Rosal¨ªa o el gran pecado espa?ol: por qu¨¦ muchos no soportan su ¨¦xito
La cantante catalana no para de cosechar triunfos internacionales. Sin embargo, en Espa?a acumula enfurecidos detractores
En los ba?os de los festivales de m¨²sica nunca faltan tres cosas: sustancias, hedor y opiniones. Tras el concierto de Rosal¨ªa, los ba?os del pasado Primavera Sound se debat¨ªan entre las de ¡°es una diosa¡± y los decepcionados: ¡°Ha hecho lo mismo que en Coachella¡±, ¡°qu¨¦ poco simp¨¢tica ha estado¡±, ¡°a m¨ª es que me gustaba m¨¢s cuando no era un producto de marketing¡±. Estos chascos son tres gotas del tsunami de la opini¨®n p¨²blica contra Rosal¨ªa, un fen¨®meno que ha ido creciendo de forma directamente proporcional a su ¨¦xito.
Se la ha criticado por cantar flamenco sin ser gitana, como ¡°un disfraz¡± que se puede poner o quitar seg¨²n le convenga (¡°no soporto que tengas m¨¢s oportunidades que las gitanas que cantan desde ni?as sobre sus ra¨ªces¡± tuite¨® la activista Noelia Cort¨¦s), por no mencionar a ¡°la represi¨®n que sufre el pueblo catal¨¢n¡± cuando gan¨® sus dos Grammy Latinos (el presidente de la Generalitat, Quim Torra, no la felicit¨®), por profanar la tradici¨®n del flamenco puro (una cr¨ªtica similar a las que recib¨ªa Camar¨®n a principios de los ochenta) o por?emplear vocablos espa?olizados?en su canci¨®n en catal¨¢n Milion¨¤ria, como ¡°cumpleanys¡± en vez de ¡°aniversari¡± o ¡°botellas¡± en vez de ¡°ampolles¡±.
En las cr¨ªticas a Rosal¨ªa hay mucho de reafirmaci¨®n personal. Muchos ¡°esto ya lo hac¨ªa Martirio/La Mari/Maria Isabel antes¡±, alg¨²n ¡°a esta se le da bombo por posmodernismo¡± e incluso un pu?ado de ¡°?soy el ¨²nico que no sabe qui¨¦n es Rosal¨ªa?¡±
Ella, a sus 25 a?os, trata de devolver cada rev¨¦s con mano izquierda: respecto a la apropiaci¨®n cultural, primero se puso a la defensiva explicando su curr¨ªculum acad¨¦mico para despu¨¦s admitir su privilegio y desear que su ¨¦xito d¨¦ visibilidad a artistas gitanos; sobre el proc¨¦s, reconoce que ¡°para emitir una opini¨®n sobre un tema tan delicado me gustar¨ªa tener m¨¢s conocimiento, mi opini¨®n no tiene m¨¢s importancia que la de cualquier otro¡±; y respecto a los espa?olismos ha aclarado que en el extrarradio de Barcelona (Sant Esteve Sesrovires), donde ella creci¨®, son habituales.
Pero las pol¨¦micas en torno a Rosal¨ªa est¨¢n por encima de ella e incluso engendran subpol¨¦micas: cuando la Asociaci¨®n de Gitanas Feministas por la Diversidad le acus¨® de ¡°desgitanizar¡± una canci¨®n de Los Chunguitos, Me quedo contigo) en los Goya, muchos se?alaron que criticar a Rosal¨ªa por ello y no a otros artistas que tambi¨¦n han versionado al grupo gitano como Antonio Vega o Manu Chao era machista. Rosal¨ªa se ha convertido en el Stalingrado de la guerra cultural que, desde hace unos a?os, se libra a diario en las redes sociales, los bares y en las reuniones de amigos.
Los medios han contribuido a este conflicto. La grandilocuencia con la que se adjetivan las cr¨®nicas sobre Rosal¨ªa (reinventa/resucita/salva el flamenco) se nutre del tr¨¢fico infalible que garantiza la palabra Rosal¨ªa en las b¨²squedas de Google y de la necesidad de la prensa por crear narrativas: la cantante representa el zeitgeist actual de clase social, de g¨¦nero y de globalizaci¨®n.
Rosal¨ªa descubri¨® a Camar¨®n a los 13 a?os, estando de parquineo; asegura que sus u?as de gel extremas ¡°no van sobre estar guapa, tambi¨¦n es una cuesti¨®n de poder¡±; y, gracias a haber crecido con Internet, sus influencias son Beyonc¨¦, Bj?rk y Juana la del Pipa. Rosal¨ªa es un s¨ªmbolo de la generaci¨®n que no busca propiedades sino experiencias y que disfruta tanto en el Palace como en el chino o, como ella presume, escuchando a Vivaldi, a Nick Cave y a Missy Elliot. Pero, involuntariamente, Rosal¨ªa tambi¨¦n se ha convertido en un emblema de la actitud abrasiva que se ha asentado como el dialecto oficial en las redes sociales. Su endiosamiento ha generado la sensaci¨®n de que no tener una opini¨®n sobre ella sencillamente no es una opci¨®n. Las medias tintas, tampoco.

