Morgan Freeman: ¡°El ¨²nico percance que he tenido en mi trabajo ha sido torcerme un tobillo¡±
Ya ten¨ªa 52 a?os cuando ¡®Paseando a Miss Daisy¡¯ lo convirti¨® en una estrella. Desde entonces, su carrera le ha permitido hacer de Dios y, ahora, de presidente de EE. UU.
¡°Lucy, ?me puedes desatar antes de irte?¡±. As¨ª despide Morgan Freeman a su publicista, bromeando sobre la maratoniana jornada de promoci¨®n de Objetivo: Washington DC. El trabajo de Lucy ya est¨¢ hecho: de entre todas las peticiones que puede hacer un publicista previas a una entrevista (nada de preguntas personales, nada de pol¨ªtica, nada de nada), la m¨¢s rara de todas tiene que ser ¡°por favor, no le preguntes sobre su santuario de abejas¡±. Resulta que Morgan Freeman, tras su divorcio a los 71, se refugi¨® en la apicultura y por lo visto esta afici¨®n fascina a toda la prensa internacional que ha charlado con ¨¦l antes que ICON. En Objetivo: la Casa blanca Freeman era el portavoz del gobierno, en la secuela ascendi¨® a vicepresidente y en este cierre de la trilog¨ªa ya es presidente. ?A qu¨¦ m¨¢s podr¨ªa aspirar su personaje en la cuarta parte de esta saga? ¡°?Rey!¡±, exclama Freeman con esa voz que ha retumbado en 124 pel¨ªculas. ¡°No, en serio, desde ah¨ª solo puede ir a la jubilaci¨®n¡±.
Una palabra que ser¨ªa ofensivo sugerirle a ¨¦l, que tiene 82 a?os (naci¨® en 1937 en Memphis) y solo en el siglo XXI ha participado en 59 pel¨ªculas. El actor asegura que las ha visto casi todas, incluidas La gran aventura de Winter el delf¨ªn y su secuela, aunque a veces se aburra a los dos minutos. Poco m¨¢s tiempo sal¨ªa en Oblivion, una superproducci¨®n con Tom Cruise por la que Freeman cobr¨® dos millones de euros a una media de 10.000 por palabra pronunciada. Esa voz tiene un precio.
Gracias a ella ha amasado una fortuna estimada de 200 millones, sobre todo por narrar anuncios de Visa. Cuando el a?o pasado un reportaje de la CNN le acus¨® de acoso sexual, la compa?¨ªa rescindi¨® su contrato y no lo retom¨® ni siquiera despu¨¦s de que se desmontasen las acusaciones al encontrarse varios agujeros en el reportaje de la CNN. La colmena del periodismo en la era del #MeToo est¨¢ tan vetada en esta conversaci¨®n como la colmena que Freeman tiene en su rancho de Misisipi, quiz¨¢ porque aquel asunto le traumatiz¨® a ¨¦l tanto como al p¨²blico: Morgan Freeman parece, junto a Tom Hanks, el ¨²ltimo hombre decente que queda en Hollywood.
"Le gusto mucho a la gente y eso me ayuda a tener perspectiva sobre mis pasos, es fant¨¢stico¡±
¡°La primera y ¨²nica pel¨ªcula que rod¨¦ con Hanks fue la peor experiencia de mi carrera¡±, confiesa sin acertar a recordar el t¨ªtulo de La hoguera de las vanidades. No me diga que fue por culpa de Hanks. ¡°No, no. Hay que tener mucho cuidado cuando se adapta una novela extraordinariamente buena¡±, asegura pasando por alto los famosos problemas que tuvo la producci¨®n por el ego de Bruce Willis y por el alcoholismo de Melanie Griffith. ¡°Primero contrataron a Alan Arkin, que me pareci¨® perfecto para el papel del juez, pero surgieron asuntos pol¨ªticos y...¡±. La mayor¨ªa de respuestas del actor se quedan as¨ª, suspendidas, de modo que hay que rellenar los huecos con cierta explicaci¨®n de Arkin: ¡°Me despidieron por no ser lo suficientemente negro¡±.
En los 90, Freeman derrib¨® barreras al interpretar personajes que no eran negros en el guion, un hito que ¨¦l desactiva con la humildad que cabr¨ªa esperar de ¨¦l: ¡°No tengo la sensaci¨®n de que los actores negros j¨®venes est¨¦n en deuda conmigo, pero una de las bendiciones de mi carrera ha sido poder interpretar personajes que no ten¨ªan una etiqueta¡±. Uno de ellos, el (en la novela original) irland¨¦s pelirrojo de Cadena perpetua, lleva 25 a?os ejerciendo como terapeuta en la que quiz¨¢ sea la ¨²nica pel¨ªcula en la que toda la humanidad se ha puesto de acuerdo: es la favorita de pol¨ªticos, fil¨®sofos y jugadores de f¨²tbol. ¡°No adivin¨¦ que esa pel¨ªcula fuese a ser tan especial para tanta gente, pero s¨ª que le insist¨ª a mi agente para que me consiguiera el papel¡± explica reconociendo su decepci¨®n ante el inicial fracaso de aquel drama carcelario. ¡°Pero todo lo que va acaba volviendo¡±, concluye con esa voz solemne que hace imposible rebatirle.
