨ªa acad¨¦mica viene produci¨¦ndose una revoluci¨®n silenciosa en forma de un mayor empiricismo, pluralidad metodol¨®gica, apertura a nuevos campos de estudio, colaboraci¨®n multidisciplinar y superaci¨®n de supuestos problem¨¢ticos, como el de expectativas racionales, agente homog¨¦neo, ausencia de intermediaci¨®n financiera o de proceso pol¨ªtico en la toma democr¨¢tica de decisiones, entre otros.
En tercer lugar, un problema habitual de la forma en la que los economistas trabajamos es la ausencia de referencias temporales precisas o el reduccionismo del an¨¢lisis a los efectos de largo plazo, sin trasladar adem¨¢s con frecuencia la enorme incertidumbre asociada. Esto puede en ocasiones justificarse por la necesidad de poner el foco en las implicaciones para horizontes dilatados en el tiempo frente al habitual cortoplacismo y tactismo que nos llega del ¨¢mbito pol¨ªtico. Pero, al operar exclusivamente de esta forma, se pierde efectividad en las recomendaciones porque las consideraciones transicionales, las restricciones institucionales y los procesos de implementaci¨®n de las pol¨ªticas resultan siempre decisivos. Propuestas de medidas econ¨®micas, que pueden tener mucho sentido desde una perspectiva de medio plazo, resultan a todas luces impracticables porque, en su dise?o, se han ignorado costes y fricciones en el corto plazo que, de no anticiparse y resolverse adecuadamente, se convierten en barreras insalvables para su ¨¦xito. Las pol¨ªticas que benefician absolutamente a todos, llam¨¦moslas win-win en jerga empresarial o Pareto ¨®ptimas en t¨¦rminos acad¨¦micos de la econom¨ªa del bienestar, cuesta encontrarlas. Lo normal es que haya perdedores y ganadores. Cuanto m¨¢s se acerque el n¨²mero de ganadores a lo que podr¨ªamos llamar inter¨¦s general, mejor valoraci¨®n debe recibir una pol¨ªtica. Ahora bien, hay que identificar a los perdedores, cuantificar sus p¨¦rdidas, analizar su origen y causas y, en su caso, plantear compensaciones.
Una colaboraci¨®n m¨¢s estrecha con especialistas en el ¨¢mbito de la comunicaci¨®n ser¨ªa altamente deseable
Finalmente, los economistas tendemos a presentar nuestros hallazgos y recomendaciones en t¨¦rminos exclusivamente t¨¦cnicos, sin esforzarnos por formularlos paralelamente en formatos m¨¢s amigables que los hagan aprehensibles para los que toman las decisiones en el ¨¢mbito pol¨ªtico y los agentes econ¨®micos, en general, a los que van dirigidas en ¨²ltima instancia las medidas que se proponen. En este sentido, una colaboraci¨®n m¨¢s estrecha y continua con especialistas en el ¨¢mbito de la comunicaci¨®n ser¨ªa altamente deseable.
En general, ser¨ªa muy beneficioso si los economistas, a la hora de dise?ar nuestros instrumentos para el diagn¨®stico y las recomendaciones de pol¨ªtica, dedic¨¢ramos m¨¢s tiempo y recursos a completar nuestro conocimiento de la realidad subyacente, los procesos institucionales, las din¨¢micas transicionales y los efectos redistributivos en distintos horizontes temporales, con aportaciones desde distintos ¨¢ngulos. Ello requiere trabajar estrechamente con profesionales de otras ciencias sociales. No basta con a?adir una t¨ªpica frase displicente y cr¨ªptica del tipo ¡°sin perjuicio de las consideraciones de econom¨ªa pol¨ªtica que puedan concurrir¡±.
En definitiva, los economistas podemos tener un serio problema en la medida en la cual nuestra arrogancia nos dificulte tener una buena percepci¨®n de los l¨ªmites de la disciplina que desarrollamos, romper con inercias metodol¨®gicas y asumir paradigmas m¨¢s abiertos en la frontera de la econom¨ªa acad¨¦mica, y nos haga renuentes a entablar colaboraciones con profesionales de otros ¨¢mbitos. Y, al comportamos as¨ª, no s¨¦ si somos suficientemente conscientes del coste de oportunidad que supone que consideraciones bien elaboradas de naturaleza econ¨®mica, que tan necesario ser¨ªa que sirvieran para sustentar decisiones en diferentes ¨¢mbitos, acaben en la irrelevancia.
Jos¨¦ Luis Escriv¨¢ es presidente de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (Airef).
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