Los que aseguran odiar a Rosal¨ªa no se conforman con comentar que no les gusta su m¨²sica sino que sienten el impulso de derribarla desde los cimientos, de abrirle los ojos a sus fans y de explicarles que est¨¢n escuchando m¨²sica mal. Esos haters consideran que ellos se han tomado la pastilla roja cultural, que comprenden cosas que la masa no percibe y su obsesi¨®n busca equilibrar la balanza de la, sin duda, desproporcionada adoraci¨®n que Rosal¨ªa despierta.
Pero no es un comportamiento social nuevo: en 1998, Alessandro Lecquio exclam¨® en Cr¨®nicas marcianas: ¡°?Viva la resistencia! No he visto Titanic¡±. Esta estrategia ofensiva, sin embargo, a menudo requiere pasar por alto hechos objetivos como que Rosal¨ªa trabaj¨® 18 meses componiendo, produciendo y arreglando El mal querer de forma independiente y solo despu¨¦s de la repercusi¨®n de Malamente y Pienso en t¨² mir¨¢ (ambos videoclips financiados por ella) la multinacional discogr¨¢fica Sony le ofreci¨® un contrato. Tambi¨¦n pasan por alto los anti-Rosal¨ªa algo muy obvio: cuando una canci¨®n triunfa es, sencillamente, porque le gusta a mucha gente. Y si las autoridades estadounidenses tienen que recordarle a los ciudadanos que no disparen contra el hurac¨¢n Dorian, la bala perdida de los detractores de Rosal¨ªa es que su ¨¦xito internacional es una mentira inflada por los medios espa?oles.
La sobreexposici¨®n de Rosal¨ªa y la reverencia mesi¨¢nica con la que muchos la idolatran ha contaminado el producto musical. Mientras Mal¨² promocionaba su ¨²ltimo ¨¢lbum, acab¨® harta de que le sacasen el tema: ¡°?Por qu¨¦ todos los periodistas me est¨¢n preguntando por Rosal¨ªa? ?Qu¨¦ ha hecho?"
Estos son los datos objetivos. Rosal¨ªa ha actuado en los tres grandes festivales musicales a nivel mundial: Coachella, Glastonbury y Lollapalooza (donde la revista Rolling Stone admir¨® que su recital acabase con mucho m¨¢s p¨²blico del que empez¨®); ha participado en la banda sonora de Juego de tronos; Malamente lleva cien millones de reproducciones en YouTube, Con altura m¨¢s de 800 millones (el tercer v¨ªdeo m¨¢s visto del a?o); ha trabajado con Pharrell Williams, Billie Eilish y Dua Lipa; Barack Obama la ha incluido en su playlist del verano; Kourtney Kardashian y Halle Berry subieron stories con su m¨²sica y Madonna le pidi¨® que actuase en su cumplea?os; el v¨ªdeo en el que Jaime Altozano analiza la composici¨®n, producci¨®n y arreglos de El mal querer ha despertado una curiosidad musical (lleva m¨¢s de 4 millones de visionados) in¨¦dita entre los adolescentes; Tim Cook, presidente de Apple, se reuni¨® con ella durante su visita a Madrid (su ¨²nico otro encuentro fue con Pedro S¨¢nchez); fue invitada a la gala del MET, ha ganado dos Grammy Latinos y dos premios MTV (mejor coreograf¨ªa y mejor v¨ªdeo latino, que tambi¨¦n recibi¨® cr¨ªticas de la comunidad hispana al ser Rosal¨ªa europea). La ¨²ltima noticia es un rumor de que grabar¨¢ una canci¨®n con Beyonc¨¦.
Pero sigue habiendo gente convencida de que todo se trata de una burbuja falsa. Como si se pudiera embaucar a Barack Obama, a Beyonc¨¦ o al New York Times (que la considera l¨ªder de un movimiento musical que ¡°est¨¢ empujando el pop hacia adelante de forma implacable, con Estados Unidos en su ADN, pero tambi¨¦n en su espejo retrovisor¡±), a Rolling Stone, a The Guardian (que se refiri¨® a ella como ¡°la Rihanna del flamenco¡±), a Pitchfork o a Time?¡ªtodos estos medios incluyeron El mal querer en su top 10 de 2018¡ª con una campa?a de marketing. Negar la repercusi¨®n internacional de Rosal¨ªa bordea el terraplanismo.