Menos un¨¢nime fue la recepci¨®n de Seven, que llev¨® a sus primeros espectadores a pedir la pena de muerte para sus art¨ªfices. ¡°Una persona sali¨® diciendo que se sent¨ªa estafada porque, de haber sabido que... no, espera, eso fue con otra pel¨ªcula. Da igual¡±. Por favor, cuente esa an¨¦cdota. ¡°No. De Seven la gente opin¨® que era demasiado truculenta, pero yo no la ve¨ªa as¨ª en absoluto. Para eso tenemos distintos tipos de p¨²blico¡±, zanja.
Debi¨® de ser abrumador convertirse en una estrella, gracias a Paseando a Miss Daisy, pasados lo 50 y cuando ya se hab¨ªa resignado a no cumplir su verdadero sue?o desde que de ni?o ve¨ªa sesiones dobles de westerns en Memphis. ¡°Siempre quise salir en pel¨ªculas. Tuve que ser espabilado cuando la gente empez¨® a fijarse en m¨ª, porque si insistes en algo tarde o temprano lo conseguir¨¢s¡±.
¡°No tengo la sensaci¨®n de que los actores negros j¨®venes est¨¦n en deuda conmigo, pero una de las bendiciones de mi carrera ha sido poder interpretar personajes que no ten¨ªan una etiqueta¡±
Su tendencia a los aforismos, con esa voz que ha narrado tr¨¢ileres, documentales y hasta las p¨¢ginas amarillas en un sketch para la CNN, le ha encasillado en personajes que regalan sabidur¨ªa sin juzgar. An¨¦cdotas tan filos¨®ficas como que no tiene perros en su rancho pero ¡°si aparece alguno, que se quede el tiempo que quiera¡± o el lago que construy¨® con sus propias manos dejando que la naturaleza lo llenase de agua podr¨ªan chocar con extravagancias como comprarse tres jets tras sacarse la licencia de piloto a los 65 o ser due?o de un club de blues en Clarksdale, Misisipi, donde las mujeres se pelean literalmente por bailar con ¨¦l. ?l mismo ha confesado que se desentendi¨® de sus dos primeros hijos durante su juventud (tiene cuatro), pero nada puede erosionar una admiraci¨®n un¨¢nime por parte del p¨²blico. Y Freeman lleva tres d¨¦cadas rentabilizando esta popularidad, incluso a su pesar.
¡°Un actor de car¨¢cter puede moverse libremente de personaje a personaje, pero una estrella no: los productores dicen 'vamos a contratar a Morgan Freeman, que necesitamos un actor con solemnidad' y eso es repetitivo para m¨ª¡±. Por eso apenas recibe ofertas para hacer de villano, aunque a ¨¦l le encantar¨ªa librarse de la presi¨®n de ejercer como br¨²jula moral de una pel¨ªcula entera. ¡°Actuar consiste en recitar lo que pone en el guion. Yo no soy de los que exigen una serie de cambios en sus personajes, a veces a?ado mis notas, pero otras est¨¢ todo tan claro que no tienes que preocuparte de nada. Esa solemnidad me sale de forma natural, nunca he intentado desarrollarla o trabajar en ella¡±.
M¨¢s duro ha sido, a su edad, enfrentarse a las escenas de acci¨®n m¨¢s trepidantes de su carrera en Objetivo: Washington DC (que se estren¨® en Espa?a el 30 de agosto). ¡°El ¨²nico percance que he tenido en mi trabajo ha sido torcerme un tobillo, as¨ª que las escenas est¨¢n planificadas con tanto cuidado que mi ¨²nica preocupaci¨®n es ser capaz de correr con estos tobillos fr¨¢giles¡±, aclara. Trabajar tanto da sus frutos, porque Freeman asegura que el cumplido que escucha m¨¢s a menudo es ¡°me encantan todas tus pel¨ªculas¡±. Y son muchas pel¨ªculas. ¡°Le gusto mucho a la gente y eso me ayuda a tener perspectiva sobre mis pasos, es fant¨¢stico¡±, asegura. Ante la ausencia de la publicista, la charla se est¨¢ alargando el doble de lo acordado y Freeman decide que hay que terminarla: ¡°Bueno, ha sido un placer pero vamos a dejarlo aqu¨ª¡±. Nada que rebatir.
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