Las voces melosas
La pol¨ªtica es hoy una competici¨®n de galanes por seducir a su p¨²blico
Lo que ha sucedido desde que se conocieron los resultados de las ¨²ltimas elecciones generales ha resultado para muchos desconcertante. A la vista de un Parlamento fragmentado y ante la previsible dificultad de formar Gobierno, los viejos usos hubieran recomendado a los partidos que se reunieran de inmediato, buscaran acercar posturas, establecieran un marco general desde el que negociar posibles salidas al atolladero, y se pusieran a trabajar. Algo de eso hubo (poco), reuniones entre los socialistas y Podemos, pero enseguida lo que trascendi¨® es que discut¨ªan de sillones en el Consejo de Ministros. Daba la impresi¨®n de que hab¨ªan empezado por el final. Nada se sab¨ªa del proyecto pol¨ªtico que hab¨ªan acordado, si es llegaron a entrar en esta materia en alg¨²n momento, y ya estaban en plena gresca por el reparto de poder. Otro detalle, y muy revelador: el bochinche entre unos y otros, por sus l¨®gicas diferencias de criterio, no ten¨ªa lugar en los despachos donde negociaban (si es que negociaban) sino en los plat¨®s de televisi¨®n, en las emisoras de radio, en los peri¨®dicos, en las redes sociales. Esta es la forma de hacer pol¨ªtica que lleva imponi¨¦ndose desde hace tiempo: manda el encargado de poner en escena los mensajes y de medir los tiempos. Da igual el plan que se tenga para gobernar el pa¨ªs, lo que importa es generar expectativas y responder con gestos efectistas y mucha fanfarria. Si algo se puede comprender del momento pol¨ªtico actual es que no hay manera de entender absolutamente nada. ?Quieren de verdad, como dicen todos, evitar unas nuevas elecciones? Qui¨¦n sabe.
Se conocen de sobra los pasos que ha ido dando Pedro S¨¢nchez hasta llegar a la apote¨®sica presentaci¨®n de su plan de 370 medidas (la cifra resulta un poco obscena). Son muchos los puntos de este particular programa que, si se tomaran m¨ªnimamente en serio, exigir¨ªan mucho tiempo de los equipos que vayan a negociar un acuerdo para perfilar su viabilidad, la manera final de concretarlos y, claro, su financiaci¨®n, la dichosa memoria econ¨®mica. Y la dichosa memoria econ¨®mica de una propuesta concreta igual obliga a ajustar las ambiciones de otra medida. Y as¨ª sucesivamente. Un curro. Un inmenso curro.
Salvo que existan los milagros, ya no queda tiempo para tejer un proyecto compartido que tenga consistencia (si es que se quiso alguna vez construir un acuerdo program¨¢tico que aguantara con firmeza las embestidas de los rivales pol¨ªticos a lo largo de una legislatura). Pablo Iglesias,?en un comentario en las redes sociales, compar¨®? lo que le est¨¢ sucediendo con S¨¢nchez con el combate que libraron Muhammad Ali ¡ªCassius Clay¡ª y George Foreman por conquistar la corona de los pesos pesados en 1974. No deber¨ªa llevarse a enga?o: lo que ocurre en la pol¨ªtica espa?ola no tiene ni la m¨¢s m¨ªnima estatura ¨¦pica. Si pudiera buscarse algo parecido a este lamentable espect¨¢culo que se ha padecido en las ¨²ltimas semanas lo m¨¢s adecuado ser¨ªa fijarse en el m¨¢s mediocre de los culebrones televisivos. S¨¢nchez e Iglesias tienen algo de esos galanes de voz melosa y ademanes seductores que reclaman el foco para vaciar ante las audiencias sus peripecias sentimentales, y hacerse querer por los suyos. Pero lo realmente necesario es que cuenten c¨®mo van a conseguir que las grandes tecnol¨®gicas paguen impuestos, que se haga una reforma efectiva del sistema de pensiones o que los j¨®venes encuentren trabajos decentes (por ejemplo). Salvo vagas promesas que dan por hechas solo por haberlas escrito en sus respectivos repertorios de medidas, no han avanzado en este sentido ni una sola micra. Y en ¨¦sas andamos.
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