La sobreexposici¨®n de Rosal¨ªa y la reverencia mesi¨¢nica con la que muchos la idolatran ha contaminado el producto musical. Mientras Mal¨² promocionaba su ¨²ltimo ¨¢lbum, acab¨® harta de que le sacasen el tema: ¡°?Por qu¨¦ todos los periodistas me est¨¢n preguntando por Rosal¨ªa? ?Qu¨¦ ha hecho? ?Se supone que su ¨¦xito nos tiene que molestar a las dem¨¢s?¡± (con una actitud que, casualmente, recuerda al ¡°?Pero qu¨¦ pasa ahora con Ciudadanos?¡±, de Paquita Salas). Cuando Rosal¨ªa public¨® un v¨ªdeo a punto de llorar tras verse en una pantalla en Times Square, un tuit que la acusaba de falsa (¡°cuando tu compa?¨ªa te compra una pantalla y t¨² finges emocionarte¡±) se viraliz¨® en cuesti¨®n de horas con el silogismo de que si la publicidad es una mentira las emociones tambi¨¦n deben de serlo. Quiz¨¢ aquellos que culpan al marketing creen que a ellos les gustan los Beatles, Breaking bad o El caballero oscuro porque tienen una intuici¨®n especial para descubrir joyas secretas. Que no hab¨ªa una multinacional detr¨¢s ¡°col¨¢ndoselo por los ojos¡± como ahora ocurre con Rosal¨ªa.
En las cr¨ªticas a Rosal¨ªa tambi¨¦n hay mucho de reafirmaci¨®n personal. Muchos ¡°esto ya lo hac¨ªa Martirio/La Mari/Maria Isabel antes¡±, alg¨²n ¡°a esta se le da bombo por posmodernismo¡± e incluso un pu?ado de ¡°?Soy el ¨²nico que no sabe qui¨¦n es Rosal¨ªa?¡± tecleados por gente que por lo visto no ha pisado una boda, una discoteca, una verbena o una tienda de ropa en 2019.
Los que aseguran odiar a Rosal¨ªa no se conforman con comentar que no les gusta su m¨²sica sino que sienten el impulso de derribarla desde los cimientos, de abrirle los ojos a sus fans y de explicarles que est¨¢n escuchando m¨²sica mal
Lo de que la envidia es el deporte nacional es un aforismo tan asumido en la cultura espa?ola que ya resulta una simplificaci¨®n. Espa?a tiene, adem¨¢s de envidia, cierto complejo de inferioridad cultural que la lleva a celebrar abochornada la repercusi¨®n mundial de La Macarena, el Aserej¨¦ o el Ecce Homo de Borja, pero a no creerse del todo que en Hollywood todo el mundo adore a Pedro Almod¨®var desde 1988. Nadie ha atacado a Antonio Banderas, ?scar Jaenada o Jordi Moll¨¤ por trabajar en Estados Unidos como s¨ª se ha ridiculizado a Pen¨¦lope Cruz, Elsa Pataki o Paz Vega por hacer exactamente lo mismo. De Fernando Rey se aplaude que saliese en French Connection, de Sara Montiel se recuerda c¨®mo le fre¨ªa huevos con ajo a Marlon Brando.
El alcalde de Valladolid se quej¨® en Twitter de que Rosal¨ªa le pidiese medio mill¨®n de euros por actuar, una estrategia de revaloraci¨®n elitista que nadie critic¨® de Los Planetas (hubo una ¨¦poca en la que el grupo granadino ped¨ªa mucho dinero por tocar) en su momento. La clase social de los hermanos Mu?oz de Estopa fue uno de los baluartes de su ¨¦xito y no se les calific¨®, como ocurre con Rosal¨ªa, de ¡°choni poligonera¡± o ¡°cani de extrarradio¡±.
De nada parece servir la elocuencia con la que Rosal¨ªa explica que El mal querer se inspira en Flamenca, una novela occitana an¨®nima del siglo XIII (cuyo relanzamiento por la editorial Roca con el eslogan ¡°la novela que inspir¨® a Rosal¨ªa¡± ha sido, por supuesto, muy criticado).
La mayor¨ªa de cr¨ªticos contra Rosal¨ªa se est¨¢n perdiendo una fiesta a la que todo el mundo est¨¢ invitado. La astuta actuaci¨®n de la catalana en los premios MTV impresion¨® con su versatilidad (una fusi¨®n de A ning¨²n hombre, Yo x ti t¨² x m¨ª y Aute Cuture: flamenco, latino y urbano), porque hay una canci¨®n de Rosal¨ªa para cada persona. Los que reprimen su disfrute ignoran que sale m¨¢s a cuenta bailar que odiar. Y, al fin y al cabo, a la gente a la que le gusta Rosal¨ªa le da igual que haya otros criticando todo lo que hace y, de hecho, la gente a la que no le gusta Rosal¨ªa (como aquellos tres decepcionados del Primavera Sound) tampoco va a querer perd¨¦rsela. Y ese ¨¦xito s¨ª que es innegable.
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